Cómo nuestro cerebro puede hacernos más pobres (y qué hacer para evitarlo)

No haga cálculos mentales, lo mejor es sumar sus gastos con lápiz y papel.

Estás navegando por una tienda en internet y tienes la tentación de comprar un producto. Es un poco más caro de lo que permite tu cuenta bancaria, pero se convierte en lo más urgente del mundo en este momento.

¿Qué pasa si el precio sube y pierdes la oportunidad? ¿Y si te quedas sin él? Siguiendo un impulso, haces los cálculos en tu cabeza y decides comprar. Ni siquiera necesitas ingresar el número de tarjeta, que ya está guardado en el navegador de la computadora. Días después llega el arrepentimiento. O peor aún, la deuda.

En los últimos años, estudios en los campos de la economía del comportamiento y la neuroeconomía han demostrado que estas situaciones, en las que tomamos decisiones irracionales que dañan nuestra salud financiera ocurren con frecuencia.

Pero, ¿Cuáles son nuestros errores económicos más comunes? ¿Y cómo no caer en las «trampas» de nuestro cerebro? Una buena forma es comprender lo que han descubierto estas áreas de estudio y aplicar sus enseñanzas a nuestra vida diaria.

¿Eres racional?

«La economía tradicional ha considerado durante mucho tiempo al individuo como alguien racional, frío y objetivo y que querrá maximizar su bienestar, su beneficio económico y su propio interés», dice la profesora Renata Taveiros, coordinadora del curso sobre neurociencia y neuroeconomía de la Fundación Instituto de Administración (FIA) de Brasil.

La toma de decisiones inconsciente, que escapa a la racionalidad, era considerada una anomalía. Y, por ello, no se convirtió en objeto de estudio. Pero a fines de la década de 1970, un grupo de investigadores revolucionó la economía al observar precisamente estas anomalías.

Entonces, nació el campo de la economía del comportamiento, cuyo principal representante es el psicólogo -sí, un psicólogo- Daniel Kahneman, ganador del Premio Nobel en 2002.

«Ellos abren este espacio de conversación para que nos demos cuenta de que hay otras cosas que influyen en la toma de decisiones y no solo la idea de maximizar la utilidad, el bienestar y el beneficio. ¿Qué son estas cosas? Las emociones», explica Taveiros.

A finales de la década de 1980, otro campo de estudio fue incluso más allá. Reuniendo los descubrimientos de la economía del comportamiento y las técnicas de la neurociencia, la neuroeconomía intenta desentrañar lo que sucede en el cerebro de los individuos cuando deciden realizar una compra innecesaria, por ejemplo.

«Ahora tenemos la posibilidad de abrir la caja negra, que es como los economistas se refieren a la mente de las personas. De hecho, se puede mirar y comprender lo que está sucediendo en el cerebro cuando el individuo va a tomar una decisión», dice Taveiros.

«Cuando estudias neuroeconomía, la idea de que podemos controlar el comportamiento, la toma de decisiones, todo lo que hacemos se desvanece.

Porque el motivador de la toma de decisiones no es el aspecto racional, cortical, lógico y analítico. La decisión está mucho más conectada con la emocionalidad», agrega.

Aprende a decirte ‘no’

En primer lugar, es bueno dejar claro que los afectos y las emociones no son necesariamente malos. Al contrario, son de suma importancia para nuestra supervivencia. «La selección natural nos trajo la combinación de afecto y razón.

Y no fue en vano. Esto maximiza nuestro compromiso con el mundo. Cuando te deshaces de las emociones, quitas la empatía por el otro. Nuestras decisiones se vuelven más egoístas y la sociedad como un todo se derrumba «, dice el neurocientífico Álvaro Machado Dias, profesor de la Universidad Federal de Sao Paulo y socio del Instituto Locomotiva.

Pero es un hecho que las emociones también pueden llevarnos a cometer errores graves, que derivan en sentimientos de culpa y en nuevas deudas. Es en este sentido que las enseñanzas de la economía conductual y la neuroeconomía pueden sernos útiles: hacer predecible nuestra irracionalidad y evitar malas decisiones.

El primer consejo parece simple, pero en la práctica es bastante difícil. Debes aprender a decirte que no a ti mismo.

«No hagas nada por impulso sin antes evaluar si la culpa no arruinará la fiesta. Comprende mejor tu ‘yo futuro’, con tus horarios y demandas. Decirse que no a uno mismo es como decirle que no a un niño: es difícil, pero puede ser positivo», advierte Álvaro.

Según Renata Taveiros, una de las razones que dificultan esta negación de los propios impulsos es la creciente facilidad para realizar los pagos. Códigos QR, Pix, tarjetas de crédito que se guardan en sitios web de compras son algunos ejemplos.

Además, el neurotransmisor llamado dopamina, que activa el llamado «sistema de recompensa» del cerebro, también puede interferir. «Cuando la dopamina funciona, estimula el comportamiento impulsivo.

¿Cómo funciona? Tienes la expectativa de ganar algo. Puede ser dinero, bienestar, placer, una buena imagen frente a los demás, etc. Y este comportamiento impulsivo hace que inmediatamente quieras esa recompensa «, explica.