Se cumplen 130 años del nacimiento de Vladimir Mayakovski, poeta de la revolución rusa

Vladimir Mayakovski (1893-1925), el poeta de la revolución rusa, llegó a la Ciudad de México el 8 de julio de 1926, en el inicio de una visita que se prolongó por tres semanas.

Esos días imprimieron la percepción de un país tragicómico, advertido con simpatía y extrañeza.

En la estación del tren lo recibió el pintor Diego Rivera. Este 19 de julio se cumplirán 130 años de su nacimiento.

Su extenso trayecto para cruzar el Atlántico quedó relatado en el diario de viaje Mi descubrimiento de América, “un extraordinario libro, mezcla de crónica y ensayo”, como indica la contraportada de la coedición de 2014 de Almadía y el entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

“La percepción de la realidad es rocambolesca, disparatada, y está teñida de un sentido del humor negro y cáustico”.

Después de su estancia en nuestro país, continuó su ruta por varias ciudades de Estados Unidos, entre ellas Nueva York, Chicago y Detroit. Antes estuvo en Francia, España y Cuba. Menos de cuatro años después, el poeta, dramaturgo y propagandista se quitó la vida con un disparo al corazón, el 14 de abril de 1930, a los 36 años.

“Al final de sus días, conforme el comunismo se alejaba de sus ideales, el poeta perdió la ilusión por la aurora soviética.

Desencantado, se suicidó antes de cumplir 37 años. Su funeral fue un acto masivo. Vladimir Mayakovski representaba el cambio nunca cumplido de una nación donde los poetas suelen asumir un compromiso heroico con la historia.”

El filósofo y traductor Alfredo Gurza realizó la introducción a algunos de los poemas en un número de la colección Material de Lectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde destacó: “Debemos tener claro que el mismo Mayakovski se definía como un comunista que escribía poemas, y que su tragedia personal es la tragedia de la generación de combatientes que parió a la Unión Soviética”.

Considera que “arrojar luz sobre la poesía de Mayakovski supone entonces la enorme tarea de aprender de él.

Aprender en sus versos, en sus obras de teatro, en sus guiones de cine, en sus carteles y en sus ensayos. Las lecciones de Mayakovski forjan poetas: hacedores del lenguaje que también lo son de vida nueva”.

Reconocido como el poeta nacional cuando triunfó la revolución bolchevique, su figura fue ensalzada, algunos consideran distorsionadamente, durante la era de Stalin.

La ciudad en Georgia, que lo vio nacer el 19 de julio de 1893, llevó su nombre entre 1940 y 1990, que cambió después de la independencia de este territorio de la Unión Soviética. Todavía es muy admirado en Rusia, por su poesía y sus carteles socialistas.

Desde joven, Vladimir se adhirió a la causa comunista, por lo que fue encarcelado. Dedicado a leer en prisión, ahí se fecundó convertirse en importante representante del movimiento futurista, en cuyo manifiesto, Una bofetada al gusto público, participó en 1912.

El escritor Juan Bonilla hace un esbozo detallado de la biografía de “una de las figuras más carismáticas de la vanguardia rusa” en la novela Prohibido entrar sin pantalones (Seix Barral, 2013). En 1925 inició su periplo que partió desde Moscú y que duró siete meses.

En México, además de representantes de la embajada rusa y del Partido Comunista Mexicano, Rivera fue el anfitrión que le mostró parte de nuestro país, y los murales que estaba haciendo en la Secretaría de Educación Pública.

En su diario, Vladimir Mayakovski describió la narrativa muralista como “paraíso virgen con trabajo libre, antiguas costumbres, fiesta de maíz, danzas del espíritu de la muerte y de la vida, ofrendas frutales y florales”.