En qué parte del cerebro se registra el dolor crónico, según reciente estudio

El dolor es una de las experiencias subjetivas más importantes y básicas que puede tener una persona; y existen muchas pruebas de que la percepción del dolor tiene lugar en el cerebro.

Pero existía una gran laguna de conocimiento sobre dónde y cómo se procesan estas señales en el cerebro.

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Por primera vez, investigadores de los Estados Unidos consiguieron registrar datos relacionados con el dolor desde el interior del cerebro humano.

Estudiaron a pacientes que tenían trastornos de dolor crónico causados por ataque cerebrovascular o amputaciones (dolor del miembro fantasma).

El dolor crónico afecta al menos al 10% de la población mundial: aproximadamente 60 millones de personas. Las causas son múltiples: desde artritis, cáncer y problemas de espalda hasta diabetes, ataque cerebrovascular y endometriosis.

Los datos fueron recogidos por los investigadores durante meses mientras los pacientes estaban en casa y se analizaron con herramientas de aprendizaje automático o “machine learning”.

De este modo, los investigadores identificaron un área del cerebro asociada al dolor crónico y biomarcadores objetivos de dolor crónico en pacientes individuales.

Lo que encontraron son las señales cerebrales que revelan el grado de dolor de una persona.

Según consideraron, los resultados de la investigación suponen un paso adelante hacia nuevos tratamientos radicales para las personas que padecen dolor crónico debilitante.

Porque al descifrar la actividad cerebral subyacente al dolor crónico en pacientes, se abren esperanzas de que las terapias de estimulación cerebral ya empleadas para el Parkinson y la depresión mayor puedan ayudar a quienes se han quedado sin otras opciones.

Aunque el dolor crónico ha provocado un aumento de las prescripciones de potentes opiáceos, ningún tratamiento médico funciona bien para esta dolencia, lo que ha llevado a los expertos a pedir un replanteamiento completo de la forma en que los servicios sanitarios tratan a los pacientes con dolor duradero.

Para hacer el nuevo estudio, Shirvalkar y sus colegas implantaron quirúrgicamente electrodos en cuatro pacientes con dolor crónico intratable.

Los dispositivos permitían a los pacientes registrar la actividad de dos regiones cerebrales la corteza cingulada anterior y la corteza orbitofrontal con sólo pulsar un botón de un mando a distancia.

La corteza orbitofrontal es un área implicada en la regulación de las emociones, la autoevaluación y la toma de decisiones.

Varias veces al día, se pedía a los voluntarios que rellenaran breves encuestas sobre la intensidad y el tipo de dolor que experimentaban y, a continuación, se registraban instantáneas de su actividad cerebral.

Con las respuestas a la encuesta y las grabaciones cerebrales, los científicos descubrieron que podían entrenar un algoritmo para predecir el dolor de una persona basándose en las señales eléctricas de su cortexa orbitofrontal. “Hemos desarrollado un biomarcador objetivo para ese tipo de dolor”, afirma Shirvalkar.

“El dolor crónico no es sólo una versión más duradera del dolor agudo, es fundamentalmente diferente en el cerebro”, afirma Shirvalkar.

“La esperanza es que, a medida que entendamos mejor esto, podamos utilizar la información para desarrollar terapias personalizadas de estimulación cerebral para las formas más graves de dolor”.

A partir de los hallazgos se podría hacer ensayos clínicos que evalúen el uso de la estimulación cerebral profunda para controlar el dolor crónico.

La estimulación cerebral profunda envía impulsos eléctricos al cerebro para interrumpir las señales problemáticas.

Como implica cirugía cerebral, ese tipo de estimulación es un tratamiento de último recurso. Pero ya se utiliza para la enfermedad de Parkinson y el trastorno depresivo mayor.

Para que sea eficaz, los médicos deben saber con precisión qué señales hay que tratar.