Consecuencias de la guerra en Ucrania

Hay circunstancias que se generaron a partir de este suceso que pueden prevalecer sin importar si termina mañana.
Jalil Chalita

El mundo cambió el pasado 24 de febrero con la invasión de Rusia a Ucrania y hay circunstancias que se generaron a partir de este suceso que pueden prevalecer sin importar si la guerra terminara mañana.

Viviremos en un mundo con precios de energía más altos, sobre todo al acercarnos al momento en el que las sanciones a Rusia incluyan el petróleo y el gas.

Esto puede ser más factible conforme termina el invierno.

Asimismo, esto se puede exacerbar con la amenaza nuclear, que tal vez propicie una mayor restricción o de plano se abandone la generación con plantas nucleares.

Por su parte, considero que es muy factible que en un mundo con mayores precios de la energía se debata si los altos precios de los combustibles fósiles van a propiciar mayor inversión en extracción de petróleo y gas, o si se propiciará un cambio más radical hacia energías limpias y renovables.

Inclusive, considero que es probable que se ponga en tela de juicio si se aplaza el cumplimiento de las metas de utilización de energías limpias o se aceleran.

Por otra parte experimentaremos tasas de inflación altas por un periodo más largo y no solo por los mayores precios de la energía y sus efectos de segundo orden.

La globalización trajo consigo desinflación global, tanto por el lado de la oferta, en donde se amplió la competencia y bajaron los costos, como por el lado de la demanda, con una mayor magnitud de mercado, que permite dividir los costos fijos entre un mayor número de productos o servicios.

Desafortunadamente esta guerra significa un retroceso importante para la globalización y por lo tanto un periodo de posible reflación.

Algo que podría aminorar dicho proceso reflacionario en el corto plazo, sobre todo en los bienes manufacturados, es el cambio que puede haber en la reasignación del ingreso de bienes hacia servicios por el fin de la pandemia por ejemplo más personas saliendo a comer a restaurantes y menos personas comprando consolas de video juegos.

Mayores tasas de interés y por un mayor periodo, conforme los bancos centrales tendrán que combatir la inflación.

Los mayores precios de las materias primas no impulsarán tanto el crecimiento de las economías emergentes que se beneficiaron en el pasado debido a que la mayoría han observado un vuelco hacia gobernantes populistas que no han generado un buen ambiente de negocios.

El dólar se fortalecerá más y permanecerá fuerte por un mayor periodo.

Deterioro fiscal en la medida que los gobiernos quieran suavizar el impacto de los mayores precios de los combustibles y alimentos, sobre todo para la población más vulnerable.

Esto se acentuará en países en donde los gobiernos continúen sin instrumentar reformas fiscales que cobren mayores impuestos efectivos a las personas que se ubican en los deciles más altos de la distribución socioeconómica.

Un cambio reciente muy importante para los mercados financieros globales se dio a partir de 2008-2009 y se exacerbó con la pandemia de COVID-19: la “cultura del rescate”.

Con el rescate financiero de 2008-2009 y el apoyo fiscal a las empresas y familias de 2020-2021 quedó claro que los gobiernos y bancos centrales han intentado a toda costa evitar o al menos suavizar las consecuencias de los desbalances económicos y financieros.

Así, nos encontramos en un mundo que enfrentará mayor demanda por activos de refugio por un mayor periodo particularmente brindando fortaleza al dólar, mayores precios de energía, mayores tasas de inflación –tanto por los precios de la energía, como por el proceso reflacionario que se experimentará debido al retroceso de la globalización– y tasas de interés más altas.