Como una labor divina era considerada la tarea de los amantecas en la cultura mexica, pues eran los artesanos que ataviaban con plumas de quetzal, garza, loro o águila a los guerreros, y así ofrendaban a sus dioses. En huipiles, ropajes u ornamentación dejaron plasmado el arte plumario que igual sorprendió a los conquistadores en el siglo XVI que a los académicos del siglo XXI.
Durante los últimos 15 años, con la misma delicadeza de los amantecas, restauradores e historiadores mexicanos se han dedicado al estudio y conservación de este arte para que se retome entre las técnicas artesanales actuales, más allá de su valoración dentro de la historia prehispánica que siempre se ha mantenido.
A ello responde el primer Encuentro de Conservación de Arte Plumario que se realizará la próxima semana en la Escuela de Conservación, Restauración y Museografía (ENCYM) del Instituto Nacional de Antropología e Historia; en el que investigadores, historiadores y artesanos compartirán los avances técnicos en el rescate del arte plumario, y, sobre todo, los retos para su estudio.
Es una técnica que siempre ha estado muy valorada porque ha tenido una connotación de divinidad; hay en su creación un conocimiento entremezclado de otras procesos de tejido, y es impresionante cómo los indígenas llegaron a manejar estas técnicas que incluso hoy es muy complicado hacer. Lo que estamos haciendo es rescatar las técnicas del pasado a partir de las investigaciones de procesos de conservación”, refirió Lorena Román, restauradora del INAH.
La titular del Seminario-Taller de Restauración de Textiles en la ENCYM señaló que, si bien el arte plumario ha sido objeto de estudio a nivel histórico desde hace años y además se ha logrado dimensionar su importancia estética, las investigaciones en el área de restauración y conversación son recientes ante la paradoja de tener pocas piezas en México.
Además del Penacho de Moctezuma que permanece en Viena y del cual se ha descartado definitivamente su traslado a México, se encontró otra pieza en el Museo del Vaticano en Roma; mientras que en el país sólo se tiene un huipil de tela emplumado atribuido a la Malinche, un manto emplumado que se exhibe en el Museo Textil de Oaxaca, el manto de Zinacantepec que conserva el Museo Nacional del Virreinato y otro en el Instituto Cultural Mexiquense.
Hemos hecho trabajos de conservación de cada pieza, una por una; de las cinco nos faltan restaurar dos, la que está en el Museo del Vaticano que por trámite será difícil, y la que está en el Instituto Mexiquense; ahí ya estamos haciendo gestiones para que nos dejen trabajarla”, detalló.
A decir de María Olvido Moreno, doctora en Historia, el trabajo con plumas existe en Brasil, China y Perú, pero el arte plumario de México es una manifestación excepcional con más de tres mil años de desarrollo. “En elementos arquitectónicos tales como alfardas, columnas, mascarones, tableros y dinteles; en cerámica, escultura en piedra y barro, pintura mural, orfebrería y códices, encontramos cuantiosas representaciones de atavíos elaborados con plumas”, expone en el ensayo Las restauraciones históricas del Penacho del México Antiguo.
Retos de conservación
El encuentro, en el que participarán investigadores de la UNAM, del INAH, del Museo de Textil de Oaxaca y artesanos, se abordarán los avances técnicos sobre los procesos de restauración y, sobre todo, conservación de piezas plumarias las cuales se caracterizan por la fragilidad de sus componentes.
Si bien se puede hablar de un buen estado de conservación de las piezas ante la calidad de su producción hace más de cinco siglos, Román explicó que existen retos al momento de intervenir la pieza principalmente orgánica. “El mayor reto es el manejo de los materiales delicados por sus dimensiones pequeñas y la fragilidad, pues son materiales orgánicos muy antiguos que con cualquier cosa se pueden dañar. Se debe trabajar con mucha precisión y cuidado”, refiere.
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