Los spots de Trump y la derrota del Estado mexicano

En el viejo régimen priista, el Estado político tenía el control sobre las instituciones privadas que desarrollaban funciones con efectos en la propia fortaleza del Estado. Así fue como Televisa, en voz de su dueño, dijo que la empresa era “un soldado del PRI, un soldado del presidente”, pero con un lenguaje que quería reconocer que la televisión privada formaba parte de la estructura del Estado.

Y no se trata de pruritos estatistas frente a temblorinas neoliberales, sino que se partía de la Real política: Televisa no es una empresa de la industria de la transformación sino es una concesión del Estado y por lo tanto está sometida a reglamentaciones de Estado.

La invocación de que no hay reglas o artículos legales para impedir que el Gobierno de Estados Unidos realice propaganda política en México para imponer los intereses norteamericanos sobre la audiencia mexicana no es más que una preocupante seña de debilidad institucional del Estado.

El modelo ideológico de Estado neoliberal que instaló el presidente Carlos Salinas de Gortari significó el repliegue no solo de los espacios que había ganado el Estado en materia de intervención económica, sino que debilitaron la autoridad del propio Estado por encima del repliegue gubernamental en materia económica. Es decir, la peor herencia del Estado neoliberal que López Obrador no pudo modificar se localiza justamente en la argumentación de que el Estado requiere de instrumental jurídico para tomar decisiones.

Como institución que regula la existencia de México como nación, el Estado no requiere de fundamentaciones jurídicas para tomar decisiones que tengan que ver con la existencia misma del Estado. Los spots de la guerra de propaganda del Gobierno de Estados Unidos violaron la autonomía y soberanía de México. Así de directo.

El contrato del Gobierno de Estados Unidos con Televisa forma parte, quiérase que no, de los principios de seguridad nacional de México, sobre todo a partir del criterio de que las guerras y violaciones de soberanía ya no son como en el pasado: una declaración legal y tropas armadas cruzando las fronteras.

La invasión del espacio televisivo que forja la conducta para bien o para mal de los televidentes es un acto de guerra de propaganda y por lo tanto exige una respuesta de la doctrina de seguridad nacional y de soberanía republicana. En este sentido, el Estado mexicano tiene derecho, facultades y capacidad de decisión para prohibir mensajes de propaganda de un país extranjero que afecta la estabilidad de México.

El neoliberalismo priista-panista-morenista ha debilitado al Estado hasta llevarlo al grado de impotencia para tomar decisiones del nivel de la guerra de propaganda de Estados Unidos. En el pasado del viejo régimen priista, la amenaza de expropiación de Televisa solo fijó el criterio de que el Estado y sus intereses nacionales están por encima de los intereses económicos facturable de una empresa privada.

Si no hay una respuesta de Estado a la guerra de propaganda Estados Unidos, entonces México estará dejando ver una preocupante debilidad para el ejercicio del poder geopolítico frente a los intereses de las estructuras empresariales que no ven los utilidades de la República ni la de los mexicanos y solo responden al lenguaje de la comercialización de un espacio de comunicación electrónica que le pertenece al Estado y a la República y que el sector privado lo tiene solo como concesión a condición de cumplir las estrictas reglas delimitación que todo Estado debe de poner a los intereses privados.

El presidencialismo mexicano se instrumentó como el aparato de poder del Estado que le confiere a una persona –el titular del Poder Ejecutivo– la representación primero de los intereses de soberanía e independencia de la República, luego las prioridades de los sectores sociales no propietarios de medios de producción para regular la equidad social y después el grado de autoridad para ejercer el poder frente a los intereses de sectores empresariales con intereses utilitarios. El Tratado de Comercio Libre desensambló ese Estado y ese presidencialismo y lo subordinó a los intereses comerciales de los productores de bienes y servicios y en la lógica del mismo acuerdo comercial lo sometió al dominio de la inversión extranjera que hoy controla estructura productiva de México.

La guerra de propaganda de propaganda en la televisión mexicana es un desafío al Estado mexicano y a la soberanía e independencia de la república. Así de simple.

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Política para dummies: La política se define por la lucha entre poderes.

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