Raymond Leo Burke había expresado ideas opuestas a los cambios propuestos por el papa Francisco

¿Quién será el próximo Papa? A buen seguro que esta es -y será durante las próximas semanas- la pregunta que más se repetirá en todo el mundo. Todo, tras la muerte del pontífice Francisco a los 88 años de edad. Por lo pronto, Mexico solo tiene dos representantes para elegir el nuevo máximo representante de la Iglesia Católica.
Lo que parece clave es que ahora habrá todo tipo de cábalas sobre quién será, cuáles pueden ser los que suenan más fuerza y, sobre todo, si seguirá la misma corriente que ha dejado Francisco. Por tanto,todas las miradas se dirigen ahora al próximo cónclave.
Raymond Leo Burke es uno de los cardenales que suenan para suceder al papa Francisco. Destaca por su perfil marcadamente conservador, su larga trayectoria dentro de la Iglesia y, también, por ser el ‘candidato de Donald Trump’.
Perfil conservador
Nacido en Wisconsin (EEUU) en 1948, Burke es una de las figuras más prominentes del ala conservadora de la Iglesia católica. Con formación en derecho canónico, ha ocupado algunos de los cargos más relevantes del Vaticano, entre ellos, prefecto del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica -la máxima instancia judicial de la Iglesia- entre 2008 y 2014.
Fue creado cardenal en 2010 por el papa Benedicto XVI y, desde entonces, ha tenido una presencia destacada tanto en Roma como en Estados Unidos. Anteriormente, fue obispo de La Crosse y arzobispo de San Luis, además de patrono de la Soberana Orden Militar de Malta.
Generó una tensión en la Iglesia sin precedentes
Burke es ampliamente conocido por su defensa férrea de la doctrina católica tradicional. Se ha opuesto públicamente a cualquier intento de flexibilizar la postura de la Iglesia sobre temas como el trato a personas LGBTQ, el divorcio o el papel de la mujer. Estas posiciones lo han convertido en un referente para los sectores más conservadores del catolicismo mundial.
Durante el pontificado de Francisco, Burke se convirtió en uno de sus críticos más duros. Sus diferencias con el papa argentino se hicieron cada vez más evidentes, al punto de que, en 2023, Francisco decidió desalojarlo de su residencia en el Vaticano y retirarle su salario, alegando que no debía beneficiarse de privilegios mientras cuestionaba abiertamente al liderazgo eclesiástico.