Además de la reducción en las emisiones, otra posible vía en la transición hacia las energías limpias es el secuestro de carbono
Si hay algo de lo que vamos escasos en la lucha contra el calentamiento global es el tiempo.
Por eso, mientras los países del mundo se preparan para la próxima cumbre del clima con el cumplimiento de los compromisos de descarbonización en el punto de mira, hay científicos e ingenieros que están explorando maneras más directas de reducir el dióxido de carbono atmosférico a corto plazo. Así, en los últimos tiempos comienza a hablarse del secuestro de carbono como una de las vías para acelerar el proceso sin perjuicio del uso primordial de energías renovables o la aplicación de estrategias indirectas basadas en la reforestación.
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- Captura y almacenamiento de carbono (CCS)
La filosofía de esta técnica consiste en capturar y almacenar el carbono antes de que abandone las instalaciones industriales. Existen varias formas de atraparlo, que abarcan desde separación de gases tras la combustión hasta el uso de combustión con oxígeno puro, conocida como oxicombustión, para producir C02 prácticamente puro.
Una vez que se ha secuestrado el carbono, puede inyectarse en formaciones geológicas bajo tierra o bien convertirse en materia prima para su uso en otros procesos industriales.
- Captura directa del aire (DAC)
La captura directa del aire (DAC, por sus siglas en inglés) es más flexible, ya que consiste fundamentalmente en instalar grandes aspiradores en prácticamente cualquier lugar que absorben el aire y capturan el CO2 por medio de disolventes líquidos o un sorbente sólido que se enlazan con el carbono. Una vez que se ha capturado el CO2, se puede liberar por medio de presión o calor. Tras obtenerlo, se transporta para su almacenamiento o su uso a modo de materia prima, tal como sucedía en el caso anterior. En la actualidad, este sistema tiene un coste elevado, pero se espera que este pueda reducirse en un futuro.
- Bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCS)
Dado que las plantas son grandes “devoradoras” de dióxido de carbono, otra estrategia para capturarlo consiste en recurrir a la biomasa. Así, se utilizan residuos vegetales o agrícolas con un contenido de carbono y se convierten en biocombustibles para producir calor o electricidad o bien se queman directamente. Durante el proceso de combustión se aplican técnicas similares a la del sistema CCS, tales como el almacenamiento subterráneo o su uso como materia prima. El resultado es una eliminación neta de dióxido de carbono atmosférico.
- Mineralización
Se trata de una de las últimas técnicas para el secuestro de carbono. Basada en reacciones químicas naturales, la mineralización convierte el CO2 en carbonatos sólidos y estables. Este tipo de reacciones se produce con minerales como el basalto o la olivina. La mineralización puede llevarse a cabo en entornos industriales para la producción de carbonato cálcico que, posteriormente, se añade al cemento para generar hormigón negativo en carbono.
- Secuestro de carbono oceánico
El océano tiene un elevado potencial de secuestro de CO2 de forma natural. De hecho, son los principales sumideros de carbono, junto con los bosques o los suelos agrícolas ya que absorben la cuarta parte de las emisiones globales de este gas. Esto ha llevado a algunos investigadores a proponer la optimización artificial de esta capacidad. Existen dos estrategias en ese sentido:
Potenciar la alcalinidad de los océanos añadiendo piedra caliza en polvo, lo que forma bicarbonato al reaccionar con el CO2 del agua.
Por medio de la fertilización oceánica, es decir añadiendo nutrientes como el hierro que propicien el desarrollo de fitoplancton, unas plantas microscópicas que absorben CO2 por medio de la fotosíntesis.
Por el momento, debido a su elevado coste o posibles riesgos medioambientales, gran parte de las técnicas de secuestro de carbono mencionadas no son viables a gran escala. Sin embargo, sí que hay otros enfoques que permiten reducir el dióxido de carbono en métodos de producción industrial existentes.
Un ejemplo sería el uso de escorias procedentes de procesos industriales al objeto de reducir la cantidad de CO2 necesario para la producción de hormigón. Es el caso del hormigón verde usado por ACCIONA en el puerto de Cádiz y del que te hablamos en este artículo que genera un 27 % menos de emisiones.