El Manantial; 4 mil personas en el olvido

En «El Manantial» la pobreza, cala más que el frío, aquí diario se respira desolación y sufrimiento; hambre y tristeza. Los habitantes pierden las ganas de vivir ante la indolencia de ese par, que desde sus privilegios, se niegan a voltear hacia ellos, que no figuran dentro de las políticas públicas de su alcalde, Enrique Galindo Ceballos, dijo en entrevista con El Heraldo, el Pastor Daniel Ojeda.

Hace ocho años, el Pastor, Daniel Ojeda llegó a la Comunidad «El Manantial», una zona que se ubica a 11 kilómetros de la mancha urbana y que no figura dentro de las políticas públicas de su alcalde, Enrique Galindo Ceballos.

Aquí, al norte de la capital potosina, habitan por lo menos 4 mil personas que enfrentan múltiples carencias y problemas sociales que los pone un escenario muy vulnerable; son ciudadanos olvidados por la autoridad municipal, «nadie nunca ha venido».

En «El Manantial» la pobreza, cala más que el frío, aquí diario se respira desolación y sufrimiento; hambre y tristeza. Los habitantes pierden las ganas de vivir ante la indolencia de ese par, que desde sus privilegios, se niegan a voltear hacia ellos.

No hay servicios públicos, ni médicos, solo tres camiones urbanos ingresan al día, habitan casas invadidas, no tienen oportunidades laborales, aunque muestren ganas de trabajar, para ellos, simplemente no existe nada.

No tienen aspiraciones, porque no conocen otra forma de vida, están desprotegidos, son invisibles ante los ojos de quienes en teoría, deberían defenderlos. Claman justicia social.

«No sé si crees en lo sobre natural, pero Dios me trajo a este lugar, yo puedo decir claramente que Dios me trajo a este lugar, porque mi vida estaba destinada a la ciudad. Yo le dije a Dios, llévame donde realmente exista la necesidad, donde no haya ninguna Iglesia alrededor, donde nadie te conozca y pueda ser bendición, donde realmente necesiten escuchar tu palabra».

Movido por su intuición, Danny como le llaman, comenzó a investigar sobre la zona de crecimiento en la capital potosina y encontró este desarrollo, donde decidió asentar la iglesia.

Con la firme convicción de transformar vidas y mover conciencias, inició el titánico trabajo con pandillas de jóvenes con problemas de adicciones y violencia. Tras rehabilitarlos y encausarlos, les dotan educación o les enseñan un oficio.

Después de seis años de labor, donde palpó la crueldad e inhumanidad, fundó el orfanato donde al momento tiene 15 niños de tiempo completo y una larga lista de espera, que no puede atender por falta de recursos.

«Cada historia te deja una enseñanza, y cada una tiene cierto grado de crueldad, porque cuando tu tienes un corazón de padre, dices, yo no haría esto con mi hijo, o yo no permitiría que esto le pase a mi hijo».

«Pero cuando lo ves de la manera sana, le encuentras el propósito y sabes que Dios te ha llamado a hacer esto, tu corazón se blinda de odiar a las personas y encuentras el amor, eso dignifica».

Los padres de estos menores, están en drogas, prostitución o pobreza extrema, «decidimos aceptar estos niños porque no entran en el sistema, no pueden ir al DIF o a una casa de asistencia social, son niños que quedan flotando».

«Porque no son niños huérfanos, pero hay una paternidad ausente, ellos no encajan en ninguna parte para poder recibir un apoyo, con ellos trabajamos».

«Todas las historias que yo escucho no son fáciles de digerir, algunas de ellas han generado traumas en mi y en el equipo de trabajo, nos afectan mucho porque amamos a los niños».

Han sido ocho años muy difíciles, dijo, al aceptar que se somete a tratamientos psicológicos, para desahogar sus emociones al ver y convivir con menores en situación de vulnerabilidad extrema.

«De ver, escuchar de primera mano, cosas que suceden con los niños, cada niño tiene una historia y no es buena, pero ese es nuestro trabajo, eso es a lo que Dios me ha llamado. Vamos a superar el pasado, porque tenemos un futuro mejor».

Danny con ayuda de otras personas y benefactores provee a los niños de todos los recursos para que crezcan en un ambiente sano, y en un futuro, salgan adelante y sean hombres y mujeres de bien.

El problema más común de los menores que habitan en esta casa hogar, son familias disfuncionales, abuso sexual y trastorno de identidad.

El Manantial es un lugar de mucha carencia, donde hay problemáticas en exceso, refirió al ejemplificar, adiciones, pobreza, hambre, embarazos no deseados, violencia, «es un lugar muy limitado, donde no hay nada grande».

«Aquí caminas por las calles y no hay nada que te diga que aquí puedes cumplir tus sueños, no hay nada que te motive a tener fe y esperanza, no hay nada, no hay algo que te lleve a anhelar algo más en tu vida».
«Eso es Manantial, es un lugar de muchísima necesidad donde yo sé que en unos años van a escuchar cosas muy buenas del Manantial, yo sé que Dios va a mover los ojos de la gente hacia este lugar».

En entrevista para El Heraldo, Daniel Ojeda, insistió que es una comunidad totalmente olvidada, a donde no llegan apoyos, ni recursos de la autoridad que los gobierna.

«Es muy notorio porque sales de la colonia y te das cuenta todos los apoyos sociales que hay, de Centenario para Manantial se abre una brecha muy grande, esta muy marcada la diferencia de Manantial a las colonias alrededor».

Aquí, su alcalde, Enrique Galindo Ceballos, jamás se ha parado. «Él sabe que existe Ciudad Satélite, no baja a Manantial, él no conoce de nosotros, vino un domingo a hacer la actividad que él hace en esta zona, pero llegó a Ciudad Satélite, se puso a barrer La Glorieta, pero acá ni se asomo».

Esta labor con todas sus complicaciones, dijo, es muy gratificante sobre todo cuando ves el resultado final, de un pequeño que llegó hace tiempo con hambre y hoy ya es un joven que estudia la universidad y tiene metas y sueños.

«Puedo reconocer, hasta donde Dios me ha llevado, y hacia donde nos quiere llevar, nuestro sueño no son 15 niños, iniciamos con ellos, pero anhelamos transformar más vidas, siempre estamos ansiosos de querer más, cuando veo ocho años atrás, digo, todo ha valido la pena».

Además de los 15 niños que están bajo el resguardo en la Casa Hogar, 20 niños más reciben las tres comidas diarias y apoyo para sus estudios y demás necesidades.

Cada menor cuesta alrededor de mil 300 pesos por semana, que se cubren gracias a la colaboración de algunas empresa y personas que los apadrinan. Daniel no recibe apoyo económico, todo es en especie. Tampoco maneja redes sociales, porque está seguro que la ayuda que se otorga de corazón, no tiene que presumirse, «no vendemos la necesidad».

«La gente cree que vivimos de los niños, pero no es así, si tu apadrinas un niño, te encargas de proveerle de todo en especie, tu le traes la ropa, traes su comida, de esa manera separamos y cuidamos el ministerio».

Las instalaciones son muy limitadas, motivo por el cual no pueden recibir más menores, por lo que hizo un llamado a las autoridades a donar un terreno y apoyar con el proceso legal que aún les falta para estar constituidos.

«Aquí legalmente estamos avanzando, no estoy constituido al 100 por ciento, me falta el RFC, ser una donataria, acercarme al DIF, pero desde el principio nosotros establecimos que la Casa Hogar es a través de un acuerdo con los padres totalmente legal».

«Aquí hay un reglamento y el papá decide si deja o no a su hijo, nunca nos ha pasado que digan no, me lo llevo porque no estoy de acuerdo. Yo no he tenido que salir a buscar a los niños, los niños y sus papás se acercan».

La Iglesia y la Casa Hogar «El Manantial» tiene la misión de: «a donde nadie quiere ir, lo que nadie quiere amar, lo que nadie quiere hacer, eso lo haremos nosotros».

«He cuidado todas las formas, yo no duermo con ellos, hay cuidadores que me apoyan. No quiero que se malinterprete mi trabajo, que es más de logística, de conseguir apoyos, de disciplinar a los niños, soy como el papá, checar tareas, ir a juntas, estar presentes presentes en eventos».

Tres de los niños que estan bajo su resguardo, tienen una beca total en un Colegio Particular ubicado en Himno Nacional y el resto asiste a una escuela pública. Danny invito a la población a unirse a esta lucha para mejorar la calidad de vida de más menores.

«Cualquier persona lo puede hacer, solo tenemos unos filtros, uno, el compromiso, dos, que el niño no se vuelva una carga, que tu seas clara con cuanto tiempo, que digas cuanto puedes apadrinar. Nosotros podemos ir por el apoyo».

El lugar se ubica a 11 kilómetros de la mancha urbana y llegas por toda la carretera Rioverde, pasando el Parador El Potosino, justo al ver la zona industrial, giras a la derecha, «Aquí nos encuentran siempre. Bienvenida la ayuda».

«Muchos me dicen que yo he salvado la vida de estos niños, pero yo les digo que no, ellos me salvaron a mi de llevar una vida cómoda, una vida que no va a trascender, ellos para mi, son mi salvación, yo no he hecho nada por ellos, ellos hicieron todo por mi».