La política mexicana ha tenido una especial debilidad por los mitos: el modelo de maximato comoejercicio absolutista del poder presidencial se le acreditó al general Plutarco Elías Calles como derivación de su caracterización como jefe máximo de la Revolución, después del sospechoso asesinato del presidente electo Álvaro Obregón. Sin embargo, el único maximato en la historia ha sido el del presidente Porfirio Díaz que gobernó en tiempo real de 1876 a 1911.
Elías Calles quedó atrapado en el asesinato político de Obregón como el principal beneficiario del crimen y utilizó el poder institucional de la Presidencia de la República para erigirse en el factor de equilibrio político con el principal sector que pudo haber llevado al país a una segunda guerra civil: los militares. En una reunión con generales en septiembre de 1928, Elías Calles logró el apoyo castrense para conducir dos sucesiones de emergencia: la designación del presidente interino y la selección del candidato a las nuevas elecciones en 1930, y argumentó que esos dos nombramientos tendrían que ser para civiles como forma de evitar la disputa militar por el poder.
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El tiempo político de Elías Calles fue breve: apenas ocho años, del nombramiento de Emilio Portes Gil como presidente interino a la decisión de poder del presidente Cárdenas en 1936 de subirlo por la fuerza en un avión y mandarlo al exilio en Los Ángeles. En los hechos, Elías Calles designó a tres presidentes débiles –Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez– y no pudo detener la fuerza política del general Cárdenas para imponerse como candidato oficial en 1934. En su corto período, Elías Calles no ejerció realmente un maximato de poder, sino que quedó en la caracterización del historiador Tzvi Medin: un “minimato presidencial”, reducido solo a designar a la parte decisivas de los gabinetes, acordar en directo con los secretarios de Estado, imponerse sobre los presidentes de manera ostentosa y solo demostrar que él mandaba y que sus intereses dominaban las decisiones presidenciales.
Todos los presidentes desde Juárez han querido ejercer el poder transexenal –o transcuatrianual–, pero sólo Porfirio Díaz lo logró: Carranza no pudo poner sucesor, Obregón impuso a Elías Calles y éste lo destruyó, Elías Calles impuso a Cárdenas y fue exiliado, Cárdenas optó por Ávila Camacho para resguardar el proyecto revolucionario y fue hecho a un lado de inmediato, Alemán impuso a Ruiz Cortines suponiendo el factor edad y fue acotado de inmediato, Díaz Ordaz decidió de manera institucional por Echeverría y este lo traicionó desde la campaña, Echeverría vio en López Portillo una pieza débil y fue enviado a la embajada más lejana, López Portillo se arrepintió de Miguel de la Madrid, De la Madrid escogió a Salinas de Gortari y fue marginado del poder, Salinas puso a Zedillo y fue exiliado del país, y Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto no pudieron poner sucesores ganadores.
El llamado maximato callista aparece en las críticas al presidente López Obrador, pero sólo como retórica de miedo y a partir de tres continuidades: personal, de proyecto y de grupo, aunque sin garantías de éxito. Salinas de Gortari destapó a Colosio por su disciplina y sumisión, pero el sonorense rompió con su padrino político y pactó con Manuel Camacho Solís la reforma política que Salinas nunca aceptó, y luego destapó a Zedillo por su lealtad y obediencia, pero las circunstancias del poder y el peso del cadáver político de Colosio condujeron a la ruptura institucional.
Después de Díaz, el sistema político solo ha permitido micro-minimaximatos presidenciales… y a veces ni eso.
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Política para dummies: La política debe leerse desde el poder.
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