Por embellecimiento, masacraron árboles tradicionales en Calle Arista

Previo a la Semana Santa fueron sacados de raíz y talados varios árboles de la Plaza de Fundadores y de la calle de Arista en esta Capital potosina por trabajadores de la Dirección de Imagen Urbana, a cargo de René Díaz González. Lo anterior sucedió a pretexto de que los árboles se encontraban muertos o emplagados. También fue encubierta esta acción, calificada por ciudadanos como “ecocidio”, bajo la palabra “poda”, cuando en realidad habían sido arrancados y talados.
Estas acciones ocasionaron fuertes críticas a través de cuentas en redes sociales digitales, así como por medio de llamadas telefónicas y correos electrónicos de vecinos y comerciantes de la Plaza de Fundadores y de la calle de Arista, quienes afirmaron que dichos árboles no estaban muertos, como aseguraba la dirección de Imagen Urbana del Ayuntamiento de San Luis Potosí.
Como en la calle de Arista se realizan obras de remodelación, algunas miradas voltearon a ver a Juan Carlos Machinena Morales, como delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Menudearon las críticas hacia este funcionario, alimentadas todavía más por el hecho de que la administración del estacionamiento subterráneo en la Plaza Fundadores colocó un portal luminoso, lo cual está prohibido por normas y reglamentos en el perímetro del Centro Histórico.
Sin embargo, Machinena aclaró que la dependencia a su cargo no era responsable de vigilar la salud o existencia de especies arbóreas, salvo que éstas tengan algún referente histórico, y que, en cambio, sí estaban implicadas tanto la Secretaría de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, la Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental, y la Dirección de Imagen Urbana.
Después de la tala de árboles, tanto la calle de Arista como la Plaza Fundadores quedaron pelonas, sin árboles que les den vida y distraigan la mirada o den albergue a las parvadas de pájaros, algunos característicos de la zona, como los Guachichiles (o gorriones de cabeza roja). También desaparecieron los trinos de aves que introducían algo de música natural a la zona, entre el ruido de escapes de motores y crujido de huesos de automóviles.
La misma era una de las pocas zonas que sobrevivían arboladas en el Centro Histórico, que cada vez más se ve cubierto por desiertos de cemento y cantera, como el estéril paseo de Avenida Reforma. Estos árboles desecados, masacrados y arrancados por la miope conciencia de algún burócrata de quinta categoría, creaban, al mismo tiempo, un paisaje provinciano al conjunto adoquinado y a los viejos edificios del sitio.
Sin embargo, a pesar de las denuncias, de las protestas y del sentimiento de pérdida expresado por ciudadanos, ninguno de los funcionarios implicados en esta masacre contra la naturaleza y la escena urbana de la Capital potosina ha sido despedido por sus correspondientes jefes.

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