El impacto ambiental de la pandemia; un respiro breve para la naturaleza

Durante la pandemia de COVID-19, la reducción de la actividad humana permitió a la vida salvaje recuperar terreno, pero cinco años después, las lecciones ambientales parecen haber sido olvidadas.

Con el confinamiento de la humanidad debido a la pandemia de COVID-19, el planeta experimentó una reducción significativa de las emisiones contaminantes, lo que permitió a la naturaleza respirar por un corto periodo. Las actividades humanas como los desplazamientos, el tráfico aéreo y las emisiones industriales disminuyeron drásticamente, lo que resultó en mejoras inmediatas para el medio ambiente.

Según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las emisiones globales de CO2 de origen fósil cayeron un 5.6% en 2020. Las concentraciones de dióxido de nitrógeno (NO2) en las ciudades de Europa, China y Estados Unidos disminuyeron entre un 40% y 50%, evidenciando la relación directa entre la actividad humana y la calidad del aire.

La disminución de la actividad humana también permitió que los animales salvajes ocuparan espacios urbanos y naturales deshabitados. Delfines nadaron nuevamente en los canales de Venecia, mientras que ciervos, jabalíes, e incluso un oso pardo en Asturias, España, se aventuraron en áreas habitadas por humanos.

Un estudio realizado por 175 científicos internacionales reveló que los mamíferos terrestres aumentaron hasta un 73% las distancias recorridas y se acercaron más a las carreteras en busca de hábitats tranquilos. Estos hallazgos muestran cómo los animales pueden adaptarse rápidamente a cambios drásticos en su entorno, como las restricciones impuestas por la pandemia.

Sin embargo, tras este respiro temporal, la recuperación del medio ambiente ha sido efímera. A medida que las restricciones se levantaron y la actividad humana se normalizó, las emisiones contaminantes volvieron a aumentar, y las políticas de protección ambiental que surgieron durante la pandemia no se mantuvieron a largo plazo.

Los ecologistas advierten que, aunque hubo un breve impulso para mejorar la relación entre los humanos y el medio ambiente, las zonas naturales han sido turistificadas, lo que compromete su conservación. La sobreexplotación de estos espacios y la falta de protección adecuada están deteriorando los beneficios de la pausa ambiental vivida en los primeros meses del COVID-19.

La Organización Meteorológica Mundial señaló que las emisiones de CO2 están nuevamente alcanzando niveles récord y no se han logrado los objetivos necesarios para frenar el cambio climático. La desaceleración económica provocada por la pandemia no ha sido suficiente para cambiar la trayectoria del calentamiento global, y los esfuerzos para reducir las emisiones aún son insuficientes.

A pesar de estos desafíos, algunos ecologistas consideran que las lecciones positivas de la pandemia pueden aplicarse a futuro. Pedro Zorrilla, de Greenpeace España, señala que la reducción de emisiones durante el confinamiento fue significativa y demuestra que políticas públicas agresivas pueden ser efectivas en la lucha contra el cambio climático, siempre y cuando exista la voluntad política para implementarlas a largo plazo.

El respiro que la naturaleza experimentó durante la pandemia de COVID-19 fue un recordatorio de la capacidad del medio ambiente para recuperarse rápidamente si se le da un respiro. Sin embargo, el regreso a la normalidad ha traído consigo un regreso a los niveles previos de contaminación, lo que subraya la necesidad urgente de implementar cambios sostenibles en la forma en que interactuamos con el planeta.

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