
La Costa Sur de Jalisco, ubicada entre la Sierra Madre del Sur, el Eje Neovolcánico Transversal y la Sierra Madre Occidental, es hogar de la comunidad indígena de los nahuas. Este grupo étnico, descendiente directo de las antiguas civilizaciones mesoamericanas, como los aztecas y los toltecas, ha desempeñado un papel crucial en la conformación del legado cultural, histórico y espiritual de la región occidental de México. Su riqueza cultural se refleja en diversas tradiciones, prácticas agrícolas y artesanías que han perdurado a lo largo del tiempo, preservando la esencia de un pasado vibrante y lleno de historia.
Las localidades de Ayotitlán, Telcruz, Cuzalapa y Chacala, situadas en el corazón de la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Manantlán, destacan no solo por ser las más pobladas de esta región, sino también por ser verdaderos baluartes culturales que representan la esencia de su identidad. En estos pueblos, las tradiciones ancestrales y las costumbres profundamente arraigadas han resistido el paso del tiempo, tejiéndose en el estilo cotidiano de la vida comunitaria. La idiosincrasia de sus habitantes, marcada por un respeto profundo hacia su entorno natural y un sentido comunitario inherente, hace de esta región un aspecto viviente del vínculo entre la naturaleza y el ser humano. Este territorio, que combina riqueza histórica, simbolismo y expresiones culturales únicas, se convierte en un emblema no solo para Jalisco, sino para todo México. Aquí, cada festividad, ritual y expresión artística es un testimonio de la vitalidad de sus raíces, al mismo tiempo que se adapta con sutileza a los desafíos del mundo contemporáneo.
En complemento al panorama mencionado, las generaciones más jóvenes están logrando equilibrar su educación formal con las responsabilidades inherentes al trabajo familiar, el cual está profundamente ligado a actividades tradicionales como la agricultura y el cuidado de ganado diverso. Este esfuerzo combinado refuerza los lazos intergeneracionales y asegura la continuidad de prácticas productivas esenciales para la región. Además, estas familias han sabido aprovechar los apoyos brindados por el gobierno federal, que incluyen incentivos y programas específicos para el desarrollo agrícola. Estas iniciativas no solo fortalecen las cosechas, incrementando la calidad y cantidad de los productos, sino que también, fomentan el crecimiento sostenible de su actividad contribuyendo al bienestar económico y social de las comunidades rurales.
El contexto de habitabilidad indígena en el año 2025 ha adquirido un papel central y creciente en la comprensión de lo que estas comunidades representan como colectivos. Su relevancia va más allá de lo tangible, consolidándose como una fuente de identidad, desarrollo y liderazgo, tanto para los propios integrantes de las comunidades como para el entorno que los rodea. Este auge ha suscitado reflexiones importantes en torno a la forma en que habitan, los elementos que configuran su día a día y las dinámicas que surgen en sus espacios de vida. Entre las interrogantes que emergen, destaca la exploración de sus gustos y preferencias personales dentro de un espacio arquitectónico: ¿Qué valores y símbolos consideran esenciales en sus hogares? ¿Cómo se refleja su cosmovisión en el diseño y organización de sus viviendas? Asimismo, surge la necesidad de analizar el impacto de las variables ambientales, como la incidencia solar, la temperatura, la humedad y el viento, en sus actividades cotidianas y, en particular, en su vida laboral. La habitabilidad no es únicamente una cuestión funcional, sino que está intrínsecamente ligada al bienestar físico y emocional de las personas. Por ello, resulta fundamental desarrollar estrategias arquitectónicas que permitan mitigar los efectos adversos del clima, garantizando un confort óptimo en sus viviendas. Soluciones como el uso de materiales tradicionales y sostenibles, el diseño de ventilación natural eficiente y la incorporación de elementos de sombra, como techos vegetales o pérgolas, adquieren gran relevancia en este proceso.
Los habitantes de estas comunidades tienen una forma de habitar única que refleja su profundo vínculo con las tradiciones y el entorno que los rodea. Uno de los elementos más emblemáticos en sus viviendas es el fogón de leña, ubicado en el interior del hogar. Este instrumento no solo facilita la cocción de los alimentos, sino que añade un sabor característico y auténtico a los platillos que forman parte de su desayuno, comida y cena, convirtiendo cada comida en una experiencia ligada a su identidad cultural. El comedor, por su parte, ocupa un lugar central en la vida cotidiana, actuando como un espacio clave para la reunión y la convivencia familiar. En él, los lazos entre los miembros de la familia se fortalecen a través de las conversaciones, y momentos compartidos durante cada comida. Además, los patios y corrales al aire libre representan un componente esencial de estas viviendas. En ellos, se llevan a cabo diversas actividades productivas que forman parte de la vida comunitaria, como el desgrane de mazorcas de maíz, una tarea que mezcla el esfuerzo físico con la preservación de tradiciones agrícolas. También destacan los trabajos artesanales, en los que manos hábiles crean piezas que reflejan la riqueza cultural y la creatividad de la comunidad. Finalmente, el cultivo de hortalizas, realizado con dedicación y conocimiento ancestral, garantiza el acceso a alimentos frescos y fomenta la autosuficiencia.
En apego a lo señalado, se fomenta la continuidad del trabajo colaborativo con las cuatro comunidades indígenas representativas de la Sierra de Manantlán, Jalisco: Ayotitlán, Cuzalapa, Chacala y Telcruz. Estas localidades, de gran riqueza cultural y natural, representan un verdadero tesoro, pero al mismo tiempo enfrentan múltiples necesidades relacionadas con el mejoramiento de sus espacios habitables, la promoción de una interacción mutua más efectiva y el fortalecimiento de la convivencia social. En este contexto, se plantea la elaboración de una estrategia de trabajo profunda y estructurada, orientada hacia la implementación de un proyecto de investigación integral que tenga como objetivo abordar de manera oportuna y respetuosa las particularidades de su forma habitual de vida. Asimismo, este esfuerzo se alinea con el propósito de fomentar el desarrollo integral y patrimonial, promoviendo soluciones sostenibles que respondan a las necesidades específicas de las comunidades. De esta manera, se busca no solo mejorar las condiciones de habitabilidad y calidad de vida, sino también preservar y potenciar su identidad cultural, fortaleciendo su resiliencia frente a los retos del contexto contemporáneo.