Testamento de Amor, por un Papa Bueno

El Papa Juan XXIII a la edad de 14 años sintió una fuerte atracción por el llamado de Dios, ya que siendo muy joven se ordenó como sacerdote

“Unidad, libertad y paz: gran trinomio que, considerado en los fulgores de la fe apostólica, es para nuestras almas motivo de elevación y de fervorosa fraternidad humana y cristiana”. Qué bonito pensamiento tan humano, profundo y reflexivo como este y muchos más nos dejó para siempre Angelo Giuseppe Roncalli, mejor conocido para nosotros los cristianos católicos como San Juan XXIII, o bien, simplemente el ´Papa Bueno´. Para recordarlo el día de hoy con gran cariño mis apreciables lectores de El Heraldo, el pasado viernes 11 se conmemoró su memoria litúrgica, considerado un gran impulsor y reformador de la Iglesia católica en el Siglo XX, ya que hasta hoy no se ha llevado a cabo otro Concilio por parte del Vaticano; es por ello que no quise dejar pasar desapercibido este gran legado que lleva -en mi opinión- un verdadero significado religioso: el testamento de amor puro para todo creyente y no creyente de la Palabra, porque la bondad y compasión infinita de Dios, no excluyen a nadie en la faz de la tierra creada por Él mismo.

El Papa Juan XXIII (1881-1963) de origen italiano, a la edad de 14 años sintió una fuerte atracción por el llamado de Dios, ya que siendo muy joven se ordenó como sacerdote en el año 1904; es decir, en este 2024 estamos conmemorando el 120 Aniversario de su Ordenación Sacerdotal, del Sacramento más misericordioso de la Santa Iglesia de Dios. Es precisamente a este Pontífice a quien se debe la nueva visión del catolicismo “moderno”, ya que en 1962 convocó a grandes jerarcas de la misma Iglesia, inclusive de otras religiones del mundo para observar y manifestar diferentes puntos de vista externos a la propia. Pero, ¿en qué consistió dicho Concilio Vaticano II? Justamente hace 65 Años (1959), el Santo Padre al poco tiempo de haber sido electo por el Conclave de la Curia Romana, dio a conocer que muy pronto se estaría llevando a cabo un Concilio Ecuménico, cuyo propósito era adaptar a la Iglesia en los nuevos tiempos, sin perder desde luego su esencia, de cara hacia la humanidad, con una mejor preparación y mayor participación dentro de la misma, donde se sintiera esa profunda Comunión entre presbíteros, fieles y Dios Padre. 

En octubre de 1962 el Papa Angelo Giuseppe inicia ese anhelado sueño hecho realidad para Gloria de Dios y de toda su Santa Iglesia. Cabe señalar, que a pesar de no haber visto concluida la intención reformadora emanada de una buena obra de amor, especialmente para sus fieles desde la Santa Sede al lado de su Grey Católica por atender el llamado de la Santísima Trinidad para su descanso eterno, lo concluyó con excelente aceptación después de tantos puntos de vista, argumentos y debates, el Papa Pablo VI en 1965. Cuatro sesiones en total marcaron la historia de la religión con el segundo Concilio de 1962 a 1965; aprobándose concretamente lo siguiente: 

la perfección eficaz como método de trabajo con grandes frutos esperados por la iglesia católica; la aceptación de la libertad religiosa; el esquema de aprobación en apostolados para laicos. De igual manera, las 4 Constituciones: Sacrosanctum Concilium (sobre la Sagrada Liturgia); Dei Verbum (sobre la Divina Revelación); Lumen Gentium (sobre la Iglesia); y Gaudium et Spes  (sobre la Iglesia en el mundo actual). Asimismo 4 declaraciones y 9 decretos en el que seguramente uno de ellos es muy conocido en la actualidad por muchos de nosotros, el cual consiste en que después del Concilio Vaticano II, las futuras celebraciones o concelebraciones Eucarísticas, cantos religiosos, y hasta las sagradas bendiciones a los feligreses por parte de los sacerdotes, ya no se darían en latín (el latín era la lengua oficial del rito romano, inclusive el propio Concilio se dio en latín; por eso es que así se realizaba anteriormente una Santa Misa, y se eligió tal idioma para la Liturgia ofrecida, porque en ese entonces era el más común y tradicional por aprenderlo y hablarlo desde muchos años atrás, después que históricamente perdiera fuerza el griego, hebreo y arameo). Entonces, el mismo Concilio, permitió a través y desde su aprobación, que las misas serían en lenguas vernáculas (idioma oficial de cada país). 

La primera Eucaristía celebrada en italiano, en su propia lengua, ya no en latín, se dio el 7 de marzo de 1965 por el Papa Pablo VI en la Parroquia de Ognissanti {todos los Santos} en Roma, Italia. En su Homilía, el Santo Padre mencionó: “se inaugura hoy la nueva forma de Liturgia en todas las misas en las que participa el pueblo. La norma fundamental de ahora en adelante, es la de rezar, comprendiendo el sentido de cada frase y de cada palabra. Este es un gran acontecimiento que se recordará como principio de abundante vida espiritual. Como un compromiso nuevo para corresponder al gran diálogo entre Dios y el hombre”. Fue entonces que, a partir de esa fecha tan precedente, se cambiaron todos los textos litúrgicos, del latín a sus propios idiomas, incluyendo libros, cartas apostólicas, encíclicas y hasta la misma Biblia.

En cuanto al permiso para que se iniciara con la Santa Misa por vez primera en castellano y, mientras que se preparaban y adaptaban al cambio los fieles y el propio clero a la nueva liturgia; se autoriza por el mismo Pablo VI en 1964, exactamente 60 Años; solo que ésta se llevó a cabo en Sevilla, España el 10 de febrero de 1965, concelebrada por el Clérigo Francisco Gil Delgado y Monseñor José María Cirarda, Obispo auxiliar de Sevilla.        

Por consiguiente, ustedes se preguntarán: ¿cuándo se efectuó entonces el Concilio Vaticano I? En  el año 1864 por el Papa Pío IX, hace 155 Años de ello. Es considerado así por tener relación más cercana al segundo (Siglo XIX y XX), aunque también existió el Concilio de Trento en 1545 convocado por el Papa Pablo III en su Pontificado de 1534-1549 hace 475 Años, en respuesta a la Reforma Protestante y, de hecho fue el primero que se dio, solo que en el Siglo XVI. 

Esto es realmente una parte de reflexión histórica de nuestra Iglesia católica, por eso cada que nos encontremos dentro de un Templo para presenciar con solemnidad la Santa Misa, Eucaristía y Homilía, acordémonos de tantas cosas por las que ha pasado durante cientos de años; y nosotros DEBEMOS qué defenderla y sostenerla siempre, por las generaciones futuras y por Dios Padre Todopoderoso y Eterno.

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