En lo que fue la larga etapa de los gobiernos llamados neoliberales la atención a los grupos indígenas fue ineficaz, por decir lo menos
El 1 de marzo pasado cuando inicio su campaña por la presidencia de México en el Zócalo de la Ciudad de México la Doctora Claudia Sheinbaum Pardo, candidata presidencial de la Coalición “Sigamos Haciendo Historia” (Morena/PT/Verde), En el apartado de República Fraterna, aseveró con contundencia que “seguiremos construyendo igualdad para los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas. Vamos a luchar por la aprobación de la reforma constitucional que presentó el presidente, seguiremos con los planes de justicia y promoveremos el reconocimiento de las culturas y las lenguas”. Asimismo, en el primer debate con l@s otr@s contendientes por el mayor cargo de responsabilidad política en el país, celebrado el domingo 7 de abril, Claudia reitero “vamos a modificar la Constitución para que por primera vez las comunidades indígenas sean sujetos de derechos. Van a continuar los programas de justicia”. Resulta muy importante y alentador el compromiso tan claro de la futura presidenta de México -de acuerdo con todas las encuestas publicadas hasta la fecha, Claudia ganará las elecciones del 2 de junio- porque estará de gira en la Huasteca Potosina el martes en Ciudad Valles y el miércoles en Tamazunchale y es en ese espacio geográfico es donde vive y se desarrolla una parte muy importante de la sociedad potosina indígena y que es la misma que por siglos ha esperado justicia en toda la extensión del concepto.
Refieren los antropólogos en el “Diagnóstico Regional de La Huasteca. Proyecto Perfiles Indígenas de México” (Agustín Ávila, Álvaro González, Salomón Nahmad y Tania Carrasco) que la civilización huasteca nació hacia el año 2000 a.C. cuando grupos mayas emigraron hacia la región del Pánuco y nos dicen que La huasteca pertenece al tronco lingüístico maya, se estableció en su territorio actual en la costa del Golfo de México hace aproximadamente 3,600 años. Teenek o huastecos, nahuas, otomíes, pames y tepehuas y, en menor medida, totonacas y chichimecas jonáz constituyen los pueblos indios de la región, y son herederos de un patrimonio histórico y cultural proveniente de los antiguos pobladores de la zona. Nos dicen los investigadores que su identidad se expresa en el uso de sus lenguas, en la religión, el modo de vida, la indumentaria, los patrones alimentarios, el sistema político de gobierno y la propia lógica económica. Hasta aquí está referencia.
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En lo que fue la larga etapa de los gobiernos llamados neoliberales la atención a los grupos indígenas fue ineficaz, por decir lo menos. Nadie, creo, podrá contradecir un par de verdades que se sustentan en la realidad: 1) Si algún segmento poblacional ha sido objeto de injusticias, de abusos, de represiones, de vejaciones, de promesas incumplidas, en México y en San Luis Potosí es precisamente la población indígena; 2) Históricamente, los programas gubernamentales de los que existe antecedente han sido fallidos y “no han logrado en la actualidad minimizar el grado de hambre, la miseria y la marginación en que se debaten indígenas, mucho menos han logrado incrementar la producción y los rendimientos agropecuarios en la región”.
Se puede hacer memoria revisar los resultados de programas como el Programa Integral de Desarrollo Rural-Coordinadora General del Plan Nacional para las Zonas Deprimidas y Grupos Marginados (PIDER-COPLAMAR) (1976-1981); el Programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL) (1990-1995); del Programa de Apoyo a Productores de Café (1990-1995); el Programa de Apoyo al Campo (PROCAMPO) (1993-1995); el de Programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA 1997); el Programa OPORTUNIDADES (2002); o el de PROSPERA programa de Inclusión Social que se instauró por decreto presidencial el 5 de septiembre de 2014 y nos daremos cuenta que todos estos programas, por la mejor buena voluntad institucional que los haya inspirado, resultaron insuficientes y se cargaron de corrupción en su instrumentación. Por tanto, no lograron los efectos sociales necesarios para revertir las condiciones lacerantes que lastiman a las poblaciones indígenas.
Es ahora, con la ideología de la Cuarta Transformación que postula el lema de “Por el bien de todos primero los pobres” y que a partir del 1 de octubre liderará Claudia Sheinbaum, cuando la gran expectativa de justicia prende una luz de esperanza. Del total de potosinos que somos (2 millones 822 mil según el INEGI), en la huasteca viven 1 millón 439 mil personas, poco más del 50%. En los 20 Municipios que conforman la hermosa Huasteca Potosina (Aquismón, Axtla de Terrazas, Cd. Valles, Coxcatlan, Ébano, El Naranjo, Huehuetlán, Matlapa, San Antonio, San Martin Chalchicuautla, San Vicente Tancuayalab, Tamasopo, Tamazunchale, Tampacán, Tampamolón, Tamuín, Tancanhuitz de Santos, Tanlajas, Tanquián de Escobedo y Xilitla) se expresa la profundidad tanto de la historia de las comunidades indígenas como las grandes capacidades, tradiciones y fortalezas de su gente. Con el compromiso de Claudia Sheinbaum y con la ideología de la 4T debemos avanzar en un modelo de desarrollo diferente que se salga de la retórica política y que enfrente, con eficacia y de manera decidida y frontal las raíces de la desigualdad social. En Claudia Sheinbaum están nuestras esperanzas de justicia. Ya es hora.