A escasas siete semanas de las elecciones presidenciales del 2 de junio de 2024, campañas y candidatos han demostrado no estar a la altura del desafío nacional: los debates y posdebates y los discursos en la plaza y en los medios son de una ramplonería sorprendente que pudiera dejar la sensación de que el relevo político con el nuevo mapa electoral dejará una República en manos de improvisados.
La candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz sigue enredándose en la justificación de su incompetencia política, de su mediocre discurso ideológico de las gelatinas y de la falta de representatividad real de las estructuras del PRI y del PAN, aunque muestra una enorme satisfacción porque le puso a su adversaria el apodo de “dama de hielo”, como si estuviera en un debate de primaria pública. Lo grave es que “la candidata del PRIAN” carece de un proyecto nacional de desarrollo.
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La candidata oficial Claudia Sheinbaum Pardo fue a lo que le dijeron que fuera y evitó las provocaciones, pero al final tampoco redefinió su proyecto de nación aún por encima de los rieles del proyecto lopezobradorista autodenominado como 4-T. La exposición de los saldos positivos de su gobierno en Ciudad de México no alcanza para una candidatura presidencial, ni con mucho, definir los perfiles de un proyecto para quien quiere conducir desde la presidencia de la República el rumbo nacional en los próximos seis años.
Hacia abajo, las candidaturas a gobernadores, senadores, diputados federales y locales, presidentes municipales, alcaldes de alguna que otra posición adicional también están mostrando la falta de representatividad de proyectos políticos que conmuevan a los electores y los lleven a las urnas el próximo domingo 2 de junio y las campañas se están disminuyendo a su mínima expresión: vota por mí, porque no hay otra opción. Estas candidaturas a más de 20 mil cargos públicos van a reconfigurar de manera lamentable el nuevo mapa de distribución del poder.
Los tres candidatos a la presidencia de la República –dos mujeres y un hombre– se han olvidado de que representan la punta de lanza de sus diferentes candidatos, corrientes y partidos políticos, pero en esta campaña cada uno de los tres anda por su cuenta y sin presentar la primera propuesta de enfoque estratégico nacional: el próximo presidente de la República, sea hombre o mujer, tendrá que coordinar la nueva estructura nacional del poder a nivel regional, estatal, municipal y hasta de rancherías.
En este contexto, ninguno de los tres candidatos presidenciales ha logrado siquiera de manera demagógica definir un proyecto de nación y sus plataformas electorales registradas por ley en el INE pueden considerarse, sin faltar al respeto, como basura político-electoral, sin que siquiera pudiera rescatarse alguna frase de contenido real de lo que se propone para el próximo sexenio.
Los tres candidatos a la presidencia no han tenido siquiera la ocurrencia de hacer para sí mismos un diagnóstico de la crisis nacional y menos aún se han preocupado por llevar esa interpretación a discursos de propuestas que realmente resuelvan los problemas de la crisis. Para Gálvez Ruiz todo está mal y sólo rescatará aquellos programas que le garanticen votos; para Sheinbaum Pardo todo está bien que tranquiliza al país diciendo que será intendente de lo que se ha hecho en el sexenio actual y ha evitado reconocer que el proyecto lopezobradorista ya dio de sí y no podrá sobrevivir un día más después de la toma de posesión; y para Máynez hay un país que lo está esperando a ritmo musical y sin ninguna, pero ninguna, idea rescatable.
Lo grave del asunto no radica en el hecho de que los candidatos estén fuera de la realidad y solo estén buscando acumular votos por su condición de abanderados de una propuesta partidista, sino que es preocupante que ninguno de los tres tenga propuestas reales, en tanto que carecen de un diagnóstico de la dimensión real de la crisis, y los tres caigan en la trampa demagógica de que su sola presencia en el cargo responsable del Ejecutivo federal será suficiente para que la realidad se acomode a sus deseos. Lo que no entienden los tres candidatos es que el final del sexenio lopezobradorista marcará también el final de un proyecto histórico.
Los 48 días que faltan para las elecciones terminarán de mostrar que los candidatos a todos los cargos públicos están por debajo del desafío nacional.
Política para dummies: la política a veces es el grito de ¡sálvese quien pueda!
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