La mentira es cosa común en la política burguesa
La palabrería soporífera de López Obrador ha sido el soporte de su farsa e hipocresía, pero también su ariete para enfrentar a sus enemigos. Usa la mentira y la calumnia como escudo y como ataque. Esto lo exhibe como un clásico político burgués. La mentira es cosa común en la política burguesa, desde que un grupo minoritario de familias tiene un impresionante poder económico, el poder político les viene por añadidura; las influencias que genera un millonario no se comparan con las que puede tener un trabajador agrícola, por ejemplo. El Estado, entonces, no puede garantizar un desempeño auténticamente democrático con esta condición de desigualdad social monstruosa. Luego, los que conducen el Estado (los políticos), tienen la obligación de ocultar su favoritismo a los más ricos, y ante los trabajadores deben evadir la realidad con mentiras o con verdades a medias.
De allí, que los discursos de López Obrador sirvan de máscara: una persuasión manipuladora para mitigar la rebeldía, para aminorar la inconformidad de los más pobres; la mañanera tiene el propósito de sostener una falacia: “no se necesita de la participación consciente y permanente de las masas trabajadoras, no se deben involucrar en política, con un redentor es suficiente”. Por eso, es enemigo, en los hechos, de la organización social, de su capacidad de gestión y movilización. Se enfada cuando le solicitan colectivamente soluciones a problemas. Aquí encontramos la razón por la cual odia, por ejemplo, al feminismo. Luego, su discurso se centra en descalificar a la organización popular, así, sin presentar una sola prueba. Y cuando se le demuestra palmariamente la falsedad de sus dichos, esgrime ataques y ofensas; se pitorrea y los descalifica como simples ataques a su gobierno.
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En suma, un político de su calaña mentirá para aminorar el reclamo, y cuando no sea suficiente, empleará la represión. Se ha informado que los riesgos de la militarización se encuentran en un gobierno autoritario. No se exagera. Hace pocos días se publicó que un programa de espionaje llamado “Pegasus” en nuestro país opera por la SEDENA (The New York Times: Cómo México se convirtió en el mayor usuario del programa de espionaje más conocido del mundo); es decir, el grupo político MORENA espía descaradamente a sus enemigos. ¿Con qué objeto? ¿Para reducir la violencia? Pero sí en el país no hay seguridad: de las 10 ciudades más peligrosas del mundo, 9 son mexicanas.
En este orden de ideas, recordemos que el ataque mediático presidencial, sus calumnias y ofensas generan condiciones para que se justifique un ataque frontal, violento a periodistas, representantes y líderes de organizaciones sociales. ONGs han sostenido que van más de 100 activistas y defensores asesinados en el sexenio de AMLO; y han quedado impunes los crímenes contra periodistas e integrantes de la Iglesia Católica. Aquí surge legítimamente la cuestión: ¿esta impunidad creciente se mantiene para que el “ajusticiamiento” contra actores incómodos, críticos del régimen político, activistas y todo aquel que no simpatice con el grupo en el poder ocurra sin el mayor escándalo? ¿El clima de violencia en el país, dicho en otras palabras, le permite al Estado burgués ejercer la represión para que pasen disfrazados como actos típicos del crímen organizado? ¿El crecimiento de este tipo de violencia y su total impunidad es el escenario perfecto para que desaparezca violentamente el activismo social, ambiental o cualquiera que critique la ineficiencia de la 4T en los lugares donde gobierna?
En este contexto lamentable ocurrió el cruel asesinato de dos activistas sociales en Guerrero: Conrado Hernández y Mercedes Martínez y de su pequeño hijo. Todos los que conocimos a esta familia podemos dar fe que en su vida no existieron motivos o acciones ilegales que pudieran explicar el móvil de su asesinato como un ajuste de cuentas del crimen organizado o algo parecido. Es una reverenda tontería el solo pensarlo. Y es muy lógico comprender, en cambio, que este cruel acto esté relacionado con su activismo social en las zonas más pobres del Estado de Guerrero. Las instituciones que procuran justicia en este estado deben dar cuenta de los hechos lo más pronto posible. El presidente, por su parte, debe hacerse cargo del clima violento que generan sus calumnias contra el Movimiento Antorchista, organización social a la que pertenecían Conrado y Mercedes.
Todos debemos recordar que la persecusión y las masacres que ocurrieron, por ejemplo, contra los judíos y comunistas en el periodo de entreguerras en Europa comenzaron, justasmente, con un discurso manipulado y artificioso de aquellos que se ostentaban así mismos como supuestos defensores de la patria ¡Cuidado! la indiferencia a la injusticia crea más injusticia. ¡Exigimos castigo a los responsables intelectuales y materiales, en todos los niveles, de tan inhumano acto contra Mercedes, Conrado y su pequeño hijo, Tlacaélel!