Claudia y los compromisos de la sucesión: el fantasma de Colosio

Ya hay candidatas a la presidencia de la República. No se les debe llamar así porque es contra la ley, sus impulsores y partidarios les llaman de otra forma.

La simulación se enseñorea en el país, la ley se viola a ciencia y paciencia de los que están obligados a hacerla respetar. Si así se actúa desde las más altas esferas del poder y desde los más influyentes grupos que detentan las concesiones que otorga el Estado para monopolizar la lucha por los puestos públicos, comúnmente conocidas como partidos políticos, ¿qué esperanza tendrán los mexicanos que apenas se ganan la vida para ellos y para sus hijos vendiendo su fuerza de trabajo todos los días durante toda la vida o comerciando baratijas en la calle, de que se les haga justicia en todo el amplísimo sentido de la expresión?

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La demanda más básica y elemental, la más actual y la que ha concitado el clamor, el grito unánime de todos los mexicanos, es la seguridad, la paz social.

Según cifras del Secretariado Ejecutivo, son ya más de 158 mil 645 homicidios y feminicidios los que se acumulan en lo que va de esta administración federal.

No más muertos, no más heridos, no más desaparecidos y madres transidas de dolor que tienen que cavar para tratar de encontrarlos, no más secuestrados, no más robos a las casas, no más robos a los transeúntes en la calle o en el transporte público, no más violaciones. No más terror.

Más allá de las palabras y las frases de campaña, de los abrazos, las sonrisas y los saludos de mano, ¿obtendrá la ansiada paz el pueblo con una nueva gobernante? ¿Es cuestión de género o de voluntad política?, porque, no tengo duda, el pueblo mexicano quiere vivir seguro, antes que nada, por eso lo consigno en primer lugar.

Pero no solamente. Las calamidades terribles se han acumulado y se han hecho más devastadoras durante los últimos años.

El pueblo necesita, demanda, urge salud que prevenga y que cure. Y, sin embargo, se juega con él, se le dice que, por arte de magia, sin médicos suficientes que tardan años en prepararse, sin compra de aparatos modernos que se piden a los fabricantes con mucha anticipación previo depósito en dólares- y, sin construcción de hospitales modernos cuya edificación tarda varios años, es decir, así como así, sin más, se le asegura que, sólo por la declaración del gobernante, habrá un sistema de salud como el de Dinamarca y una fantástica farmacia que tendrá medicinas de todo el mundo. No hay vuelta de hoja, la evaluación más reciente hecha por Coneval mostró que la carencia en el acceso a los servicios de salud pasó de 16.2% en 2018 a 39.1% de la población en 2022, lo cual significó pasar de 35.7 a 50.4 millones de personas con esta carencia.

El pueblo ya no soporta, aborrece las burlas sangrientas sobre su sufrimiento y su vida desgraciada.

¿Y la educación? Hay millones de mexicanos con rezago educativo. Las estancias infantiles se cerraron, lo que las sustituyó son negocios privados, las escuelas de tiempo completo se cerraron, a los estudiantes del nivel medio superior se les empuja al consumismo y al individualismo entregándoles dinero sin control y sin ninguna evaluación de su impacto en la mejora de su conducta y de su educación, las universidades siguen padeciendo de falta de presupuesto y cada año rechazan a centenares de miles de solicitantes de estudios superiores que ya aprobaron el ciclo anterior. En la franja del 30 por ciento de la población de menores ingresos, el gasto en colegiaturas ha aumentado un 29 por ciento durante este sexenio.

El pueblo exige una auténtica educación popular, crítica de la realidad y de excelencia, de la que no deserte por causas económicas absolutamente nadie.

No termina el alarmante recuento. La infraestructura indispensable en pueblos y colonias populares está abandonada. Ya no hay obras de introducción de agua potable, ni de reparación y mantenimiento de las líneas de conducción que aquí y allá tiran miles de millones de litros de líquido vital; no hay obras para nuevos servicios de drenaje, en miles de colonias urbanas el agua sucia y pestilente sigue rodando por las calles y los tuberías no reciben el mantenimiento indispensable y cuando se tapan son causa de pavorosas inundaciones; el servicio de energía eléctrica y las calles pavimentadas también están a faltar en cientos de pueblos y colonias urbanas y millones de mexicanos siguen viviendo en los llamados asentamientos irregulares, auténticas zonas de apartheid en las que los habitantes no “llenan los requisitos” para gozar de los servicios públicos y, consecuentemente, las viviendas están muy lejos de alcanzar la mínima calificación de dignas.

Breve y muy torpemente descrito, ese es el México real. No el de las mañaneras, no el de la demagogia del amor presidencial por los pobres.

Eso es lo que tiene que cambiar. No obstante, el panorama es sombrío. Ya está preparada la continuidad. Ya se entregó el bastón de mando “según”, como dicen los chavos- para continuar con el proyecto de las clases dominantes, es decir, para llevar adelante el neoliberalismo depredador que apenas se oculta bajo la denominación de “Cuarta Transformación”, que es, sin duda, la que ha acabado de hundir al pueblo en la pobreza.

Ya se le dan los últimos toques a la monumental compra de voluntades y, al que se atreva a resistirse, a la extorsión descarada para obtener los votos necesarios.

Las camisetas, gorras, delantales y otros “utilitarios” pasaron a la historia, ahora es dinero en efectivo, contante y sonante entregado en mano propia para demostrar la magnanimidad del benefactor y su proyecto. No importa que la pobreza como lo ha demostrado Julio Boltvinik de manera magistral no sólo no haya disminuido, sino que haya crecido. Las ayudas no han acabado con la pobreza, no la acabarán nunca.

Son, en cambio, muy eficaces para arrastrar a los electores. Para el año que entra, año electoral, ya está asignado un aumento colosal de la llamada Pensión del Bienestar para adultos mayores, nada menos que de 100 mil millones de pesos para llegar a un gasto de recursos de todos los mexicanos de 439 mil 149 millones de pesos.

Las gorras y las camisetas eran cosa de risa, las ayudas de López Obrador y su Cuarta Transformación, esas sí se transformarán en votos contantes y sonantes.

Es más. Si algo le faltaba al atuendo de la mortificación democrática y popular del régimen morenista, “la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del INE aprobó las fórmulas que deberán inscribir los partidos para cubrir las cuotas por acciones afirmativas, en las que incluyó a las personas en situación de pobreza”.

Más manipulación, más engaño para hacerle creer al pueblo que se le tiene en cuenta y se le hace justicia. Unas cuantas curules, unos cuantos puestos burocráticos que no sería extraño que sólo sirvan para corromper a los beneficiarios, pero jamás para tomar las decisiones trascendentales sobre su destino y el de sus hijos.

Y además, siempre y cuando los candidatos “por pobreza”, logren atravesar las Horcas caudinas de las poderosas burocracias partidarias, pues no debe olvidarse que por ley ellas detentan el monopolio de las candidaturas en esta democracia ejemplar.

Todo lo dicho lo confirman decenas de millones de mexicanos que ansían un cambio efectivo y radical. No vendrá de Morena y su Cuarta Transformación, en donde se encuentran cobijados sus autores intelectuales y materiales que, más allá de los teatros del bastón de mando, siempre comandados por Andrés Manuel López Obrador, han sido sus beneficiarios.

Eso no puede ser. Pero vale la pena preguntarse ¿lo llevará a cabo la oposición y su candidata? No sé. Como dijo un mi amigo: se me descompuso mi bola de cristal.

Pero sí sé, y muy bien, que en la historia de la humanidad, las carencias y los sufrimientos del pueblo nunca los ha curado la misericordia de las clases poderosas.

Nunca. Las grandes transformaciones, los cambios sociales decisivos en beneficio del pueblo trabajador, siempre han sido consecuencia de su acción colectiva organizada y consciente. Y esta vez no será diferente.

El debate lo abrió el columnista Federico Arreola: a la precandidata oficial le están imponiendo posiciones que responden más a los compromisos del presidente saliente que al juego político de la candidata, poniendo como ejemplo el caso de Luis Donaldo Colosio, aunque existieron en aquellas sucesiones en las que el presidente saliente no pudo aguantar las ganas de transexenalizar a su grupo de poder.

Aunque el reparto de posiciones a aspirantes perdedores estaba cantado en el mecanismo denominación del candidato o candidata e inclusive como Echeverría en 1975 se darían a los precandidatos derrotados posiciones concretas importantes de poder que le redujeran margen de maniobra al candidato o candidata y extendiera al grupo saliente más allá del sexenio regular.

El caso de José López Portillo fue uno de ellos: derrotado en la candidatura presidencial, Porfirio Muñoz Ledo fue impuesto por Echeverría en el PRI para manejarle la campaña del candidato, el líder cenecista Augusto Gómez Villanueva cerró el candado en la Secretaría General del partido y el burócrata Hugo Cervantes del Río se colocó en el PRI del DF y en una senaduría, atenazando el margen de maniobra priista del candidato presidencial. Al arribar al poder, López Portillo dio cuenta de los tres y anuló la intención del presidente saliente de inmiscuirse en el nuevo gobierno.

El modelo era de sobra conocido: no lo inventó, pero lo magnificó Plutarco Elías Calles cuando concentró el poder presidencial la figura de jefe máximo de la Revolución y tuvo el control para imponerles candidatos y gabinetes a Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y hasta Lázaro Cárdenas, aunque este último tuvo la fuerza y la autoridad para ponerle un hasta aquí al expresidente, arrestarlo en su casa de Cuernavaca, subirlo a un avión y exiliarlo a Los Angeles, California, cortando de tajo el presidencialismo transexenal.

Arreola recuerda en su columna en SDP que el candidato Colosio quería poner a su jefe de su campaña (José Luis Soberanes o Carlos Rojas Gutiérrez), pero Salinas de Gortari y Joseph-Marie Córdoba Montoya le impusieron como cuñas a Ernesto Zedillo y a Liébano Sainz como vocero. Queda para la recuperación histórica de lo ocurrido en el caso Colosio, que antes de su viaje a Lomas Taurinas Colosio había decidido cambiar a Zedillo y mandarlo al gobierno del DF y deshacerse de Liébano para poner un vocero propio, pero fue asesinado antes de la ruptura del cordón umbilical con el agobiado presidente Salinas de Gortari.

Cuando Salinas fue destapado como candidato, el presidente De la Madrid mantuvo en Gobernación al candidato perdedor Manuel Bartlett Díaz, quien se dedicó a bloquear y ensuciar la campaña presidencial y a enredar el conteo de votos.

Antes, el presidente Díaz Ordaz destapó a Luis Echeverría y le dejó a buena parte del bloque diazordacista de poder, aunque Echeverría ya como presidente fue deshaciéndose de ellos uno a uno, los calificó de “emisarios del pasado” y humilló, entre otros, a Alfonso Martínez Domínguez al despedirlo de la Jefatura de Gobierno del DF con la sospecha de haber sido el responsable del halconazo del 10 de junio de 1971.

López Portillo aguantó a un Muñoz Ledo que se creía, como secretario de Educación Pública, una especie de vicepresidente, y al terminar el primer año lo envió al servicio diplomático a rumiar sus rencores. Elías Calles, Alemán, Echeverría y Salinas quisieron ser expresidentes todopoderosos y las propias reglas del sistema dieron cuenta de sus ambiciones, con los casos extremos de los exilios forzados de Elías Calles en Los Angeles, el repudio a Echeverría y el dramático exilio de Salinas de Gortari por la sombra de sospecha que el gobierno de Zedillo lo marcó en el contexto del caso Colosio.

Obligada por Palacio Nacional, Sheinbaum ya le cedió espacios clave de la campaña a los candidatos derrotados Adam Augusto López Hernández y Ricardo Monreal Avila y podría darse el caso de que por negociación del presidente López Obrador se le entregue una senaduría y el control del Senado a un resentido Marcelo Ebrard Casaubón que no sólo perdió el proceso electoral interno de Morena, sino que amenazó con judicializar la victoria de Sheinbaum para quitarle la candidatura de la 4T.

El recordatorio que hace Arreola sólo en el caso Colosio debiera de encender los focos de alarma en el escenario de Sheinbaum porque podrían ser indicios transexenales incómodos, para decir lo menos.

Política para dummies: La política es intemporal y trasciende el tiempo y el espacio.

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