La destellante y gran historia del telón de cristal de Bellas Artes

Este destellante telón ha visto a los artistas más virtuosos durante más de 9 décadas.

Bellas Artes es algo más que el principal recinto para los artistas en la CDMX.

Es un lugar asombroso, cuya arquitectura afrancesada tiene el poder de deslumbrar a cualquiera.

Es también la casa de uno de los telones más espectaculares que se hayan hecho; una cortina de cristal que pesa 22 toneladas y que fue traída a nuestro país en 1911 para ser parte del “Teatro Nacional”, un proyecto ideado en el goberino de Porfirio Díaz.

Por más de nueve décadas, este telón ha visto pasar por el escenario del palacio de la Alameda a los artistas más virtuosos del mundo y de México.

Desde la voz de María Callas o Luciano Pavarotti, pasando por la Orquesta Filarmónica de Viena, hasta ese concierto casi irreal que dio Juan Gabriel durante horas y hroas; la cortina lo ha visto todo.

Testigo de leyendas del mundo del arte
Este telón, también ha sido testigo mudo de una serie de leyendas que se encierran en los distintos salones del palacio.

Una de las historias de terror más famosas es aquella relacionada con el espíritu de un director de orquesta que, tras morir detrás del escenario, se quedó deambulando por el recinto.

Algunos veladores dicen que lo han visto tocar un violín de forma errática en el palco 33.

Por eso, vale la pena contar la historia de esta estructura (que es más una joya que otra cosa) que se ubica en el teatro lírico más importante del país.

Una pieza de arte en sí misma que no tiene igual en el mundo y que se conforma por más de un millón de pequeños cristales acomodados de tal forma que parecen un paisaje.

Una breve historia del Palacio de Bellas Artes y su telón
El Palacio de Bellas Artes puede ser abordado desde múltiples puntos de vista; la política, la mecánica del suelo, la arquitectura, la historia o incluso las influencias europeas que tenía Pofirio Díaz.

Esto nos habla de la importancia y la riqueza de este inmueble ubicado solo a unas cuadras del Centro Histórico.

El edificio forma parte de un proyecto arquitectónico que se trazó durante los primeros años del siglo XX para conmemorar un siglo de la Independencia de México.

Fue así como la Ciudad de México vio llegar espacios tan hermosos e icónicos como el Palacio Postal y El Museo Nacional de Arte, y aunque estas estructuras se terminaron a tiempo, el proyecto del Teatro Nacional tuvo que posponerse debido a la llegada inminente de la Revolución Mexicana.

El telón era para el Teatro Nacional
Y aunque la construcción de este teatro comenzó en 1911, hubo que interrumpirla hasta los años 30.

No obstante, lo único que dejó terminado el arquitecto Adamo Boari durante la primera fase, fue el famoso telón, que se encargó a varios artistas con una sola premisa, que en caso de incendio, no pusiera en peligro ni al público ni a los artistas.

Aunque el gobierno de Diaz recibió varias propuestas, finalmente en 1909 se encargó a la prestigiosa Tiffany & Co., en Nueva York.

Una joyería que no solo protagonizó una emblemática novela de Truman Capote, sino que puso de moda los diamantes y mejor aún, los anillos de diamantes para aquellos que pretendían casarse.

Para hacerlo, estuvo involucrado el mismo creador de la firma, que una vez que se quedó con el proyecto, mandó al paisajista y diseñador de escenarios Harry Stoner a ver las montañas en la Ciudad de México para pintarlas. El resultado fue una obra simplemente asombrosa.

¿Cuáles son las caracterísiticas que hacen especial a este telón?
El gran telón se compone de más de un millón de piezas de cristal opalino de Tiffany. Funciona como una doble pared, cuya parte de enfrente es de lámina bronceada para formar 206 recuadros a modo de bastidor y la de atrás es una lámina de zinc.

Al frente se sostiene el más de un millón de cristales. Cada uno mide 2 x 2 centímetros, son refractarios y a prueba de fuego. Estos cristales forman un paisaje en rompecabezas.

El telón simula una gran ventana que da hacia el Valle de México, con el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl y abajo el lago mayor.

Esta vista era la que podía verse desde el Palacio Nacional a principios del siglo XX. Las medidas del telón son de 12.5 metros de alto por 14.5 de ancho.

Tiene un espesor de 32 centímetros y pesa nada más que 22 toneladas. El conjunto es algo verdaderamente hermoso.

El telón de cristal sigue reluciente

Esta enorme cortina primero se exhibió en Nueva York, en 1911 y un año después se trasladó por partes a nuestro país en el buque Monterrey para ser ensamblado en lo que sería el Teatro Nacional, y después llegar a su destino actual, el Palacio de Bellas Artes.

En la actualidad hay tours para poder visitarlo de martes a viernes, de 1:00 a 1:30 pm, dentro de las visitas guiadas del palacio, en las que también se muestran el salón principal de espectáculos y el vitral del Dios Apolo con las musas del arte.

La entrada es gratuita pero está limitada a 80 visitantes.