En 1935, su nombre oficial pasó a ser “Escuela Wewelsburg SS”
Entre los alrededor de 20.000 palacios y castillos que hay en Alemania, el de Wewelsburg es el único triangular. Y esa no es la única razón por la que se distingue de los demás. El inusual castillo que se alza en lo alto de una roca que domina el valle de Alme fue construido en el siglo XVII para los príncipes obispos de Paderborn. Pero fue su arrendatario en la década de 1930 quien lo hizo aún más notorio.
Se trataba nada menos que Heinrich Himmler, el Reichsführer de las Schutzstaffel (SS), es decir el líder de máximo rango de la organización paramilitar, policial, política, penitenciaria y de seguridad al servicio de Adolf Hitler en la Alemania nazi.
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Himmler firmó un contrato de arrendamiento de 100 años pues “quería tener un castillo donde pudiera reunirse con sus más altos líderes de las SS”, le explica Kristen John-Stuke, directora Kreismuseum Wewelsburg a BBC Reel.
Su idea era transformarlo en un centro clave de ideología, consolidar el estatus de élite de las SS en la sociedad alemana y garantizar que la organización mantuviera su pureza y valores compartidos.
En 1935, su nombre oficial pasó a ser “Escuela Wewelsburg SS”. Y después de la Segunda Guerra Mundial surgieron muchos mitos sobre este lugar que alimentaron, y siguen alimentando, teorías de conspiración.
Misticismo
El Partido Nazi creía en la superioridad de la llamada raza aria (o “sangre alemana”). Muchos líderes nazis destacados citaban la mitología y leyendas para respaldar sus planes de dominación mundial.
Himmler mismo estaba fascinado con el misticismo y el ocultismo, y vinculósu interés con su filosofía racista, encontrando “pruebas” de la superioridad racial aria y de los países nórdicos desde la antigüedad.
Llegó a imaginar una nueva religión estatal pseudopagana basada en una visión idealizada de la cultura caballeresca alemana y la pureza racial aria. Las SS iban a ser la vanguardia ideológica de esta nueva fe y el instrumento para adoctrinar a los alemanes en ella. Y el castillo de Wewelsburg iba a desempeñar un papel central en muchos de los festivales, rituales y las ceremonias que creó, como aquellas en las que se casaban los oficiales de las SS y se ‘bautizaban’ sus hijos.
Es por eso que los rumores sobre el castillo son muchos, pero eso no quiere decir que sean ciertos.
Guerreros germánicos
Himmler no eligió ese área para ser su cuartel general de las SS por casualidad. El castillo de Wewelsbur se encuentra cerca del bosque de Teutoburgo, donde las tribus germánicas derrotaron al ejército romano hace 2.000 años.
“Para Himmler, las tribus germánicas eran la cultura más superior”, aclara John-Stuke. “Para él y para las SS era muy importante tener esos lazos con el pasado pues podían decir ‘somos similares a los guerreros germánicos'”.
El Reichsführer-SS también estaba obsesionado con la época medieval, en particular con el primer rey alemán, Enrique I, fundador de la dinastía sajona y conquistador de tierras en el este, una hazaña que la Alemania nazi quería replicar.
Así que para que Wewelsburg pareciera más medieval, Himmler ordenó que le quitaran todo el yeso de los muros y se construyera un foso alrededor del castillo.
Lo imaginó como un nuevo Camelot, con todo y una Mesa Redonda como la del rey Arturo alrededor de la cual se sentarían 12 oficiales de las SS elegidos para que sirvieran como sus seguidores.
Y lo llamó “el centro del mundo”. Y eso no era todo.
Esclavos
La reconstrucción de Wewesburg era un plan megalómano que, de haber sido completado, habría convertido al castillo en un complejo de edificios que se habrían desplegado en un radio de 600 metros desde la torre norte. Debido a la gran cantidad de trabajo, Himmler estableció su propio campo de concentración privado, para usar a los reclusos como mano de obra esclava en la restauración del castillo.
El campo, llamado Niederhagen, albergaba a unas 4.000 personas, y aproximadamente la mitad de ellas murieron como resultado de las condiciones de vida inhumanas y los abusos de las SS. Pero, reveses en la guerra impidieron que el sueño de Himmler se hiciera realidad.
En 1943 se suspendieron las obras de construcción del castillo de Wewelsburg y se redujo el campo de concentración a 42 reclusos. En 1945, Himmler -con la derrota a las puertas- ordenó destruir el castillo y las tropas de las SS intentaron volarlo. El fuego destruyó grandes partes de la edificación; los 42 presos restantes del campo de concentración fueron rescatados por las tropas estadounidenses.
Lo que quedó
“La torre norte sigue siendo original, como lo fue en la década de 1940”, señala John-Stuke. “Hay dos habitaciones históricas. Una es la cripta, que parece una tumba para honrar a los hombres de las SS”.
Tiene doce pedestales espaciados alrededor de sus paredes circulares. La forma de la sala y su acústica e iluminación fueron diseñadas para crear una atmósfera solemne y misteriosa. Los pozos de luz iluminan el centro de la habitación donde debía arder una llama eterna.
Arriba, en el ápice del techo abovedado de la cripta, hay un relieve de una esvástica ornamentada. En el nivel superior, hay otro símbolo controvertido relacionado con la ideología de las SS de la supremacía racial.
En lo que una vez sirvió como capilla del castillo, está en el Salón de los Líderes Supremos de las SS, con 12 columnas, ventanas semicirculares estilo iglesia y bóvedas de crucería. Incrustrado en el suelo, está el llamado Sol Negro (Schwarze Sonne en alemán).
Qué hacer con esa herencia
Con esa historia, la posibilidad de que el castillo de Wewelsburg se convirtiera en un imán para los extremistas y los esotéricos de derecha era y siempre será alta.
Pero debido a esa misma historia, el castillo de Wewelsburg se considera especialmente adecuado para presentar no solo los crímenes de las SS, sino también la cosmovisión y la narrativa histórica de la organización criminal del nacionalsocialismo.
Con la idea de ofrecer una visión clara de las horribles actividades de las SS y las consecuencias de su mentalidad criminal, en 1982 se inauguró el museo.
“Tratamos de educar a la gente sobre la historia, la violencia y el terror de las SS”, dice su directora. “Para nosotros es muy importante dejar que los visitantes entren a las salas por su cuenta. Es mejor mostrarlas que esconderlas”.
Para lograr que el foco se mantenga en las lecciones de lo ocurrido y evitar cualquier posible elemento de fascinación con la funesta ideología, el museo se valió de un diseño especial y una presentación clara de los hechos.