(Hockstein E; Jiménez M; El País Jul 2, 2022) Tercera parte
3. Armas de fuego en lugares públicos, con 6 votos a favor y 3 en contra. Casi al tiempo que demócratas y republicanos llegaban a un acuerdo en el Congreso para imponer tímidas restricciones al uso de armas de fuego, los jueces del Supremo dictaron una sentencia que interpreta extensivamente el alcance de la Segunda Enmienda de la Constitución, que proclama “el derecho del pueblo a poseer y portar armas”. Los jueces anularon las restricciones del Estado de Nueva York a llevar armas en público pocas semanas después de las matanzas de Búfalo y Uvalde
4. Fondos públicos para colegios religiosos, también 6 votos a favor y 3 en contra. El aluvión migratorio de las primeras colonias, con personas que profesaban religiones diferentes, llevó a los llamados padres fundadores de Estados Unidos a reconocer la libertad religiosa y, al tiempo, dejarla al margen de los asuntos de Gobierno. Hacer pagar impuestos a quienes profesaban una religión para usar fondos públicos en favor de otra parecía contra natura. Como señaló Jefferson, debía haber “un muro de separación” entre Iglesia y Estado; el Tribunal Supremo está derribando ese muro. La mayoría sentenció que los fondos públicos empleados por el Estado de Maine para ayudar a estudiantes en un programa de becas pueden ser utilizados en colegios religiosos. Según los jueces de la mayoría, la separación entre Iglesia y Estado que exige la Constitución no se ve afectada por ello y, en cambio, dejar a los estudiantes de esos colegios al margen de las becas viola su libertad religiosa.
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5. Rezar en los colegios, igual con 6 votos a favor y 3 en contra. El Tribunal Supremo también hizo un boquete en esa separación al dar la razón al entrenador de un equipo de fútbol americano de un instituto público, que fue despedido por arrodillarse y rezar en la mitad del campo al acabar los partidos. Joseph Kennedy, que entre 2008 y 2015 ejerció como técnico auxiliar del equipo de la escuela secundaria pública de Bremerton (Washington), tenía el derecho constitucional a rezar así, acompañado de los jugadores del equipo, según el Supremo. Los jueces progresistas interpretan que esa actitud forzaba de alguna manera a los jugadores a sumarse. Tratándose de un centro público, lo interpretaban como favorecer a una religión desde los poderes públicos. Los jueces conservadores, en cambio, consideraron que primaba la libertad de expresión y de culto y que el entrenador no podía ser despedido por ejercerla.