El escritor Mario Heredia recrea en una novela la complejidad humana de Juan Nepomuceno Almonte, hijo de Morelos, con sus virtudes y defectos
Un hombre viejo (65 años) viviendo en París una vida monótona y anónima; pero, a la vez, un general aún fuerte físicamente, quien no sólo añora las glorias ni carga el estigma del traidor, sino algo más…
¡SIGUE NUESTRO MINUTO A MINUTO! Y ENTÉRATE DE LAS NOTICIAS MÁS RELEVANTES DEL DÍA
Así empezó a “dibujar” el narrador y artista plástico Mario Heredia (1961) al militar, político y diplomático Juan Nepomuceno Almonte (1803-1869), hijo del prócer insurgente José María Morelos y Pavón, quien le gustó como protagonista de su novela histórica Hijo de tigre.
“Me basé en una fotografía, quizá la única que se conoce. Y lo empecé a dibujar. Pero dentro de la novela hay otra novela, hay una carta, un escritor francés, hay una conspiración”, comenta en entrevista.
Almonte, quien de niño acompañó a su padre en algunos combates de la guerra de Independencia mexicana y después fue enviado a estudiar a Nueva Orleans (EU), fue capaz de trabajar con hombres tan distintos como Antonio López de Santa Anna, Benito Juárez y Maximiliano de Habsburgo, cuyo imperio apoyó.
El narrador considera que ser el hijo de Morelos significaba para él un privilegio y una condena a la vez. “Por un lado, ser hijo bastardo de un cura, quien si bien no le da su apellido (algo imposible), sí lo lleva a la lucha, lo hace un soldado, lo nombra general a los 12 años y luego lo manda a estudiar a Estados Unidos.
“Creo que fue un peso terrible con el que cargó toda su vida: ser hijo del héroe. Y, como cualquier hijo de un ser casi mítico, trató de convertirse en alguien como su padre, de lograr la gloria. Pero fracasó”, admite.
Destaca que ni Almonte mismo tenía claro cuál era su verdadera vocación. “La vida lo fue llevando por diferentes caminos; primero, a estudiar en el extranjero, regresar a un México independiente como el hijo del gran héroe, recibir un trato especial.
“Tuvo la posibilidad de luchar contra Estados Unidos. Junto con Santa Anna toman el Álamo y, al final, fracasa. Se convierte en embajador, en jefe militar, en ministro de guerra, y fracasa. Quiso ser presidente de la República, fracasó. Fue mariscal de un imperio extranjero que no duró más de dos años”, explica.
Reconoce que el ser hijo de Morelos “hacía que se le abrieran las puertas de todos lados. Fue un gran guerrero, fue un buen diplomático. Claro, ni Juárez ni Maximiliano hablan muy bien de él”.
Heredia señala que incluso Almonte entabló amistad con la emperatriz Carlota, esposa de Maximiliano. “Por lo poco que se sabe en diarios, cartas, periódicos, su relación con la emperatriz fue cordial, distante pero amistosa. Su mujer, Dolores Quesada, fue dama de compañía de la emperatriz. Por cierto, a Dolores le apodaban La generala Almonte, por algo debe haber sido”.