Ucrania: la Casa Blanca desafía la seguridad nacional mexicana

Carlos Ramirez

Sin existir ningún peligro de que se reproduzca en la frontera México-Estados Unidos el modelo de crisis de seguridad de Ucrania, los estrategas de la Casa Blanca están aprovechando la estridencia del miedo para profundizar el control militar no solamente de la línea fronteriza sino de la política de seguridad nacional de México.

A pesar de que nunca hubo en la primera guerra fría 1961-1991 el riesgo de que México sea sovietizara, los estrategas de seguridad nacional de Washington convirtieron a México en un peón de su conflicto de sistemas ideológicos y productivos y le dieron a México el rango de policía regional para contener a la revolución socialista de Cuba y evitar su influencia en la inestabilidad ideológica de los años sesenta a los años ochenta.

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El Tratado comercial firmado con Salinas y definido por el estratega de seguridad John Dimitri Negroponte como el camino para desactivar de manera definitiva el historial progresista de México subordinó la política mexicana a los intereses estratégicos de Estados Unidos.

Como nunca, México encara la necesidad de construir una estrategia de seguridad nacional externa a través de la articulación de la política exterior, la política de defensa nacional y la defensa de los intereses nacionales involucrados en los juegos de poder de las grandes potencias.

La primera guerra fría creó el mecanismo de control militar de Estados Unidos sobre las fuerzas castrenses de América Latina a través del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca del cual México ya se retiró, de la Junta Interamericana de Defensa y de la Conferencia de Ejércitos Americanos, pero con acciones muy concretas de las fuerzas armadas mexicanas para no participar en juegos de guerra que benefician a los intereses de dominación de Estados Unidos.

En términos estrictos, a América Latina no le interesan los juegos de guerra de Rusia y China, pero sirven como maniobras de distracción diplomática que no ha sabido procesar la estructura de interpretación de seguridad nacional estadounidense y estaría llevando a un endurecimiento económico, político, militar y diplomático de la Casa Blanca con los países más importantes de la región que se han salido del dominio absolutista de Estados Unidos.

En la real politik de Rusia y China sus verdaderos intereses se encuentran en Europa y en el precario equilibrio ideológico por el avance electoral de la ultraderecha, el fracaso de la izquierda socialista y sobre todo la necesidad europea de mantener ahí Estados Unidos como un escudo disuasivo de defensa militar ante las tentaciones soviéticas y los avances de la guerra religiosa del radicalismo musulmán árabe.

En este contexto, en el tablero de seguridad nacional de Rusia y China quedó registrado como preocupación el adelanto que dio el presidente Biden en una de las juntas de seguridad de Múnich en el sentido de que estarían dándose los primeros pasos hacia la incorporación de México al bloque militar activo e ideológico de la OTAN, y más aún en el escenario de que el presidente Putin profundizó la crisis de Ucrania por la presión estadounidense para que el gobierno proestadounidense de este país se afiliara a la OTAN.

La Casa Blanca de Biden está agitando el temor a la reconstrucción del imperio soviético con Putin y la alianza estratégica de Rusia con la China de Jinping para fortalecer el dominio militar y económico de Estados Unidos sobre el mundo.

La posibilidad de una guerra en Ucrania y el involucramiento de la OTAN para defender los intereses estadounidenses en Europa debe ser procesado en estas últimas reflexiones que se han dado en México para articular la seguridad exterior de los intereses mexicanos, la diplomacia activa para la construcción de grupos estabilizadores y la política de defensa nacional y alejarse del escenario de reconstrucción del imperio estadounidense frente a la creciente fuerza de Rusia y China.

Al no ser territorio geopolítico de Rusia y China, la diplomacia, la seguridad nacional y la defensa mexicana deberán definir puntos de alejamiento de los intereses de dominación de la Casa Blanca.

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