Un cuarto grupo de 800 migrantes, conformado en su mayoría por familias con niños, fue interceptado la madrugada de ayer en el poblado fronterizo de Huixtla, en Chiapas, por cientos de elementos de la Guardia Nacional y del Instituto Nacional de Migración (INM), quienes se encargaron de dispersarlos.
Poco antes del amanecer, los centroamericanos, haitianos, venezolanos y cubanos, quienes dormían sobre una cancha de baloncesto, fueron rodeados por las autoridades mexicanas.
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En minutos, los funcionarios del INM, resguardados por agentes de la Guardia Nacional que portaban escudos de plástico, se abalanzaron sobre los extranjeros, entre los que había menores, y en medio de un fuerte forcejeo y gritos los detuvieron e introdujeron en camionetas. Otros migrantes escaparon hacia un río y se perdieron entre la vegetación. Las fuerzas federales los han separado con equipos antidisturbios y, en algunas ocasiones, con uso excesivo de la fuerza.
Agencias de las Naciones Unidas y organizaciones humanitarias alertaron sobre la urgencia de tomar nuevas decisiones para descongestionar el actual sistema de refugio y asilo mexicano. Advirtieron que la contención no es la respuesta eficaz para resolver los flujos migratorios.