Walter Scott el hombre que se inventó Escocia

Nació el 15 de agosto de 1771 en la casa de su familia situada en uno de los estrechos callejones de la Old Town de Edimburgo.
Walter Scott, el hombre que se inventó Escocia

“Walter Scott no tiene por qué escribir novelas, sobre todo si son buenas”. Así opinó Jane Austen en 1814. “No es justo”, añadió la autora de la entonces reciente y anónimamente publicada “Orgullo y Prejuicio”.

“Ya tiene suficiente fama y ganancias como poeta, y no debería quitarle el pan de la boca a otras personas.

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No me agrada, y no pretendo que me guste ‘Waverley’ si puedo evitarlo, pero temo que será así”. Los temores de Austen estaban completamente justificados.

Scott, que ya era un poeta muy célebre al que se le había ofrecido el cargo de poeta laureado, que rechazó, tuvo un éxito inmediato y sin precedentes cuando publicó su primera obra de ficción, “Waverley”. Austen estaba realmente impresionada y estaba lejos de ser la única.

La primera edición de la novela histórica sobre el levantamiento jacobita de 1745 liderado por Carlos Eduardo Estuardo, más conocido como el “Gentil Príncipe Carlos” y “Bonnie Prince Charles”, se agotó en menos de un mes.

Una segunda edición siguió su ejemplo en unas semanas. Aportó tanto al autor como al editor beneficios nunca antes vistos en el mundo editorial.

“Waverley” lanzó la popular carrera de Scott como novelista. A partir de 1814, escribió, en promedio, más de una novela al año, llegando a 27 en total, que se publicaron en tiradas inmensamente altas para los estándares contemporáneos.

Rob Roy: el bestseller

Es difícil exagerar la popularidad de Rob Roy, de 1817. Para que te hagas una idea, piensa que la tirada promedio de novelas contemporáneas era de 750 copias; esta obra se publicó en una tirada de 10.000, que se agotó en cuestión de 15 días. Barcos enteros de la novela llegaban de Edimburgo a Londres.

Para mediados del siglo XIX, sus libros habían registrado ventas de más de dos millones, más del doble que todos los demás autores del período romántico juntos. Los críticos consideraban a Scott, el novelista vivo más famoso de la época, como un Homero.

La influencia de este hijo de un abogado de Edimburgo se extendió mucho más allá de su muerte en 1832, inspirando innumerables pinturas, adaptaciones, ilustraciones e historias.

Los libretos de más de 90 óperas se basan en las novelas y poemas de Scott; se han adaptado más obras que de cualquier otro escritor; y después del duque de Wellington, fue la personalidad pintada con más frecuencia a principios del siglo XIX.

Construyendo una nación

Sin embargo, su historia no es sólo la del prodigioso talento de un hombre que lo catapultó al firmamento literario. También es la historia de cómo ese talento transformó la imagen de una nación en todo el mundo.

Tal fue el impacto cultural de Scott que, una vez que sus novelas y poemas se convirtieron en una lectura esencial en lugares tan distantes y diversos como Sydney y Scarborough, Auckland y Arizona, el mundo nunca volvió a ver a su Escocia natal bajo la misma luz.

En el corazón de esa fascinación por la Escocia de Scott estaba la romantización de las Highlands, que evocaba una visión alimentada por la nostalgia de paisajes dramáticos y personajes misteriosos muy alejados de la mayoría de las experiencias de vida de los lectores.

Pronto, esa imagen idealizada nacida de las vívidas representaciones de Scott había envuelto a toda Escocia, y la nación casi llegó a ser un sinónimo de las Tierras Altas y de un pasado que se había perdido.
A mediados del siglo XIX, Escocia se había convertido en el destino turístico para entusiastas de todo el mundo que anhelaban ver los lugares que Scott describía en sus obras.

El turismo creció con visitantes que llegaban a lugares como Loch Katrine y los Trossachs, escenarios de su épico poema de 1810 “La dama del lago”.

El editor de Scott, Robert Cadell, escribió más tarde en sus memorias sobre la publicación del poema: “Todo el país estaba lleno de alabanzas al poeta: las multitudes partieron para contemplar el paisaje de Loch Katrine, hasta entonces relativamente desconocido; y como el libro salió justo antes de la temporada de excursiones, cada casa y posada en ese vecindario estaba abarrotada de una constante sucesión de visitantes”.

Este fenómeno solo se intensificó a medida que más lectores fueron cautivados por las obras de Scott y la línea entre la historia y la novela histórica se desdibujó.

Escribía, rápidamente, en varios géneros, como poeta, crítico, editor y novelista. Sin embargo, sus novelas históricas obtuvieron los elogios más duraderos.

Después de todo, se trataba de un género literario que a menudo se le atribuye haber inventado pues, aunque las novelas ambientadas en el pasado ya existían antes, Scott fue el primero en lograr un éxito tanto crítico como comercial a esta escala.

A diferencia de sus predecesores, Scott buscó presentar sociedades y personajes del pasado de manera realista.

Una vez contó que se esforzaba por no incluir “nada incompatible con las costumbres de la época” en sus obras, mientras que al mismo tiempo trataba de que siguieran siendo novelas, no libros de historia, para evitar “la repugnante sequedad de la mera antigüedad”.

Además, dejaba que sus personajes hablaran por sí mismos como parte de su contexto histórico y cultural en una variedad de dialectos regionales y sociales, sobre todo, por supuesto, los de las regiones de Escocia.

La reina y la campesina

La cuestión de la clase y el tratamiento innovador de Scott sobre ella fueron clave para su popularidad. Como parte de sus representaciones de sociedades pasadas, incluyó personajes de todo el espectro social, desde reyes y reinas hasta campesinos y gitanos.

A todos les asignó partes significativas de la trama, con un alcance emocional e intelectual completo. En “El corazón de Mid-Lothian”, que se desarrolla en la década de 1730, la protagonista es Jeanie Deans, una campesina escocesa.

Cuando su hermana Effie es condenada a muerte por el supuesto asesinato de su hijo ilegítimo, Jeanie viaja a Londres sola y a pie para pedir el perdón de Carolina de Ansbach, esposa de Jorge II.

Jeanie está dotada de cualidades que no se encontraban a menudo en los personajes de la clase trabajadora antes de Scott.

Los lectores de la época elogiaron su “heroica generosidad y resolución invencible”, y su mezcla de “sensatez con fuertes afectos, principios firmes y perfecto desinterés”. Otros se sorprendieron por la reacción que Jeanie provocó en ellos.

Uno de esos lectores fue el pintor Benjamin Robert Haydon, quien escribió: “Hacer interesante a Jeanie Deans sin belleza personal o juventud fue un ejemplo de poderes sin igual”.

Competencia de culturas

Pero aunque la reina y la campesina encuentran puntos en común, las novelas de Scott son, con la misma frecuencia, escenarios de desconfianza y discordia.

De hecho, la competencia de las culturas es un tema constante en sus obras, a menudo el choque entre lo antiguo y lo nuevo; pasado y progreso; o Tierras Altas y Tierras Bajas de Escocia.

Por un lado, aboga por el progreso y lo ve como inevitable, pero por otro, sus obras están imbuidas de la nostalgia de un pasado perdido. Sus escritos se centran en las consecuencias del progreso, en la fricción que se produce cuando partes de la sociedad se mueven a velocidades diferentes a otras.

La descripción de Scott de las culturas en diferentes etapas de desarrollo sigue las ideas de la sociedad humana defendidas por los filósofos de la Ilustración escocesa Adam Ferguson y Adam Smith, donde los grupos sociales se mueven a través de distintas etapas, desde “salvaje” y “rudo”, pasando por “feudal”, a una sociedad “moderna” y “comercial”.

Las tensiones que crea esta progresión son la fuerza impulsora detrás de “Waverley”, en el contexto de una rebelión jacobita que dividió Inglaterra y Escocia, pero también dividió a los escoceses entre ellos.

Los habitantes de las Tierras Bajas generalmente apoyaron al gobierno de Jorge II, mientras que sus compatriotas de las Tierras Altas eran, en su mayor parte, leales al reclamante de los Estuardo, Bonnie Prince Charlie.