La carnicería que fue la I Guerra Mundial empezó con un doble asesinato, el 28 de junio de 1914, en Sarajevo: con motivo del centenario, un museo de Viena muestra las prendas ensangrentadas de los herederos del Imperio austro-húngaro, la primera sangre derramada en ese conflicto.
El uniforme militar y la camisa interior empapada en sangre del archiduque Francisco Fernando, así como el coche descapotable en el que viajaba el heredero al trono austro-húngaro junto a su mujer Sofía, son las piezas más importantes de una exposición permanente que se inaugura el Museo de Historia Militar de Viena (HGM).
Tras largos meses de renovación y casi cuatro millones de euros invertidos, la exposición permanente dedicada a la Primera Guerra Mundial cuenta con dos mil piezas de enorme valor, entre las que se cuenta también la pistola del asesino, Gavrilo Princip.
El lujoso vehículo Gräf & Stift descapotable en el que viajaban los herederos se encuentra en su estado original y con el cuentakilómetros en los ocho mil 500 kilómetros que marcaba cuando se produjo el magnicidio que desencadenó la Gran Guerra que iba a poner fin al imperio multinacional de los Habsburgo.
El descapotable nunca se volvió a utilizar desde aquel aciago día, explicaron fuentes del museo. Se conserva intacto, sin que siquiera se haya limpiado la tapicería de cuero, con la misma matrícula, A III-118, y el estandarte imperial que lo decoraba.
Una concatenación de errores de seguridad, además de la mala suerte, propiciaron el magnicidio aquella jornada.
En el atentado estuvieron involucrados seis nacionalistas serbios y la pareja imperial logró sobrevivir a un primer ataque con una granada lanzada por Nedeljko Cabrinovic, que rebotó contra el coche antes de explotar.
Tras reponerse de lo sucedido, a Francisco Fernando no se le ocurrió otra cosa que dirigirse a visitar a los heridos al hospital con su comitiva de seis vehículos, con la mala suerte de que el chofer se despistó y fue a parar frente a Princip, que asesinó a los herederos con su Browning de 9 milímetros.
Francisco Fernando murió al poco de ser herido en el cuello y su esposa Sofía, malherida en el abdomen, falleció más tarde en el hospital.
La abundante sangre vertida por el archiduque -el disparo le acertó en la yugular- empapó su casaca y la camisa interior blanca, ahora marrón oscura y exhibida en un cofre tras una vitrina.
De su esposa Sofía Chotek se conserva un pañuelo también con restos de sangre, mientras que de su marido queda también el uniforme al completo.
Un pomposo uniforme de gala de general de caballería, con guerrea azul celeste, remates dorados y tocado por un bicornio coronado de plumas verdes.
El resto de las renovadas salas del museo dedicado a La Gran Guerra y sus casi diez millones de muertos muestran dos mil piezas que incluyen uniformes y elementos de todos los ejércitos involucrados en el conflicto.
Entre las piezas se cuenta con un biplano alemán Albatros, un cañón austro-húngaro de 80 toneladas capaz de disparar proyectiles de más de 700 kilos y que era uno de los más avanzados de su tiempo, o una parte en la que se recrea incluso un tramo de trinchera.
Organizada de forma cronológica, la exposición comienza con el atentado y acaba con la victoria aliada en 1918.
La muestra ofrece información sobre los distintos frentes, el papel de las mujeres en la guerra, la aviación como nueva arma moderna, el destino de los prisioneros o la medicina de época.
“Hemos renunciado de forma consciente a ofrecer una lectura emocional y hemos elegido una presentación sobria”, explicó a la prensa el director del museo, Christian Ortner.
También se puede observar el fin de una época con la irrupción de modernas técnicas de guerra y cómo evolucionaron los ostentosos uniformes austro-húngaros, todo un símbolo del crepúsculo imperial.
Así se pasan de los vistosos atuendos de los dragones y ulanos imperiales, con sus cascos con remates dorados y coronados con plumas o pelos de caballo, o las pellizas de leopardo de algunos oficiales, más propias para bailar un vals que para combatir, a los más prácticos uniformes grises o marrones.
¿Hubiera cambiado algo si el atentado no se hubiera producido, o si hubiera fracasado?. Los historiadores coinciden en que la dinámica de la guerra estaba ya en marcha y si esos asesinatos no hubieran desencadenado la guerra otro incidente lo habría hecho.
También esa es la opinión de Carlos de Habsburgo, nieto del último emperador austro-húngaro, que asegura que cualquier otro “incidente” hubiera desencadenado el conflicto. “Nadie tenía una visión general para poder imaginarse el desastre de una guerra de las dimensiones de la Primera Guerra Mundial”, explicó recientemente en una entrevista.
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