Los científicos proyectan que para 2026 se aprobarán los resultados de los ensayos clínicos que se realizan en 25 países, entre ellos España

Lo que normalmente lleva 10 años, se hizo en 10 meses. La necesidad urgente de una vacuna durante la pandemia del coronavirus empujó a cientos de científicos de todo el mundo a buscar una solución en tiempo récord. Además de los millones invertidos y una colaboración global sin precedentes, otro factor fue clave: la tecnología de ARN mensajero (ARNm).
Esta molécula porta las instrucciones para crear una proteína específica o un trozo de virus y, una vez se introduce en la célula, la maquinaria celular la lee y empieza producir la proteína o pedazo de virus deseado. Con la covid, las instrucciones permiten fabricar la proteína de la espícula del virus, que será localizada y atacada por el sistema inmune.
Ante el enorme potencial de esta tecnología, las empresas BioNTech y Moderna acordaron una colaboración con el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido (NHS) para desarrollar con este método una vacuna contra el cáncer. Miles de personas ya participan en ensayos clínicos alrededor del mundo, y se espera que las pruebas se acepten a principios de 2026.
“En lugar de darte directamente una parte del virus, esta tecnología te entrega un modelo —un blueprint, borrador español— en forma de ARN con las instrucciones de cómo se ve la anormalidad. Es como un perro rastreador en un aeropuerto: le das una muestra para que sepa qué buscar”, explica el oncólogo Lennard Lee, quien dirige el proyecto en el NHS y dirige el Instituto Tecnológico Ellison de Oxford.
Lee protegió a miles de pacientes con cáncer al demostrar que podían seguir recibiendo quimioterapia durante la pandemia. En 2020, se descubrió el potencial del método de ARNm: “Permitía modificar la vacuna rápidamente para protegerte contra distintas variantes del virus, como la Alfa, Beta u Ómicron. La mayor parte de la vacuna seguía siendo la misma, solo cambiabas la instrucción de cómo se ve”.
Al terminar la pandemia, las empresas desarrolladoras de la inmunidad empezaron a pensar en alternativas para reencauzar su inversión. El foco lo pusieron en el cáncer, del que se prevé un aumento del 47% en los casos durante las próximas dos décadas, según la Organización Panamericana de la Salud. La misma institución registró 10 millones de muertes por esta enfermedad en 2022 en todo el mundo.
Reino Unido se mostró como una buena opción para asentar el proyecto por los rápidos ensayos clínicos que realizó durante la pandemia, gracias a sus frigoríficos e instalaciones de fabricación a gran escala. Así, ha firmado un acuerdo con BioNTech para proporcionar a 10.000 pacientes acceso a tratamientos personalizados contra el cáncer hasta 2030. Y con Moderna ha acorado una inversión de 10 años para construir un centro de innovación y tecnología con capacidad para producir hasta 250 millones de vacunas.
Para lograr la nueva vacuna contra el cáncer, convergen los avances en tres áreas: la tecnología de vacunas, la secuenciación genética y la inteligencia artificial. Gracias a la segunda, se puede analizar cada par de bases ―los “peldaños” que forman la escalera característica del ADN― del cáncer, identificar cuáles son las anormalidades e incorporarlas en la dosis. Y la inteligencia artificial, por ejemplo, permite analizar rápidamente cuáles de entre las 1.000 y 10.000 mutaciones o anormalidades que llega a tener cada cáncer pueden ser reconocidas por el sistema inmunológico.
“El primer paso es extraer el tumor del paciente y realizarle una secuenciación genética. Después, se introduce esa información en un algoritmo informático de inteligencia artificial, que analiza cuáles son las mutaciones del cáncer que el sistema inmunológico puede reconocer.
Una inmunidad individualizada está permitiendo luchar contra cualquier tipo de cáncer: pulmón, páncreas, melanoma, renal, tumores cerebrales, colorrectal o de vejiga. “Las vacunas están pensadas para personas a las que se les ha detectado el cáncer a tiempo y se les ha extirpado. El problema suele ser que, a partir de ahí, viven con la preocupación constante de si el cáncer volverá. Lo que hacen ahora estas vacunas es entrar al sistema inmunológico para que aprenda a reconocer cómo es esa célula de cáncer específica. Así, el propio cuerpo puede vigilar y controlar, y la esperanza es que eso ayude a prevenir una recaída”, apunta el oncólogo.