Cirugía de la obesidad en tiempos de Ozempic, tratamientos que se complementan

(Mouzo J. El País, España)

En Estados Unidos, el número de pacientes que se sometieron a cirugía bariátrica se redujo 25%, mientras que aumentaron a 123% las prescripciones de nuevos medicamentos contra la obesidad (JAMA Network Open)

Los innovadores fármacos contra la obesidad, que ayudan a perder alrededor del 15% de peso, han revolucionado la lucha contra esta compleja enfermedad crónica. Estos medicamentos, conocidos como agonistas del receptor GLP-1, imitan a las hormonas que de forma natural generan la sensación de saciedad: actúan en el intestino y mandan señal al cerebro para sentir plenitud.

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La obesidad tiene memoria y la conserva en las células. La cirugía bariátrica incluye todas esas técnicas quirúrgicas que alteran la anatomía gastrointestinal para reducir la ingesta y la absorción de los alimentos. Está indicada para los casos más severos de obesidad, esto es, pacientes con índice de masa corporal de 40 o mayor de 35 si hay patologías asociadas.

Lo que hacen los nuevos fármacos, comercializados bajo marcas como Ozempic, es imitar el papel de péptido para hacer llegar la información correcta de saciedad al cerebro.

A propósito de las esperanzas puestas en los agonistas de GLP-1, “Bienvenidos sean, pero no es el único pilar del tratamiento”.

Estudio publicado en Nature Medicine concluyó, que las intervenciones quirúrgicas se asociaban a mayor reducción de la incidencia de insuficiencia cardíaca congestiva. La cirugía genera pérdida de peso significativamente mayor, mejora los problemas cardiovasculares, las enfermedades por hígado graso y el control de la diabetes. También aumenta significativamente la longevidad y reduce el riesgo de cáncer.

Ni los agonistas de GLP-1 ni la cirugía bariátrica están exentos de recaídas. Se pueden producir re-ganancia de peso tras ambas estrategias terapéuticas.

En los casos más severos, se seguirá necesitando la intervención quirúrgica. “La cirugía bariátrica quedará para pacientes que, habiendo recibido tratamiento, no responden o no consiguen el resultado adecuado o que no pueden pagarlo”.

Influenza aviar …..¿Debemos conocer algo adicional?
(Leonhardt D. New York Times dic 4, 2024)

El conocimiento frecuentemente invita a análisis y reflexión, aunque también puede incomodarnos ante la incertidumbre y comportamiento particularmente en lo referente a riesgos para la Salud.

Tenemos décadas de alarmantes historias de infecciones por virus como el MERS, Ébola, dengue y Zika, entre otros, la mayoría sin efecto grave poblacional ni mucho menos comparable con la pandemia por la COVID.

La influenza por el virus H5N1, tiene también décadas y atrajo la atención particularmente en los ’90, subsecuentemente a los casos en pollos en China y preocupó ante los casos humanos documentados y que condicionó la muerte de 6 de los 18 inicialmente reportados.

La importancia radica en que este virus también ya tiene distribución mundial y no se limita a la especie aviaria doméstica ni a los humanos. Afortunadamente la transmisión es rara y no tiene fácil diseminación entre los humanos. En contraste millones de personas han sido infectados por la variante H1N1. Actualmente hay evidencia de que la H5N1 es menos grave aún.

Las 24 letras cruciales en el surgimiento del autismo: GCAAGGACATATGGGCGAAGGAGA
(El País España; dic 4, 2024)

Alrededor de una de cada 100 personas vive con un trastorno del espectro del autismo, una alteración del desarrollo del cerebro caracterizada por dificultades en la interacción social y por patrones inusuales de comportamiento, como una enorme atención por los detalles. En solo uno de cada cinco casos se detecta una mutación genética relevante y un equipo internacional de científicos ofrece posible explicación para el 80% restante: la pérdida de un minúsculo segmento de una proteína esencial en el desarrollo del cerebro. La receta de ese fragmento está escrita en el ADN con 24 letras químicas: GCAAGGACATATGGGCGAAGGAGA.

El óvulo fecundado por el espermatozoide, posee en su interior el ADN, formado por unos 3,000 millones de letras, que son las iniciales de un compuesto químico. La G, por ejemplo, es la guanina: C₅H₅N₅O. Esa célula inicial se multiplicará hasta dar lugar a 30 billones de células, que serán muy diferentes pese a compartir un mismo ADN: una neurona del cerebro, miocito del músculo o melanocito de la piel.

En las neuronas, la proteína CPEB4 actúa como orquestadora, regula cientos de genes cruciales en el desarrollo del cerebro. Ya en 2018, los investigadores descubrieron que en las personas con autismo se perdía un segmento de la proteína relacionado con esas 24 letras del ADN. Su nuevo estudio, publicado este miércoles en la revista Nature, revela el mecanismo que hace que esa ausencia provoque la desregulación de 200 genes relacionados.

Durante el desarrollo embrionario se produce algún tipo de estrés que dispara este proceso de pérdida de ese segmento crucial, tal como la dieta crónica rica en grasas o infección por virus.

En 1998, un médico británico sin escrúpulos, Andrew Wakefield, publicó estudio fraudulento que culpaba a la vacuna triple vírica de los trastornos del espectro autista. Un estudio con más de 500,000 niños en Dinamarca, demostró que el autismo es igual de frecuente en los vacunados que en los no vacunados.

Las células usan un código para leer los 3,000 millones de letras del ADN humano. Cada tres letras son la receta para fabricar un aminoácido, que son los componentes de las proteínas, que a su vez son las diminutas máquinas que llevan a cabo la mayor parte de las tareas en el ser humano.

Méndez y Salvatella demostraron primero en ratones modificados genéticamente para simular el autismo, si la administración de los ocho aminoácidos codificados en la secuencia GCAAGGACATATGGGCGAAGGAGA es capaz de revertir el trastorno. Las proteínas CPEB4 tienen tendencia a agregarse por centenares dentro de las neuronas. Cuando hay la estimulación neuronal, se rompen y liberan su contenido. Sin embargo, cuando faltan esos ocho aminoácidos en un número elevado de proteínas CPEB4, se convierten básicamente en sólidos que no funcionan correctamente, lo que desencadena la desregulación de los 200 genes asociados al autismo.