Haití enfrenta una nueva crisis política con la destitución del primer ministro Garry Conille, en medio de un aumento de violencia por parte de pandillas y una creciente hambruna en el país.
En medio de una creciente violencia y crisis humanitaria, el primer ministro de Haití, Garry Conille, fue destituido por el Consejo de Gobierno del país, lo que agudiza la inestabilidad política que ha afectado a la nación caribeña desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021. La destitución ocurre en un contexto de secuestros y asesinatos, en gran parte impulsados por la violencia de las pandillas que controlan amplias zonas de la capital, Puerto Príncipe.
Conille, de 58 años, es médico de formación y exfuncionario de las Naciones Unidas, habiendo dirigido la oficina regional de UNICEF para América Latina. Fue nombrado primer ministro interino en mayo de 2024, con el objetivo de preparar el camino para las elecciones presidenciales previstas para el próximo año. Su misión era restaurar la estabilidad política y gobernabilidad en un país sumido en el caos. Sin embargo, su mandato no logró frenar la creciente violencia y la crisis económica que azota a la nación.
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El Consejo de Transición, que asume funciones de gobierno en Haití, ha nombrado a Alix Didier Fils-Aimé como nuevo primer ministro. Fils-Aimé es un empresario y excandidato al Senado, conocido por su papel como expresidente de la Cámara de Comercio de Haití. Su designación fue publicada en el diario oficial Le Moniteur, aunque su nombramiento no ha sido recibido con entusiasmo, dada la situación política y la falta de legitimidad de las instituciones haitianas debido a la ausencia de elecciones.
Haití no tiene un presidente desde el asesinato de Jovenel Moïse en 2021, y no se han celebrado elecciones desde entonces. La falta de un presidente funcional ha dejado un vacío de poder que ha sido aprovechado por las pandillas, quienes ejercen control en amplias zonas del país, creando un clima de inseguridad y desplazamiento forzado.
El anterior primer ministro, Ariel Henry, fue forzado a dimitir en abril debido a la presión de las pandillas, que atacaron instituciones clave como comisarías, prisiones y hospitales. Su salida, junto con la destitución de Conille, subraya la fragilidad de la situación política en Haití y la dificultad de lograr un acuerdo para la paz y la estabilidad.
Conille contaba con el apoyo de la comunidad internacional, un respaldo crucial en un país donde los donantes externos juegan un papel importante en la financiación de la ayuda humanitaria y los proyectos de desarrollo. Sin embargo, su destitución ha sido interpretada por algunos analistas como un golpe de Estado, ya que cuestionan la legitimidad del Consejo de Gobierno para destituir a un primer ministro sin la aprobación del Parlamento, como establece la Constitución haitiana.
La destitución de Conille representa un nuevo revés para Haití, donde los vacíos de poder y la falta de un liderazgo claro siguen siendo factores clave que dificultan la estabilidad y el progreso del país. A medida que la violencia continúa en aumento y la hambruna afecta a gran parte de la población, la posibilidad de una solución política parece cada vez más lejana.