“Se acabó México”, fue una de las frases lapidarias que en redes sociales circuló en los días en los que en el H. Congreso de la Unión las y los diputados y senadores de Morena, PT y PVEM aprobaron con mayoría calificada la Reforma al Poder Judicial mexicano. Con contundencia y firmeza un buen número de intelectuales, de periodistas y de agentes de opinión, repitieron y difundieron versiones que pronosticaban una “gran debacle nacional” de repercusiones nunca antes conocidas. Durante varios meses, al calor de la discusión política y parlamentaria en torno a la Reforma Constitucional que propuso el Presidente Andrés Manuel López Obrador hace ya más de siete meses (desde el 5 de febrero pasado que mandó la iniciativa al Congreso), hemos sido testigos de un sinfín de especulaciones y de sentencias letales sobre la gran catástrofe que se generaría si se aprobaba la tan ampliamente debatida reforma al Poder que tiene a su cargo, nada más y nada menos, que la impartición de justicia para toda la nación. También, y de manera protagónica, los dirigentes de los partidos de oposición y, por consecuencia, todos los candidatos en campaña desde regidores hasta presidentes de la República del PAN, del PRI, del PRD y de MC se manifestaron en contra en miles de actos públicos y en declaraciones ante los medios masivos de comunicación nacionales y locales; convocaron a marchas y manifestaciones en contra de la reforma; hicieron foros y paneles a modo para oponerse; algunos participaron en las jornadas de diálogo realizadas por la Cámara de Diputados y expresaron su postura; otros escribieron y publicaron artículos promoviendo el miedo en columnas políticas vaticinando “el fin de la democracia mexicana por el autoritarismo de López Obrador” y “el desmoronamiento del Estado de Derecho”, dijeron. Pero los más perversos infundieron el miedo dando por hecho “el inicio de una crisis económica devastadora” que, según ellos, comenzaba por ver la depreciación de nuestra moneda –el peso- frente al dólar, y sentenciaban “va a llegar a 20 o a 22 pesos por dólar y tal vez mucho más, generándose una devaluación sin precedentes” afirmaban.
Bueno, pues nada de eso sucedió. Ni México se acabó, ni la democracia murió, ni se colapsó el Estado de Derecho, ni hubo crisis económica, ni el peso mexicano se depreció al grado que los agoreros de la catástrofe alertaban. Si bien es cierto de todas esas voces casi tod@s ell@s fueron, han sido y serán fieros opositores y denostadores del Presidente de la República, AMLO, y es muy respetable, legal y legítima su posición política, tal vez en lo que hay que reparar y hacer notar es que hicieron y asumieron actitudes exactamente iguales a las que decían oponerse y que tanto criticaron. Veamos, los agoreros de la catástrofe que nunca llegó con la aprobación de la Reforma al Poder Judicial construyeron una narrativa de odio contra Andrés Manuel López Obrador y contra el partido Morena y sin menor recato pasaron a la ofensa directa y grosera en donde los valores de tolerancia, decencia y respeto que profesaban cedieron el paso a la ofensa vulgar y agresiva, simple y llanamente porque “se lo merecen”. En ese mismo sentido, la irresponsabilidad política que tanto criticaron en el pasado y de la cual se decían víctimas como “ciudadanos de bien”, fue su característica al propiciar hechos violentos y destrucción de inmuebles y bloqueos a entradas y salidas de edificios públicos. En ese orden de ideas, tanto se quejan del manejo informativo, a su decir sesgado, de “las mañaneras” y lo que hicieron fue expresar las verdades a medias e hicieron un uso mañoso y falaz de la información disponible y de los contenidos de la Reforma al Poder Judicial para pretender generar “corrientes de opinión favorables a su causa”.
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En síntesis, se puede estar a favor o en contra de algo y más de un asunto de tal envergadura como lo es la Reforma mencionada, pero lo que no es aceptable es la incongruencia y el despropósito con la que actuaron muchos de los opositores a la misma. Nadie puede negar que en el procesamiento de la Reforma al Poder Judicial se expresaron muchas voces y de todos los sectores y que, por lo tanto, hubo un proceso democrático. La votación en el Congreso fue la que tenía que ser porque es producto del mandato popular y porque la mayoría calificada la tienen los partidos que hoy por hoy gobiernan al país. No hubo sorpresas.
Lo importante es que México sigue en pie y está inmerso en una transformación necesaria y mandatada por el pueblo en la urnas. No hay un@ sol@ mexican@ que dude sobre la necesidad de hacer cambios al sistema de justicia porque HOY NO HAY JUSTICIA EN MÉXICO. Si bien es cierto todos sabemos que es necesario que se cuide con lupa el proceso de instrumentación de la Reforma al Poder Judicial en las leyes reglamentarias, los que apoyamos la Reforma también sabemos que hay muchos intereses en juego y que hay muchas inercias heredadas que se encuentran enraizadas en las profundidades de un sistema judicial corrompido y corrupto que es fundamental extirpar para tener una mejor calidad de vida. Esperemos que los agoreros de la catástrofe que nunca llegó se conviertan en vigilantes activos y propositivos en la etapa de implementación que viene y que no continúen sembrando odio y miedo que tanto daño le hace al desarrollo de México. Recordar que en el barco llamado México vamos todos y hay que apostar a que no se hunda sino lo contrario, hay que trabajar desde la pluralidad sí pero viendo por el destino común que todos queremos y que estoy cierto es uno en donde haya JUSTICIA PARA TODOS Y SE ERRADIQUEN PRIVILEGIOS Y CORRUPCIÓN.