La campaña electoral presidencial de 2024 se presenta como la más limitada y mediocre que haya existido en toda la historia revolucionaria de México: ninguno de los tres candidatos tiene claro el diagnóstico real del agotamiento del consenso posrevolucionario y ninguno, por lo tanto, ha presentado aunque sea de manera teórica una propuesta alternativa para reconstruir la viabilidad de un México entre las 15 economías del mundo y pronto 130 millones de mexicanos.
Analizado con sentido crítico, los tres candidatos presidenciales apenas calificarían para competir por la gubernatura de un estado y el de Movimiento Ciudadano con dificultades podría asumirse como aspirante a la alcaldía de algún municipio grandotote. Los documentos de campaña que se registraron el INE ni siquiera causaron polémica y todos sus contenidos rayan en la superficialidad.
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En este contexto, luego del primer mes de campaña y en la víspera del primer debate presidencial, las expectativas nada tienen que ver con la percepción de que estaríamos frente a alguna propuesta de reorganización republicana y ninguno de los tres candidatos se atreve a diagnosticar la dimensión de la crisis del régimen posrevolucionario.
De ahí que lo avanzado hasta ahora permita tener un primer acercamiento al escenario electoral: la candidata oficial Claudia Sheinbaum Pardo va por la continuidad del proyecto de la 4-T –cualquier cosa que ello quiera decir–, pero con la certeza de que su dominación obedeció a la lógica política priista del presidente saliente para designar la continuación de su propio proyecto de gobierno; la candidata opositora Xóchitl Gálvez Ruiz se presenta como una propuesta Frankenstein tan superficial como su frivolidad y tan frenada de lastres como los tres partidos que la impulsan y ella, sin ningún rubor, representa en la defensa del fracaso anterior de esas corrientes: el PRI salinista neoliberal, el PAN sin ideología conservadora y sólo como organización de grupos de negociantes y el PRD neoliberal de los Chuchos sin ninguna credibilidad.
Las expectativas de los partidos se centran en el debate del próximo domingo, Sheinbaum como candidata del bloque gobernante; Gálvez Ruiz rogando por dar un knockout, pero en realidad arrastrando el lastre del PRIANREDE y esperando que el electorado vote por ella tapándose las narices; y Jorge Alvarez Máynez, candidato de un desarticulado e ineficaz Dante Delgado Rannauro tratando de repetir el nefasto papel del payaso de las cachetadas que en 2018 jugó sin calidad política ni moral el candidato independiente Jaime Rodríguez Calderón aka El Bronco.
Con todos los asegunes que tiene las encuestas ensalzadas cuando benefician y denostadas cuando afectan, los niveles de tendencia de voto no han variado porque el electorado mexicano no está entusiasmado con el proceso electoral y la sociedad opositora estaría mandando un mensaje de castigo a la candidata Gálvez Ruiz por su incapacidad para entender la política y su insolvencia para diseñar alguna propuesta alternativa.
La oposición va a pagar en las urnas su ineficacia en la construcción de una propuesta alternativa: falló el PAN en 2000 y 2006 y fracasó la alianza PRIAN en 2018, y en el sexenio actual que termina esa oposición no supo ser… oposición, no reconstruyó sus pilares sociales y políticos y no supo prefigurar una propuesta alternativa al ciclo conflictivo del régimen priista 1970-2018, y por ello el PRI y el PAN aceptaron el desprestigio, se negaron a darle la candidatura a alguna de sus figuras destacadas y pepenaron a una Gálvez Ruiz que iba pasando por la calle montada en su bicicleta.
Las dirigencias del PRI, el PAN y el PRD chuchista tuvieron la honestidad de reconocer que sus partidos y sus militantes no estaban a la altura del desafío que presentaba la sucesión presidencial de López Obrador y dieron la impresión de que buscaron una figura externa que más o menos agitara las plazas públicas y que –en los hechos– cargara sobre sus hombros el fracaso electoral que es previsible por tres partidos que apenas garantizan un 25% de los votos, frente al 55% de la administración lopezobradorista.
Tan fue improvisada las candidaturas de Xóchitl, que un ligero empujón sobre el pleito de antro de su hijo la dejó desfondada la víspera del debate y le quitó a la candidata oficial Sheinbaum la penosa tarea de algún desconchón en el debate.
La metáfora del arroz cocido sólo la entienden con claridad quienes hayan guisado alguna vez ese platillo.
Política para dummies: la política da y la política quita, y el diablo se desquita.
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