El debate político y mediático que se intenta generar en torno a las visitas-encuentros de las virtuales candidatas a la presidencia de México con el Papa Francisco hace unos días y los burdos ataques que se han publicado en contra de Claudia Sheinbaum, representante de la coalición de los partidos Morena, PT y PVEM por el hecho de haberse reunido con el líder de la Iglesia Católica y no profesar esa religión, nos hacen recordar la definición de política esgrimida por el humorista estadounidense Groucho Marx respecto a que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. Es verdaderamente lamentable que la atención de la clase política, de muchos articulistas, columnistas, así como de agentes de opinión y políticos de café se concentre en “el chisme político” de determinar quién fue primero si Xóchitl o Claudia; cuánto tiempo duro cada encuentro y qué gestos hizo el Papa con Claudia y cuáles Xóchitl; qué le dijo a una y qué le dijo a la otra; qué le regalo ella y qué le obsequió el Papa; etcétera; puras nimiedades y sinsentidos.
Es preciso recordar que la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos define que el Estado Mexicano es laico; que consagra el principio histórico de la separación del Estado y las Iglesias; y que la normatividad establece con claridad que en México hay libertad de creencias y de culto. Tanto Claudia Sheinbaum como Xóchitl Gálvez aspiran a ser las Jefas del Estado Mexicano por lo tanto, resulta lamentable la baja calidad que exhibe la clase política, los políticos y los agentes de opinión que se enfrascan en la reyerta, en el golpeteo fugaz, en la diatriba y el escándalo pueril. Lo deseable, desde mi punto de vista, sería que en lugar de tratar de orientar la opinión pública para desgastar al otro (a la otra en este caso) se dimensionaran los hechos sobre la base de la realidad mexicana y, entonces, analizar los contenidos importantes de los encuentros verificados por ambas candidatas y lo que eso significa para los intereses de nuestra nación. Poner en perspectiva las cosas y evaluar su relevancia o no de los hechos porque, al final del día, todos vamos arriba del mismo barco y a nadie le conviene que se hunda.
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Estamos ya en la etapa de registros legales ante el Instituto Nacional Electoral de las candidaturas presidenciales de Claudia Sheinbaum y de Xóchitl Gálvez. El inicio de las campañas y los recorridos por el país son inminentes y ahí veremos entonces el contraste de propuestas que cada candidata le harán a los electores para conquistar y/o consolidar su simpatía. Seguramente en ese lapso de campañas y en los debates presidenciales que se tienen programados, los mexicanos escucharemos los posicionamientos personales con respecto a la religión a la que pertenece cada quien y sobre el respeto a las diversas religiones, los credos y creencias del pueblo mexicano. Sin embargo, la religión católica merece un trato especial porque los datos hablan por sí mismos: El “Anuario Estadístico del Vaticano” registró en su publicación del 31 de diciembre de 2021 que en el mundo había cerca de 1,376 millones de católicos; que en América los católicos representan el 64.08% de la población total, y; que México es el segundo país más católico del mundo (110.9 millones de fieles) después de Brasil (172.2 millones) y seguido por Filipinas (83.6), Estados Unidos (72.3), Italia (58), Francia (48.3), Colombia (45.3), España (43.3). República Democrática del Congo (43.2) y Argentina (40.8). Por su parte, la Agencia Fides (órgano de información de las Obras Misionales Pontificias desde 1927), reporta que la Iglesia Católica administra más de 74 mil instituciones educativas infantiles, cerca de 50 mil institutos que imparten educación secundaria y poco más de 2,500 universidades y escuelas de educación superior en todo el mundo. En el caso de México, las escuelas católicas representan el 15% del total del sistema educativo y el 57% de la educación llamada “privada concertada” siendo la más representativa de este sector. Los datos son contundentes en cuanto al peso de la religión católica en nuestro país y su relevancia en la esencia de nuestra sociedad.
Entonces, perderse en debates sinsentido y en nimiedades respecto a los encuentros de las candidatas presidenciales con el Papa Francisco parece reflejar el bajo nivel de la política nacional. Tal vez sería mejor estar pensando en la alianza que el próximo gobierno federal podría construir con los líderes mundiales y nacionales de la Iglesia Católica y las otras Iglesias. El filósofo y estadista británico Francis Bacon afirmaba que “es muy difícil hacer compatible la política con la moral” y es muy cierto, pero es deseable que nuestra clase política y los hacedores de opinión le otorgue un poco de mayor seriedad a su actuar y se comporten como profesionales en asuntos del tamaño que nos ocupa. Esperemos que el episodio vivido en torno a las visitas al Papa Francisco no sean la tónica de toda la campaña electoral.