En la Guerra y en el Amor todo se vale. En la campaña presidencial no.

Las campañas electorales son parecidas a una guerra porque se trata de vencer al opositor a como dé lugar. Durante muchos años en tiempos de campañas políticas hemos estado acostumbrados a escuchar una serie de posicionamientos de l@s candidat@s que muchos podrían ser catalogados como actos de plena irresponsabilidad ya sea por infundados, por irrelevantes e intrascendentes y/o por la nitidez de la bajeza con la que se emiten cuando se trata de dañar, denostar o calumniar al rival. Seguramente muchos recordamos una de las frases célebres del escritor y poeta alemán Charles Bukowski (1920-1994) que sostiene que “En el amor y la guerra todo se vale, menos arrastrarse. En la guerra se muere de pie y en el amor se dice adiós con dignidad”. Viene al caso la cita porque en la campaña presidencial en marcha en México por primera vez dos mujeres se disputan el mayor cargo político existente y el de mayor responsabilidad con la nación mexicana. Viene al caso porque como Marcelo Ebrard Casaubon nos recuerda en su libro El Camino de México (págs. 205-206), la década en curso tendrá implicaciones profundas en nuestro futuro. Nos jugamos el destino de México. Estamos ante una década especial que equivale a varias décadas habituales en las que pareciera que no ocurre nada muy relevante. Nos dice Marcelo que en el país tenemos que maximizar las ventajas aprovechando la relocalización de empresas y actividades productivas y reducir drásticamente nuestras debilidades cambiando nuestra forma de hacer las cosas y no tolerar mediocridades.

Después de 71 años de las reformas de 1953 a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en las que se les reconociera a las mujeres el derecho a votar y a ser votadas para los puestos de elección popular a nivel federal, estatal y municipal será en este año 2024 que por primera vez en México tendremos a una mujer como presidenta del país y, por lo tanto, eso significará un cambio sustantivo por sí mismo. El estudio “Mujeres y Hombres 2019” publicado por el INEGI y del Instituto Nacional de las Mujeres señala que la participación de las mujeres en el total de la población inscrita en el Padrón Electoral en 28 entidades federativas el porcentaje de mujeres supera el 50.0%, de manera más pronunciada en los estados de Oaxaca (53.2%), Puebla (53.1%) y la Ciudad de México (52.9%). Por el contrario, las entidades en las que se registra el menor porcentaje de mujeres son Baja California Sur (48.7%), Quintana Roo (48.8%) y Baja California (49.8%). Es decir, que en el contexto de tener dos mujeres (Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez) podemos prever una altísima participación en las urnas del género femenino.

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En el futuro próximo, en el sexenio 2024-2030, seguramente también veremos una modificación en la distribución por sexo de las y los funcionarios en puestos de alta dirección en la organización principal de la Administración Pública Federal (Centralizada y Paraestatal) que actualmente está altamente masculinizada. El mismo estudio del INEGI refleja que la titularidad de los puestos de dirección en las diferentes instituciones y dependencias es ocupada en una gran proporción por hombres (74.3% contra 25.7% de mujeres). La mayor participación femenina se da en las Secretarías de Estado, en el que, por cada 100 titulares, 36 son mujeres; así como en otros cargos, en las cuales 22 de cada 100 plazas son encabezadas por mujeres. En los demás puestos de mando superior, la proporción de varones es más alta: 63.6% en las Secretarías de Estado y 76.5% en las Subsecretarias.

También es previsible, en otro ángulo de análisis, un cambio sustantivo en la conducción política del país, en el llamado estilo personal de gobernar. La igualdad de género en la participación política se hará realidad al más alto nivel del poder nacional con todo lo que significa que una mujer gobierne a México. Según Rebeca Alonso del Centro de Psicología de Barcelona, la naturaleza femenina se caracteriza por algunos elementos innatos como la capacidad para sociabilizarse, el espíritu lúdico, la percepción aguda, la intuición, la elevada capacidad de afecto, la fuerza, la resistencia, el adaptarse a las circunstancias, la valentía y la lealtad.

Con todos estos atributos de las mujeres, mismos que seguramente se expresan en las mujeres en contienda política por la presidencia de México, entramos a la campaña electoral. Pero hay un ingrediente adicional: la responsabilidad. Se afirma, y con razón, que las mujeres son más responsables que los hombres; y esa condición debe permear desde las campañas, el día de la jornada electoral, en la asunción del resultado, en la toma de posesión y en el gobierno. Generar la estabilidad política necesaria y fortalecer las condiciones de las instituciones del Estado Mexicano para aprovechar las condiciones de la coyuntura mundial, maximizar nuestras ventajas y reducir nuestras debilidades solo se logrará siendo muy responsables desde las campañas. Bien decía Winston Churchill que “El precio de la grandeza es la responsabilidad” y estoy cierto que todos los mexicanos queremos la grandeza de México.