La ley de Newton en la relación con el “Tío Sam”

La complejidad de nuestra relación bilateral con la primera potencia mundial ha sido, es y seguirá siendo enorme. La historia nos ha enseñado a sortear con un vecino poderoso, intimidatorio, bélico y, a veces, muy intolerante e impositivo que toma decisiones unilaterales sin considerar las razones, argumentos y/o evaluar en conjunto los costos-beneficios para ambas naciones. En la relación con el apodado “Tío Sam” durante el último cuarto de siglo hemos observado como los diversos gobiernos federales mexicanos, de diferente signo partidario, han asumido posturas diferentes para conducir las relaciones diplomáticas, de seguridad, migratorias, tráfico de armas y drogas, ecología, movilidad estudiantil, cultura, salud, comercio, negocios, aranceles, derechos humanos, seguridad nacional, etcétera, y han tenido que lidiar con las personalidades y estilos de los diferentes presidentes de los Estados Unidos de América para negociar los temas inherentes a una vecindad condenada a tener un futuro común en el marco de una asimetría abismal sobre la cual hay que trabajar con inteligencia y eficacia.

En el transcurso de los últimos 25 años hemos atestiguado como los gobiernos del PRI, del PAN y ahora de Morena han ratificado su postura basados en los principios de política exterior establecidos en el Artículo 89 fracción X de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sobre la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de las controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales. Sin embargo, lo importante es señalar que no se trata de llevarse o intentar llevarse bien con el “Tio Sam” sino que lo fundamental estriba en el tamiz político que se le imprime a la relación bilateral. Proclamar y blandir las banderas de los principios de política exterior sin hacer una defensa real de los intereses de los mexicanos en México y de los mexicanos en Estados Unidos de América no pasa de ser un recurso retórico demagógico; es por ello que coincidimos con Marcelo Ebrard cuando en su libor “El Camino de México”, al describir la forma de relacionarnos con el gobierno de EEUU señala que “si lo explicáramos como una fórmula de física de la ley de Newton, sería así: a mayor sumisión, menor capacidad de defender tus intereses, mientras que, a mayor autonomía relativa, logras una mayor efectividad porque tienes prestigio político y coherencia. La desaparición del prestigio político es el camino de la sumisión” (pág. 258). Hoy, las campañas políticas en EEUU y en México para renovar los poderes ejecutivos en ambos países están en marcha y lo que hay que entender es dónde estamos y en qué coyuntura nos movemos para saber qué es lo que debemos de defender y cómo hacerlo de la manera más eficaz para los intereses de nuestra nación. Uno de nuestros propósitos centrales debiera ser que las cuestiones de orden político-electoral afectarán lo menos posible las cuestiones de fondo mencionadas líneas arriba, pero la pregunta es cómo lograrlo sí lo que les reditúa en términos electorales y de campaña tanto a Joe Biden como a Donald Trump (DT) es radicalizar/endurecer los mensajes para atraer a sus audiencias y ganar simpatías rumbo a su elección que será el 5 de noviembre de 2024.

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Lo que debemos esperar en estos meses es un discurso duro hacia México y los mexicanos. En el caso de Joe Biden tal vez veamos al principio un poco más de moderación, pero al final las presiones de una campaña muy competida contra Donald Trump lo llevarán a endurecer sus planteamientos sobre migración y tráfico de drogas, particularmente. En el caso del señor Donald Trump su postura es muy clara: en septiembre del año pasado declaró que si es electo presidente en 2024 enviará tropas a la frontera con México; el segundo secretario de la defensa nacional de ese país, Mark Esper, escribió en sus memorias que DT le planteó en 2020 atacar con misiles a los carteles de la droga en México y hacer aparecer el ataque como proveniente de otro país; el 10 de noviembre en entrevista con Enrique Acevedo de CNN declaró DT que la frontera con México no es segura y que es la peor frontera de la historia en el mundo. Algunas frases memorables de DT que hay que tener presentes en está coyuntura electoral son: “México tuvo una gran noche en los Oscar. Y cómo no, si está acostumbrados a arrebatarnos lo nuestro más que ninguna otra nación” (24 de febrero de 2015, luego de que Birdman, de Alejandro G. Iñárritu arrasara en la premiación); “No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a EE.UU.”(6 de marzo de 2015, vía Twitter); “México no se aprovechará más de nosotros. No tendrán más la frontera abierta. El más grande constructor del mundo soy yo y les voy a construir el muro más grande que jamás hayan visto. Y adivinen quién lo va a pagar: México”(11 de mayo de 2015, South Carolina Freedom Summit9; “México no es nuestro amigo. Nos está ahogando económicamente” (16 de junio de 2015, discurso de lanzamiento de su candidatura para las primarias del Partido Republicano); “Cuando México nos manda gente, no nos mandan a los mejores. Nos mandan gente con un montón de problemas, que nos traen drogas, crimen, violadores…”(16 de junio de 2015, discurso de lanzamiento de su candidatura para las primarias del Partido Republicano); “Los mayores proveedores de heroína, cocaína y otras drogas ilícitas son los carteles mexicanos, que contratan inmigrantes mexicanos para que crucen la frontera traficando droga” (6 de julio de 2015); “Si miran los lugares como México, están matando nuestra frontera… Esto tiene que acabarse, amigos” (2 de marzo de 2016, discurso tras el Supermartes); y, “Es una decisión fácil para México: hagan un pago único de 5-10 mil millones de dólares para asegurar que continúe el flujo de 24 mil millones de dólares (de remesas) al país al año” (31 de marzo 2016, en una carta al Washington Post explicando sus planes para financiar la construcción del muro fronterizo).

En la Revista de la Universidad de México en abril de 2016, Ignacio Solares, escribió el artículo “Trump y el desprecio norteamericano a México” en donde afirma que “el ascenso político del empresario Donald Trump en las filas del Partido Republicano de los Estados Unidos ha venido acompañado de una retórica xenofóbica en la que uno de los principales blancos ha sido México. Aunque el fenómeno ha sorprendido y preocupado a los especialistas y conocedores, la raíz del discurso anti mexicano tiene una tradición en el inconsciente colectivo del país del norte”. Es decir, que ese discurso tiene muchos adeptos en la sociedad norteamericana y, por desgracia, muchos de ellos son de origen mexicano. Estemos preparados y actuemos en consecuencia.