Monstruoso Embiid

Joel Embiid siempre ha causado sensaciones contradictorias, pero tendentes a lo negativo.
Su figura ha sido siempre muy cuestionada, especialmente por el bajón que suele representar siempre en playoffs, particularmente en los partidos más importantes.

Un pívot extraordinario, con un dominio inequívoco que produce una cantidad ingente de estadística y aporta en los dos lados de la pista.

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Pero también un jugador mentalmente débil, con tendencia a las lesiones y a desaparecer del mapa cuando más se le necesita, cuando las reclamas se multiplican y sus ausencias se hacen notorias, a la par que dolorosas. Con 29 años (cumplirá 30 el próximo 16 de marzo), va camino a la veteranía, pero la experiencia, al menos de momento, no le ha convertido en alguien realmente decisivo en el momento de la verdad.
Eso sí, es una máquina de anotar puntos y atrapar rebotes.

Y también de sacar faltas personales y acudir a la línea de tiros libres, un argumento muy utilizado por sus detractores y un arma que se minimiza en la fase final, donde las defensas son más duras y la permisividad es menor.