Nueva hipótesis sostiene que las mujeres de prehistoria eran cazadoras

Es una historia familiar: en tiempos prehistóricos, los hombres eran cazadores y las mujeres eran recolectoras porque no eran físicamente capaces de cazar, pues su anatomía era diferente a la de los varones.

Y debido a que ellos eran cazadores, impulsaron la evolución humana.

Sin embargo, esa historia no es cierta, según una investigación de Sarah Lacy, de la Universidad de Delaware, que se publicó recientemente en Scientific American y en dos artículos en la revista American Anthropologist.

Lacy y su colega Cara Ocobock, de la Universidad de Notre Dame, examinaron la división del trabajo según el sexo durante la era paleolítica, hace entre 2.5 millones y 12 mil años.

A través de una revisión de la evidencia arqueológica actual y la literatura, hallaron poca evidencia para apoyar la idea de que los roles se asignaron de forma específica a cada sexo.

El equipo también analizó la fisiología femenina y descubrió que las mujeres no sólo eran físicamente capaces de ser cazadoras, sino que hay pocas pruebas que respalden que no lo hacían, según indicó en un comunicado la Universidad de Delaware.

Lacy es una antropóloga especializada en el área de biología, y Ocobock es un fisióloga que hace analogías entre la actualidad y el registro fósil. Colaboraron después de “quejarse de artículos que habían salido que usaban esta hipótesis nula predeterminada de que los hombres de las cavernas tenían una fuerte división del trabajo de género: los machos cazan, las hembras recolectan cosas.

Pensamos: ‘¿por qué ese es el valor predeterminado? Tenemos tanta evidencia de que no es el caso’”, precisó.

Las investigadoras encontraron ejemplos de igualdad para ambos sexos en las herramientas antiguas, la dieta, el arte, los entierros y la anatomía.

La gente halló cosas en el pasado y de forma automática las asignó el género masculino y no reconocieron el hecho de que todo lo que encontramos en el pasado tiene estos marcadores, ya sea en sus huesos o en herramientas de piedra que se colocan en sus entierros.

No podemos decir quién hizo qué. No hay ninguna firma en la herramienta de piedra que nos diga quién la hizo, sostuvo Lacy, refiriéndose al método por el cual se fabricaron.

Pero por la evidencia que tenemos, parece que casi no hay diferencias de sexo en los roles.

El equipo también examinó si las diferencias anatómicas y fisiológicas entre hombres y mujeres impedían a éstas cazar. Descubrieron que ellos tienen una ventaja sobre ellas en actividades que requieren velocidad y potencia, como correr y lanzar, pero ellas la tienen sobre ellos en actividades que requieren resistencia, como correr. Ambos conjuntos de actividades eran esenciales para la caza en la antigüedad.

El equipo destacó el papel del estrógeno, que es más prominente en las mujeres que en los hombres, como un componente clave para conferir esa ventaja. Puede aumentar el metabolismo de las grasas, lo que proporciona a los músculos una fuente de energía más duradera y puede regular la degradación muscular.

Los científicos han rastreado los receptores de esa hormona, proteínas que la dirigen al lugar correcto en el cuerpo, hasta hace 600 millones de años.