MIAMI, Florida.- México se quedó a tres outs de una histórica final, pero Japón lo dejó en el terreno en la novena entrada al vencer por pizarra de 6-5 en la semifinal del Clásico Mundial de Beisbol.
Un batazo de Munetaka Murakami ante el cerrador Giovanny Gallegos que se estrelló en la barda del jardín central impulsó dos carreras para darle la vuelta y terminar el juego a favor de los asiáticos.
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Japón enfrentará mañana a Estados Unidos en la final del Clásico Mundial, en el LoanDepot Park de Miami.
México no se intimidó ante los lanzamientos de 102 millas por hora de Roki Sasaki y se mostró como el equipo que fue durante todo el torneo y que se metió a semifinales por primera vez en la historia.
Después de dos outs en el cuarto inning, Rowdy Téllez e Isaac Paredes le ligaron imparables a Sasaki, entonces se presentó el magdalenense Urías e hizo cimbrar el LoanDepot Park al conectarle un cuadrangular al abridor japonés para poner adelante a México.
Patrick Sandoval brilló en la lomita y dejó en cero a los nipones durante cuatro entradas y un tercio de cuatro hits y seis ponches, ayudado por una gran atrapada de Randy Arozarena que le robó un jonrón a Kazuma Okamoto.
Le siguió José Urquidy, quien escapó de bases llenas en el quinto y sexto episodios, pero en la séptimo México no tuvo la misma fortuna.
También con dos fuera, Japón puso dos corredores en base y Masataka Yoshida le prendió un lanzamiento al relevista Jojo Romero para mandarla detrás de la barda y empatar la pizarra.
La respuesta del “Tricolor” fue inmediata luego de que Arozarena y Alex Verdugo ligaron dobletes en la octava entrada, el segundo para devolver la ventaja y tras sencillo de Joey Meneses, Paredes bateó un sencillo que produjo la quinta, aunque el primera base fue cazado en el plato.
Japón se acercó con elevado de sacrificio de Ottawa Yamakawa frente a Jesús Cruz, pero Gerardo Reyes entró para terminar el capítulo con ponche a Kensuke Kondoh, cuando había dos en base.
En la novena entró Gallegos, quien fue recibido por doblete de Ohtani y tras darle pasaporte a Yoshida, Murakami le mandó la bola hasta la barda para que entraran dos carreras y terminara el juego.