La OTAN y las verdaderas opciones del planeta

Carlos Ramirez

Aunque la geopolítica europea es diferente a la americana y su punto de referencia radica en la vecindad de una Rusia en reconstrucción imperial y una China en relanzamiento económico-militar, de todos modos, el planeta se enfrenta a la redefinición de prioridades en medio de una de las peores crisis económicas, políticas, sociales y de seguridad nacional.

Por eso llama la atención que ante la pobreza que quiere entrar de manera violenta a Estados Unidos como el paraíso de bienestar y los cientos de miles de migrantes que se están acumulando en sus fronteras, la Casa Blanca le haya dedicado no solo atención sino esfuerzo y recursos a la reestructuración y relanzamiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte casi en modo de Pentágono europeo.

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Estados Unidos y los países europeos se comprometieron a aumentar el gasto militar por la amenaza que significa el avance geoestratégico y militar de Rusia y el juego paciente de China esperando el desgaste de los dos adversarios históricos. Para nadie es un secreto que el movimiento de gambito de peón de Washington se basa en la declaración formal del presidente Biden en febrero de 2021 en la conferencia de seguridad de Múnich donde dijo que Estados Unidos “está de regreso” a la pelea para recuperar su liderazgo mundial ante China y Rusia.

Si bien los europeos requieren de enfoques inteligentes y de seguridad nacional ante la invasión de Rusia a Ucrania como consecuencia de la incorporación de este país a la OTAN y a la Unión Europea y a la ruptura del equilibrio continental, los estadounidenses tienen gravísimos problemas que no han sido atendidos: la crisis económica inflacionaria y de recesión –PIB de -1.6% en el primer cuatrimestre de 2022–, el avance de la izquierda populista y antiestadounidense en los países al sur del río Bravo, los cientos de miles de migrantes provenientes de todo el planeta tratando de ingresar por la fuerza a Estados Unidos en busca de salarios y bienestar, el colapso de seguridad que representa el narcotráfico y el crimen organizado dentro del territorio americano y, de manera sobresaliente y preocupante, los avances de la derecha estadounidense atropellando las viejas conquistas sociales como el aborto, los derechos de las minorías sexuales y las políticas de bienestar.

El reacomodo geopolítico que ha ocurrido en el primer semestre de 2022 como telón de fondo de la invasión de Rusia a Ucrania es bastante peculiar porque regresa a una nueva versión de la Guerra Fría 1947-1991, solo que no se da entre dos propuestas económico-ideológicas –capitalismo vs. comunismo–, sino que presenta los mismos protagonistas de la Guerra Fría 1.0 ya sin ideas de modelo productivo y solo como bloques de poder económico.

Estados Unidos se presenta a esta nueva fase bélica basada en definición de nuevas áreas de poder como representante de una economía de corporaciones cuyo 1% domina todo el capitalismo depredador, Rusia asiste representando el poder económico del bloque de oligarcas que tienen el control económico del país y China se revela como un país oxímoronico de ideología comunista-autoritaria-de partido único y con funcionamiento económico capitalista.

La segunda etapa de la guerra fría –en modo 2.0– está redefiniendo la construcción tardía de un nuevo orden económico mundial con características bipolares –capitalismo estadounidense vs. capitalismo asiático–, aunque con tres focos de poder geopolítico: Estados Unidos-America-Europa, Rusia-Eurasia y China-Asia. la disputa no es por imponer una ideología de tipo económico, sino por controlar bloques de poder a partir del dominio de las diferentes etapas del mercado.

La disputa por bloques económicos se sostiene por la vía de un precario equilibrio militar: Estados Unidos está relanzando a la OTAN como una especie de Pentágono europeo y su objetivo es construir un ejército de aliados europeos que le descarguen a las fuerzas armadas estadounidenses la responsabilidad de movilizar cientos de miles de soldados a las zonas de conflicto; Rusia está redefiniendo las líneas rojas de la nueva frontera Este-Oeste por la vía de la reconstrucción del poderío militar que se disolvió con la Unión Soviética en 1991 y China no se queda atrás en la consolidación de un ejército poderoso y una expansión económico-comercial-marítima.

La reconquista estadounidense de Europa está dejando sin resolver la desarticulación de los gobiernos latinoamericanos y caribeños y su inclinación por elecciones democráticas hacia modelos políticos populistas antiestadounidenses, lo cual se presentaría como un problema en la retaguardia americana. El abandono de la región al sur del río Bravo desde la disolución de la URSS en 1991 hasta el neocentralismo de Donald Trump en 2016-2020 elevó el costo político y económico de la reconstrucción del poderío estadounidense.

El punto de inflexión del nuevo orden mundial multilateral se está definiendo en Ucrania. con Estados Unidos recuperando el liderazgo mundial, pero el territorio estadounidense sometido a crecientes presiones sociales que están rompiendo los equilibrios internos y que están terminando con la política de bienestar de los años sesenta.

En días pasados, la Casa Blanca no pudo administrar la gestión de los problemas mundiales y locales, al grado de que la Corte Suprema decidió penalizar otra vez el aborto justo cuando el presidente Biden estaba en Bruselas con la atención puesta en la OTAN. Quede como dato para el análisis el hecho de que el presidente Trump en la Casa Blanca no se atrevió a penalizar el aborto, sino que solo se conformó con el retiro de apoyos financieros a las clínicas antiaborto. En este sentido, la decisión de la Corte Suprema implica un retroceso ideológico y social histórico cuya responsabilidad se le debe acreditar a Biden y sus demócratas.

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