Andrea Palma vendía sombreros antes de convertirse en una diva del cine mexicano

Andrea Palma

Hace unos 90 años, el bello rostro de una mujer llamada Guadalupe Bracho, después conocida como Andrea Palma, recibía a la gente que iba a comprar sombreros en aquel almacén ubicado en la calle Palma del Centro Histórico de la Ciudad de México; en el enigmático lugar, que estaba decorado por el artista plástico mexicano Adolfo Best  Maugard, había sombreros de corte y estilo completamente nuevos para la época, lo que lo convirtió en un sitio recurrente para la alta sociedad de la capital. 

Las crónicas de un Diario de circulación nacional cuentan que era mucho el éxito de aquel sitio llamado Casa Andrea en donde se daban cita las damas del México elegante de la época y adquirían ejemplares que muchas veces modelaron en las páginas de este suplemento cultural.

Considerada la primera diva del cine mexicano, Andrea Palma, nacida el 16 de abril de 1903, conoció a muchas famosas gracias a su exclusiva boutique que le vendió sombreros a famosas del teatro, la propia Andrea iba a sus camerinos a ofrecerles los ejemplares. 

Su gusto por el teatro hizo que Palma se aprendiera de memoria las escenas de las obras, pues frecuentaba tanto esos sitios que las memorizaba, así que su momento de suerte llegó en 1927 cuando en la obra “Maya”, el director Alfredo Gómez de la Vega buscaba sustituta de su protagonista, la actriz Isabela Corona, que acababa de dar a luz. 

Andrea pidió que le dieran la oportunidad y su actuación fue todo un éxito; cambió su nombre de pila por el artístico de Andrea Palma: la suma del nombre de su negocio de sombreros y la calle en la que éste se ubicaba. 

Con su incursión de lleno en el cine de Hollywood, Palma cerró su tienda de sombreros y se dedicó a trabajar en la actuación; para ese entonces sus primos Dolores del Río Ramón Novarro ya gozaban de fama en Estados Unidos, le tocaría a ella probar suerte.

Una mexicana “considerada no mexicana”

Las crónicas de la época señalan que aunque en un inicio Palma no despuntó como actriz en el cine estadounidense, se hizo de clientas, amantes de sus diseños de sombreros, tal fue el caso de la estadounidense Marlene Dietrich, a quien le aprendió ademanes y gestos de “mujer fatal” y de quien se hizo muy amiga.

Aunque muchos la comparaban con Lupe Vélez y Dolores del Río, los críticos de la época la llamaban “nuestra primera trágica del cine y teatro”; Palma tenía su propio valor por sus excelentes actuaciones, la dulzura de su voz y su imponente presencia que quedó demostrada en más de 30 cintas, entre ellas “La mujer del puerto” y “Distrito amanecer”. 

En una entrevista, Andrea Palma admitió que en países como México, España e Italia, donde trabajó, los directores consideraban su belleza de todo tipo “menos mexicana”, cosa que lamentaba, pues amaba todo lo mexicano.

Sobre su oportunidad para actuar en una de las cintas más exitosas, llamada “La mujer del puerto”, Palma recordó que precisamente su aspecto, considerado “no mexicano” ayudó para que el director ruso  Arcady Boytler la seleccionara para protagonizar la cinta que cuenta las aventuras de una mujer que experimenta el mundo de la prostitución; estrenada en 1934, en el filme también participa Domingo Soler
Andrea estaba en Los Ángeles y su gran oportunidad llegó…

“Estaba en Hollywood, estaba yo diseñando sombreros, cuando llegué a la casa donde yo vivía me dijo la señorita que me habían hablado de larga distancia, entonces un amigo periodista me habló y me dijo: acaba de llegar aquí un director ruso,  Arcady Boytler; a él le debo lo poco o lo mucho que soy, con él fue con el que empecé”, reconoció. 

“Querían un tipo un poco internacional, yo como desgraciadamente no tengo tipo mexicano definitivo, que era lo que a mí me gustaría tener, porque me gusta mucho, entonces ahí viene el tipo internacional, que no es una cosa ni otra; siempre me han tomado como francesa, italiana, española, de todas las nacionalidades, menos mexicanas; me da una rabia horrible pero así es”, admitió en aquella entrevista. 
 

Confrontación moral a Andrea Palma

En abril de 1936, en un Diario de circulación nacional, Andrea Palma respondió a preguntas sobre la libertad en el matrimonio, el amor y la moral. La actriz mexicana, que incursionó en el mundo del espectáculo gracias a su venta de exclusivos sombreros, se casó con el actor español Enrique Díaz Indiano; murió el 11 de noviembre de 1987.  

¿Cuál  es  su  opinión  con  respecto  al matrimonio  a  prueba?
Dentro de nuestros  prejuicios y el estado de nuestras  costumbres, me pa­rece  impracticable.

¿Lo  cree  usted  moral  o  inmoral?
Ni lo uno, ni lo otro. Cuestión  de conceptos.

¿Cree usted  que el lazo  legal  que  cons­tituye  el  matrimonio,  mate  el  amor  espi­ritual  que  une  a  dos  seres?
No.  El amor  es  independiente de la ley que sólo sanciona una relación.

¿Qué  prefiere  usted:  ‘un  marido  por ley’  o  por  amor?
Prefiero mi libertad ante todo y siempre lo he demostrado  así.

Si  su  novio  le  pidiera  que  fuera  usted su  esposa  experimentalmente,  ¿aceptaría?
Creo  que  mis  ideas  a  éste  respecto son un poco más avanzadas que las de la mayoría de la gente y prefiero  no  dar mi opinión por temor a no ser compren­dida.

¿Qué  tiempo,  según  usted,  debe  durar el  matrimonio  a  que  me  refiero?
Legal o experimental, la unión nun­ca debe perdurar más allá del verdadero amor.

¿Cree  usted  que  para  el  matrimonio a  prueba  tenga  la  consistencia  necesaria, sea  indispensable  que   los  contrayentes posean una  gran  dosis  de  moralidad?

Sería  muy  difícil  distinguir  lo  moral  de  lo  inmoral,  pero  lo  que  sí creo necesario,  es  que  ambos  tengan  una  gran sinceridad en sus sentimientos y una enorme calidad espiritual. Ambas cosas muy difíciles de encontrar.

¿Caben  las  conveniencias  sociales dentro  de  un  gran  amor?
Un gran amor ignora, en caso extremo, las conveniencias  sociales, pero, sí puede complacerlas, ¿por qué  rehuir­las?

Y  sobre  el  amor  libre,  ¿cuál  es  su opinión?
Si se le conceptúa como la realización de un gran amor, imposible en “ términos  legales” debe practicarse. Pero  en éste supuesto, se trata sólo de casos aislados. El tema es demasiado escabroso para generalizar.

¿Qué  artista  del  cine  nacional  le  gus­ta  para  marido  a  prueba?
No soy partidaria en absoluto del matrimonio entre actores. Hablando en términos teatrales, en casi todos los  matrimonios, una de los cónyuges  toma la parte de actor, mientras el otro es la audiencia. Si los dos son actores,  ¿quién será la audiencia? Y hay que recordar que para los actores es indispensable la audiencia, tanto en escena  como en la vida real.