Ojalá que aprendamos la lección: las escuelas no deben cerrar

(Allen JG, New York Times; dic 27 2021)

Un millón de los alumnos que debían haber estado en la escuela no se presentaron a sus clases, ni en persona ni en línea; los mayores declives se vieron entre los alumnos más jóvenes y las familias que viven debajo de la línea federal de pobreza en Estados Unidos.

Los efectos del cierre de las escuelas van mucho más allá del rezago educativo. Estamos ante una crisis absoluta de salud mental infantil.

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La proporción de visitas a hospitales pediátricos por motivos de salud mental aumentó de manera significativa en 2020, cuando se desató la pandemia y las escuelas cerraron; por otro lado se incrementa el maltrato infantil.

El hecho de que los niños tomaran clases desde casa también implicó que muchos padres no pudieron trabajar.

Estas tareas domésticas adicionales recayeron de manera desproporcionada en las mujeres; las diferencias de participación en la fuerza laboral entre mujeres y hombres, que de por sí eran marcadas, incrementaron cinco puntos porcentuales de 2019 a 2020 en los estados donde la mayoría de la educación se brindó a distancia.

Primero que nada, los padres deben vacunar a sus hijos siempre que cumplan con los requisitos. Las vacunas son seguras y eficaces. También se debe ordenar la vacunación de todos los adultos que trabajen en escuelas y guarderías.

La tristeza de los jóvenes (Hachmi NE, El País, dic 30,2021)

La adolescencia es etapa de crisis existencial, pero por la pandemia ha llegado al extremo de provocar los actuales niveles de sufrimiento, hasta el punto de que el suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes en Occidente, lo cual, como cultura y como civilización, tendría que convertirse en el centro de todos los debates filosóficos.

¿Cómo enfrentarte a la vida y al mundo cuando desde pequeño te lo han dado absolutamente todo y te han ahorrado hasta la más mínima frustración?

Entiendo que el ejercicio del deber parental es un muy difícil equilibrio entre evitar que los hijos se hagan daño y dejar que desarrollen sus propias estrategias para solucionar los problemas que se les van presentando.

Hacerlo, encarar dificultades y superarlas, dota de una robusta confianza en uno mismo infinitamente más útil que la sobreprotección.