Ojalá que aprendamos la lección: las escuelas no deben cerrar

(Allen JG, New York Times; dic 27 2021)

El argumento a favor de mantener abiertas las escuelas se basa en dos factores que han sido constantes desde el inicio de la pandemia de la COVID: el riesgo de que haya resultados graves para los niños si se infectan de coronavirus es bajo y los riesgos para los niños si están fuera de la escuela son altos.

La tasa semanal de hospitalización para niños en edad escolar es de 1 en 100, 000, cifra constante a lo largo de la pandemia, desde la variante original hasta la alfa, que era más transmisible, pasando por el repunte del invierno pasado y, sí, incluso durante la ola de la variante delta en el sur, en el verano y en el norte, en el otoño.

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La Academia de Pediatría de los EEUUA declaró: “Los datos disponibles indican que las hospitalizaciones y muertes relacionadas con la COVID-19 son poco comunes en los niños”. Meta-análisis de gran escala publicado en noviembre muestra que los niños que dieron positivo por coronavirus tienen tasas de síntomas persistentes similares a quienes dieron negativo.

Hay evidencias que sugieren que el riesgo para los niños seguirá siendo bajo durante la ola de ómicron. Los datos más recientes provenientes de Sudáfrica de la semana que terminó el 12 de diciembre muestran que los niños en edad escolar (de 5 a 19 años) tuvieron la cifra de hospitalizaciones máximo de cuatro a seis por cada 100,000, datos similares se reportaron en Reino Unido.

Por otro lado, los daños que padecen los niños por estar fuera de la escuela son graves. Se están acumulando y podrían durar décadas.

El aprendizaje en línea no es igual al aprendizaje presencial. McKinsey examinó los efectos de la COVID-19 en el ciclo académico 2020-2021 y mostró que la pandemia causó rezago de cinco meses o más en matemáticas y de cuatro o más meses en comprensión lectora.

Y ese solo es el caso de los estudiantes que asistieron a clases. Un millón de los alumnos que debían haber estado en la escuela no se presentaron a sus clases, ni en persona ni en línea; los mayores declives se vieron entre los alumnos más jóvenes y las familias que viven debajo de la línea federal de pobreza en Estados Unidos.

Los efectos del cierre de las escuelas van mucho más allá del rezago educativo. Estamos ante una crisis absoluta de salud mental infantil.