Tlatelolco en busca de los vestigios de la Conquista

Salvador Guilliem afirma que aún no hay evidencias arqueológicas que avalen al sitio como el último reducto de la resistencia indígena.
Tlatelolco en busca de

Tras 34 años de explorar la antigua ciudad de Tlatelolco, de 1987 a la fecha, el arqueólogo Salvador Guilliem afirma tajante que, hasta el momento, “no existen evidencias arqueológicas que nos puedan mostrar el momento de la Conquista, ese encuentro de las dos culturas”.

A pesar de que diversos documentos históricos, crónicas de la época y códices indígenas acreditan a Tlatelolco como “el último reducto de la defensa indígena mexica”, donde fue capturado Cuauhtémoc, el último emperador azteca, “no hay informes de trabajos de campo, ni de análisis de materiales, que describan vestigios arqueológicos de esa batalla”.

En entrevista el investigador del INAH explica que “la visión que tengo es que en Tlatelolco no hay una resistencia a partir de que Cuauhtémoc sale de Tenochtitlan la madrugada del 13 de agosto de 1521 y busca refugio ahí.

Él deja Tenochtitlan, se lleva al dios Huitzilopochtli (un envoltorio sagrado), que esconde en un lugar cerca de Tlatelolco; él se va a Cocolco y empieza a trabajar la resistencia militar en contra de los europeos, pero, principalmente, en contra de los miles de indígenas aliados, que no están conformes con el poderío mexica”, agrega.

Explica que ni Tenochtitlan, la capital del imperio, ni su ciudad gemela, Tlatelolco, tuvieron la capacidad de resistir el sitio que impusieron los conquistadores.

“Depende la crónica que leas, estuvieron sitiadas, sin agua potable, entre 76 y 90 días. Cuauhtémoc decide refugiarse en Tlatelolco, pero lo capturan; lo presentan a Hernán Cortés en La Conchita, cerca del actual Tepito. Y se da por terminada la Conquista”.

Añade que, a pesar de no contar con evidencias arqueológicas de la Conquista, de la que hoy se conmemoran 500 años, Tlatelolco es un lugar emblemático que, a diferencia de Tenochtitlan, conserva su nombre.

Hubo un conquistador, Alonso Gutierre de Badajoz, que, cuenta el cronista Bernal Díaz del Castillo, subió al Templo Mayor de Tlatelolco y empezó de inmediato la destrucción del edificio y sus deidades.

Con esta gran demolición buscaba oro, el tesoro perdido en la batalla de la Noche Triste de 1520.

Atrás del Templo Mayor comenzaron a edificar la iglesia. Un historiador, George Kubler, dice que Tlatelolco y Tláhuac deben pelear para saber cuál es la iglesia más antigua del continente.

Yo creo que la de Tlatelolco, porque lleva el nombre de Santiago, el santo protector de los militares europeos”.

Con 77 años de trabajos de campo, que comenzaron formalmente en 1944 con el investigador Robert Barlow, y prosiguieron con arqueólogos como Francisco González Rul y Eduardo Matos, en Tlatelolco se han encontrado el Templo de Ehécatl, una escultura de este dios, murales, piezas, textiles, ofrendas, 17 estructuras arquitectónicas, un temazcal y una caja de agua, entre otros hallazgos.

Algo que personaliza a Tlatelolco son los entierros. La arqueóloga Antonieta Espejo encontró, arriba del Templo Mayor, la etapa más antigua, frente a la iglesia, los restos de más de 10 mil personajes; tantos que no existe un registro confiable.

Éstos pueden ser restos de la Conquista; porque, terminada la guerra de agosto de 1521, lo primero que los mexicas piden a Cortés es que los deje enterrar a sus muertos.”

Hay una enorme cantidad de entierros, de hombres y mujeres por separado, en parejas, niños y fosas colectivas.

Del 2007 a la fecha, en 14 años de excavaciones, llevamos 385 entierros, personajes que murieron en 1833 por una epidemia de cólera morbus.

Pero hay de varias fechas, lo mismo de 1473 que de 1600. Debajo de la fosa común estamos recuperando unas cajas negras, que pueden haber sido utilizadas por la élite militar de Tlatelolco”.

Guilliem admite que mucho trabajo arqueológico se perdió con la entrada del Ejército mexicano el 2 de octubre de 1968, pero también hay mucho material por analizar.

“Hemos logrado que la sociedad entienda que camina sobre otra ciudad. Espero que los estudios continúen. Las heridas deben servir para seguir adelante”, concluye.