Riesgos y aciertos de la política exterior

Segunda y última parte
Aquiles

El segundo fue formulado por Francis Fukuyama, según el cual el capitalismo monopolista transnacional es la coronación definitiva de la historia humana, el último eslabón de su desarrollo a través del tiempo. Con él hemos llegado al final de la historia, pues más allá de esta forma suprema del capital y el mercado está la nada absoluta. Toda búsqueda de una sociedad mejor, por eso, está irremediablemente condenada al fracaso.

Se entiende, pues, que para los partidarios de esta visión del desarrollo humano, resulte un desatino total, inútil y peligroso, atreverse a discrepar y desafiar el poderío financiero, industrial y militar de los Estados Unidos, más aún para un país como México, cuyo crecimiento económico depende enteramente del crecimiento de la economía norteamericana, tractor de la nuestra sin el cual se estanca.

Y lo mismo ocurre con nuestro comercio exterior, que exporta algo así como el 80% de la producción agrícola e industrial al poderoso mercado norteamericano. Enfrentarnos a quien hace posible nuestra existencia como sociedad es un suicidio, y de aquí se deriva el desacuerdo radical y la condena sin atenuantes a la política exterior de López Obrador, en la que advierten un serio peligro para nuestra estabilidad económica y social en caso de que sus irreflexivas provocaciones acaben desatando una represalia de los poderes formales y fácticos de aquella nación.

Con el debido respeto a las opiniones ajenas, quiero decir, con plena conciencia de lo debatible del asunto, que no comparto totalmente este punto de vista.

Y diré por qué. Los hechos y las cifras sobre la economía norteamericana y mundial, y sobre la capacidad del mercado para auto corregir sus imperfecciones y desequilibrios; su probada impotencia (lógica por lo demás) para lograr el bienestar de todos sin tocar la irracional concentración de la riqueza en unas cuantas manos, prueban elocuentemente la falsedad del monetarismo y el fundamentalismo de mercado de la teoría de Milton Friedman y, en consecuencia, dejan al descubierto también el carácter reaccionario y paralizante de la energía social de la tesis de Fukuyama.

Esos mismos hechos y cifras demuestran que el mundo necesita una nueva y mejor organización social, que genere abundante riqueza, sí, pero también que la reparta de manera racional y equitativa entre todos los miembros de la sociedad, lo que no sucede en el modelo idealizado de la economía norteamericana.

La fe ciega en la perfección del neoliberalismo globalista del capital financiero y la resignación pasiva a depender de él eternamente, solo pueden sostenerse omitiendo echar un vistazo a los cambios que están teniendo lugar en el mundo de hoy y también al interior de la propia sociedad norteamericana. Si lo hacemos, veremos que ambas realidades hablan claramente del debilitamiento acelerado de la hegemonía mundial del globalismo financiero y de los EE. UU., como su exponente y beneficiario máximo.

Veríamos que su imperio está siendo minado por la desigualdad y la división profunda que la misma produce en el seno de la sociedad, y también por el surgimiento de un vigoroso movimiento en pro de la reorganización del mundo sobre nuevas bases, encabezado por China y Rusia. Probablemente muchos dejarían de odiar y de temer tanto a países como Cuba, Nicaragua y Venezuela, que participan del mismo esfuerzo de emancipación de la humanidad de la pobreza y el hambre.

Los mexicanos también deberíamos trabajar por medidas eficaces a nuestro alcance para romper nuestra dependencia y sometimiento a los intereses del gran capital trasnacional, y prepararnos para entrar con paso firme en un mundo nuevo, más libre y respetuoso de nuestro derecho a la prosperidad y al bienestar de todos.

Estas son, muy sintetizadas, las razones de que nuestro desacuerdo con la política exterior de López Obrador sea menos radical que en el terreno de su política interior. Nuestra discrepancia no se sustenta en las mismas razones que las de los partidarios declarados de la globalización, del dominio absoluto de la empresa privada y del mercado sin control. Estamos incluso de acuerdo con algunos aspectos de la política latinoamericana de la 4T, como el apoyo fraterno y desinteresado a Cuba y su Revolución y el trato respetuoso a Venezuela, Nicaragua y Bolivia, acosados hasta el genocidio por quienes se dicen defensores de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Para nosotros es una bocanada de aire fresco no ver ni oír al gobierno mexicano repetir en actitud simiesca los dicterios imperialistas contra el derecho de los pueblos de América Latina al progreso y a la independencia.

Coincidimos con la negativa de López Obrador a calificar de dictaduras populistas a los gobiernos del mundo que han tenido que hacerse fuertes y duros para mantener a raya a la subversión interna y externa (ambas alentadas y financiadas por EE. UU.). Aplicarles a tales gobiernos, sin más, el calificativo de dictaduras, es una perversa manipulación del fetichismo de palabras (también instilado en las masas por la clase dominante) como dictadura, que provoca rechazo y odio instintivos aunque no se sepa con exactitud lo que es una verdadera dictadura.

Los manipuladores ocultan maliciosamente que en tales países hay una constitución y leyes emanadas de ella, y que hay democracia, aunque no sea del tipo liberal que ellos desearían.

Los antorchistas reprobamos el aventurerismo y el carácter contradictorio del resto de la política obradorista. Porque es peligroso aventurerismo, ciertamente, desafiar las posibles consecuencias catastróficas de las sanciones por violar el T-MEC, creyendo que basta con invocar el principio abstracto de la soberanía nacional para conjurar el peligro. Si el presidente fuera más serio, hace rato que habría emprendido una política de desarrollo económico autosustentable y la diversificación de nuestro comercio exterior que garantizaran la resiliencia del país ante un peligro como el que hoy nos acecha.

Rechazamos y denunciamos la flagrante contradicción que existe entre la conducta arrogante frente al presidente Biden y el disimulado servilismo que se agacha sin rubor ante Donald Trump y justifica las ultrajantes burlas del mismo patán; en exigir igualdad en la convocatoria a la Cumbre de Los Ángeles y no mostrar la misma o mayor firmeza para demandar el levantamiento inmediato del bloqueo genocida contra Cuba; en abstenerse de asistir a la cumbre de Los Ángeles y luego firmar obsecuentemente todos los “acuerdos” de esa Cumbre que le pusieron delante, al mismo tiempo que permitía que la península de Yucatán se convirtiera en el patio de maniobras del Comando Sur Norteamericano; en invitar al presidente Xi Jinping como orador único en la reunión de la CELAC celebrada en la capital mexicana, y en esa misma reunión proponer la unidad continental bajo la égida de EE. UU. para frenar el crecimiento y el desarrollo de China.

Los antorchistas del país nos preguntamos: ¿es real o fingida la política pretendidamente independiente de López Obrador? De lo que estamos convencidos es de que la élite norteamericana conoce muy bien al personaje que tiene delante y que está dispuesta a seguir tolerando sus desplantes sin sustento a cambio de que nuestros soldados sigan cuidando lo que ya consideran su frontera sur.