Reglas de oro para educar a tu hijo con fortaleza

Es importante educar a nuestros hijos en la reciedumbre, en la capacidad de superar y afrontar dificultades. Debemos desarrollar en ellos desde pequeños una voluntad fuerte y una fortaleza interior.
Reglas de oro para educar a

Frustración versus reciedumbre: lo quiero todo y ahora «Hago lo que me apetece y no me supone demasiado esfuerzo», «Me lo merezco todo», «Trabajo, sí, pero lo justo para cubrir el «expediente», «Soy un niño, estoy aquí para jugar y divertirme»… Parece que el inconsciente de nuestros hijos funcione con las premisas anteriores.

El mínimo esfuerzo, el máximo placer

Al principio no nos damos cuenta: son tan pequeños y tan vulnerables que creemos que lo mejor es darle todo tipo de comodidades y seguridad.

Con el tiempo nos percatamos que no hemos sabido combinar esa protección con exigencia, esa seguridad con esfuerzo.

Resultado: nuestros hijos crecen frágiles, con poca resistencia a la frustración y con pocas aptitudes de superación.

Para tener reciedumbre, hay que estar seguro de uno mismo. La base de la seguridad de toda persona reside en el respeto y el amor que recibe de las personas que quiere.

Por eso, trata a tu hijo como a la persona más importante del mundo. Dile a menudo: «Nunca dejaré de quererte, hagas lo que hagas», lo que no quita que se le recrimine por su comportamiento negativo.

Enséñale autocontrol

Enséñale a acabar lo que empieza, a dilatar la gratificación, a controlar sus impulsos. Para ello, desarrolla con él un vocabulario de sentimientos.

Escribe en una pizarra todos los adjetivos que muestran enfado o tristeza: enojado, irritado, enfurecido, etc.

Cuando tu hijo esté enfadado, úsalas para que pueda identificar sus sentimientos: «Parece que estás realmente furioso; hoy los deberes son más difíciles que otros días ¿verdad?”. Sentirse comprendido es el primer paso para hacer frente a los problemas.

Estimula su aprobación interna

Haz que tu hijo no dependa de tu aprobación sino de su propio reconocimiento. Para ello, cambia los pronombre «yo» por «tu«.

No le digas: Estoy muy orgullosa porque no has caído en la provocación de tu hermano. En su lugar, dile: Debes estar muy orgulloso por no haber caído en la provocación de tu hermano.

Actuando de este modo, conseguirás que se mueva por sus propios objetivos y opiniones, no por lo que piensen los demás de él.

Sé modelo de autocontrol para tu hijo

Si estás en una cola y alguien se cuela, si conduciendo te pitan e insultan, si se te ha borrado el trabajo del ordenador o si tu hijo te reta a una lucha de poder recuerda que eres su modelo de autocontrol y coherencia.

Tenlo en mente y aprovecha las circunstancias del día a día para enseñar autocontrol a tus hijos.

Pregúntate si compras impulsivamente, si discutes con demasiada vehemencia, si te dejas llevar por tu estado de ánimo; si te quejas cuando las cosas no salen como deberían, si te niegas a comer lo que no te gusta o si no le das importancia a la puntualidad.

Son pequeños detalles que los niños registran en sus mentes y van conformando su personalidad.

Habla con tu hijo sobre lo que es autocontrol

Explícale que cuando «se aguantan las ganas» de tomarse el postre antes de cenar, de insultar a un compañero que le ha ofendido o de jugar al ordenador cuando no toca está teniendo autocontrol. Identifica las diferentes situaciones del día en que tu hijo supera la tentación y házselo saber: Marcos te ha dicho en el colegio que hagas una cosa que tu no querías hacer y no la has hecho.

Eso es autocontrol. Debes estar muy contento de haberlo conseguido. Acostúmbrate a utilizar la palabra «autocontrol» en tu casa para que aprendan a reconocer en ellos esta cualidad.

Dale responsabilidades a tu hijo además de la de estudiar y sacar buenas notas.

Reparte de manera proporcional las tareas del hogar y exige su cumplimiento con la calidad que se merecen. No bajes el tablón de exigencia solo porque tú hijo es pequeño o porque tiene mucho que estudiar.

Si tiene capacidad de realizarlas, debe cumplirlas con la máxima calidad. Argumenta pero exige.

Hay cosas que se pueden negociar pero hay otras que deben aprender a aceptar sencillamente por el prestigio de los padres.

Quiérelo con detalles, con tu tiempo, con tu presencia, con tu ánimo y con tus palabras pero no evitando que consiga cosas por sí mismo, esforzándose y superándose. Dale espacio y tiempo para aprender a superar por sí mismo sus problemas.

Enséñale a enfrentarse a la injusticia.

Utiliza para ello las reuniones familiares. En ellas tus hijos se implicarán y podrán defender sus puntos de vista, respetando los de los demás. El objetivo es que, con el tiempo, sean capaces de defender sus principios y actuar en consecuencia.

Enséñale deportividad, enséñale a jugar limpio. El deporte es una gran herramienta para fomentar el esfuerzo, la perseverancia y la superación de uno mismo.

Establece unas normas claras y sus consecuencias. Asegúrate que todos las conocen y trata de cumplirlas, tú el primero.

Un solo consejo: sé consecuente con ellas.