PRD: Aquí yaces y haces bien…

Tú descansas y nosotros también. Parece ser inscripción apropiada para la lápida del Partido de la Revolución Democrática, que en su festejo de los 25 años de agonía mostró una vez más que está incapacitado para entender el mundo en que vive y la sociedad a la que supuestamente sirve.
Entre clamores de coro griego pidiendo la unidad, el veterano creador de las siglas, Cuauhtémoc Cárdenas, advirtió del inminente peligro de la fractura total, de hecho, la desaparición del partido gracias a sus tribus y a los intereses que privan en cada grupo, más importantes que la misma institución.
El Cuate que inició la tradición de tricolores en fuga a territorios más acogedores y favorables para carreras políticas terminales, a través de estos 25 años ha sido una y otra vez traicionado. Y parece que se pretende nuevamente ponerlo en la picota del ridículo, usándolo como cohesionador, algo así como pegote, pañuelo sanitario o mucílago que será desechado en la más próxima oportunidad.
Cuauhtémoc salió entre fanfarrias y estruendo de bombos del partido que controlaba Jorge de la Vega Domínguez, el mismo que negociaba con una comisión estudiantil el 2 de octubre de 1968, poco antes de que universitarios y politécnicos fueran pretendidamente masacrados por fuerzas paramilitares en la Plaza de las Tres Culturas.
El líder emblemático de la izquierda aspiraba a la nominación priista a la Presidencia de la República; le pareció gacho que no lo reconocieran como legítimo heredero de la casita que construyó su papi en Los Pinos, cuyo nombre se remite al sitio donde el general Lázaro Cárdenas enamoraba a su esposa, doña Amalia Solórzano, en Tacámbaro de Codallos, cerca del cráter de un volcán apagado lleno de agua conocido como “la alberca”. Allí, en Los Pinos, se comprometieron.
En la casa de la querida doña Ifigenia Martínez se celebraron las reuniones previas a la salida de importante grupo de las filas tricolores, lo que se supo tras una comida regada con profusión de bebidas espirituosas. Los protagonistas, Manuel Becerra Acosta y Porfirio Muñoz Ledo, célebres degustadores de ricos caldos franceses y españoles.
Bien persas ambos, digamos que en estado natural, llamaron a Gonzalo Álvarez del Villar, a quien dieron la primicia del nuevo partido y de la celebración de las reuniones en las que participaban distinguidos priistas. Eso se supo después, cuando el senador Gonzalo Martínez Corbalá, en algo como arrepentimiento por su participación en esos cónclaves, quiso circular una carta privada que dirigió a Cárdenas, en la que detallaba citando por nombre a los presentes. Se quejaba el legislador de que el asunto había sido destapado inoportunamente, por lo que se desligaba.
Entre las mencionadas, la senadora Silvia Hernández, que se mantuvo en las orillitas sin tomar partido abiertamente. Algo así como cuando se apersonó en la casa de Sergio García Ramírez al suponer que sería el tocado por el dedo del señor de Los Pinos. Sólo que no era cierto, se lo aclaró el propio jurista con el que escuchó la rectificación a cargo de Netzahualcóyotl de la Vega.
La primicia de Álvarez del Villar fue objeto de burla, desmentidos y lo increíble, siendo la noticia del año indudablemente porque cambió el panorama de la política mexicana para siempre, no recibió la nominación o una triste mención en los premios nacionales de periodismo. Por cierto, la risa les duró poco, porque antes de dos semanas se confirmó la exclusiva de Gonzalo, que también confirmó la certeza del dicho de que el que ríe al último ríe mejor.PRD: Aquí yaces y haces bien…El PRD en este festejo enfrenta el mismo dilema que los priistas cuando huyeron en masa. La salida de Andrés Manuel López Obrador puede equipararse con mucha distancia por la calidad de los protagonistas con la del propio Cuate, añádase la creación de nueva agrupación política para competir por la Presidencia y la furia y desprecio con que se ven por ambos lados, incapaces de unir a la oposición en torno a una idea común; la izquierda, pues, militancia sin ideología.
Pero con mucha competencia. A la pretensión de Cárdenas de seguir como la entidad moral que guía a los políticos puros, se opone el pragmatismo de Los Chuchos, Ortega y Zambrano, el primero como poder tras el trono partidario y el segundo enloquecido tras su cambio de rebelde en armas a demócrata convencido de las urnas ciudadanas.
En este caso enfrentará las urnas funerarias en su intento por capturar la nominación presidencial para 2018.
En la fiesta amarilla se ratificó que los políticos dialogan frente a espejos. No esperan respuestas, sino la repetición de su amada imagen dictando doctrina, enviando al mundo mensajes con frases para el bronce. No alcanzan la autocrítica, tal cual el pastor perredista de los diputados, Silvano Aureoles Conejo, que exhorta a los senadores a discutir las leyes reglamentarias de la reforma política, pero se hace el que la Virgen le habla obviando que fueron sus correligionarios en complicidad con los panistas, quienes detuvieron un proceso que tenía entre 80 y 90 por ciento de avance.Similar a lo manifestado por René Bejarano, que además de unidad pide honestidad olvidando las grabaciones con Carlos Ahumada Kurtz que le dieron el mote de Señor de las Ligas, cuyo origen y consecuencia no es necesario citar porque se trata de un asunto del dominio público.O la proliferación de antros y la quema del Lobohombo con clientela al calce.