México en el tablero estratégico de España: liberalismo-populismo

INDICADOR POLITICO
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Los forcejeos entre los gobiernos de México y España a propósito del pasado histórico y del presente inversionista parecieron aclararse con la presencia en tierras mexicanas del partido ultraderechista Vox, a invitación del partido conservador PAN. El mar de fondo en este escenario es más grande que el Atlántico que separa a ambos continentes.
El contrapunto a esta alianza de la derecha-ultraderecha promovida por Vox en Iberoamérica se localiza en el llamado Grupo Puebla, una agrupación política de 2019 formada por dirigentes y politólogos iberoamericanos de corte progresista –whatever thats means o cualquier cosa que ello signifique– en el que aparecen Cuauhtémoc Cárdenas, el expresidente boliviano Luis Arce, el expresidente ecuatoriano Rafael Correa, el dirigente del partido lopezobradorista Morena Mario Delgado, el expresidente brasileño Luis Ignazio Lula Da Silva, el presidente argentino Alberto Fernández,, el chileno José Miguel Insulza, el chileno Camilo Lagos, el expresidente paraguayo José Mújica, el expresidente boliviano Evo Morales, la ministra española Irene Montero, el expresidente español José Luis Rodríguez Zapatero, la expresidenta brasileña Dilma Rousseff, el político mexicano Zoé Robledo, el expresidente colombiano Ernesto Samper, entre otros.

La polarización neoliberalismo-populismo ha comenzado a marcar una subetapa del desarrollo político-ideológico del mundo, como una versión light de la confrontación sistémica capitalismo-comunismo que determinó el precario equilibrio militar en el periodo 1951-1991. La pandemia y su efecto en el papel dinámico del Estado es parte del escenario estratégico y el relevo Trump-Biden en Estados Unidos ayudó a reacomodar las piezas del tablero mundial, ante la debilidad estadunidense que volvió a reactivar el dinamismo geopolítico de la China de Jinping y de la Rusia de Putin.

España abandonó su papel geopolítico en Iberoamérica y se centró en el tema de los negocios y las inversiones trasatlánticas, no siempre con buenos resultados. El ciclo populista actual ha profundizado los reclamos a España a propósito de los temas históricos del siglo XVI y la expansión de –en términos de José Ortega y Gasset– de la welpolitik o política-mundo.

Los reclamos históricos del presidente mexicano López Obrador a España por el término de descubrimiento, resistencia o conquista de América, aunados a los dardos declarativos contra las inversiones españolas en México como empresas de exacción, se insertan con la presencia del PSOE y Unidas Podemos en Iberoamérica de la mano del Grupo Puebla como Internacional Populista y ahora con el desembarco de las carabelas de Vox en el puerto político e ideológico del PAN mexicano como partido conservador y católico.

El PAN mexicano se había decantado en dos formaciones: de un lado, la fascistoide que se nutría de grupos locales radicales con raíces históricas en los imperialistas de Maximiliano el siglo XIX, las ideas conservadoras de la iglesia católica en temas como aborto y matrimonio civil derivado de las Leyes Juárez y de la lucha contra la influencia comunista de la Revolución Cubana en los años sesenta; del otro, la pragmática conservadora centrada sólo en la dinámica mercado-Estado.

El contenido de la Carta de Madrid firmada por senadores panistas suena ajeno a la política mexicana, sobre todo por la derrota ideológica, de sistema y de influencia geopolítica del comunismo como concepto, toda vez que en Iberoamérica ven a Rusia y a China más bien como inversiones productivas y no como territorio ideológico o como ejemplo a instaurar en las sociedades subdesarrolladas de la región.

El debate se ha asentado en la dialéctica neoliberalismo-populismo o el papel económico del mercado o el Estado. El único gobierno marxista-leninista en Iberoamérica es el de Cuba y después del fracaso de las guerrillas ninguna fuerza política lo quisiera como ejemplo a seguir. En todo caso, la desviación ha sido hacia el populismo de grupos de poder o de políticos que se quieren eternizar en el poder. El único país que hoy se encuentra en crisis por la falta de respeto a las reglas mínimas de la democracia es Nicaragua, pero sin apoyo político e ideológico e inclusive con críticas de parte de Cuba por los abusos de la familia Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo para eternizarse en el poder como Patriarcas al estilo de García Márquez.

El lenguaje ultra de Santiago Abascal asustó, inclusive, a figuras del panismo tradicionalista conservador y obligó a un deslindamiento interno en el partido para señalar que los apoyos y formas a la Carta fueron a título individual. Inclusive, el PAN despidió a un funcionario menor del grupo parlamentario a quien responsabilizaron de la invitación no oficial a Vox. Asimismo, los aliados PRI y PRD –de vieja militancia socialista, aunque hoy afiliados al conservadurismo de mercado– presionaron a sus aliados panistas para evitar mayor presencia de Vox en el PAN mexicano.

Grupos franquistas y nazis han permanecido en los pliegues del PAN como células dormidas, pero sin ninguna influencia real en la definición de propuestas de gobierno o de grupo. En la presidencia durante dos administraciones, de Fox (2000-2006) y de Calderón (2006-2102), el PAN no pudo darle una marca conservadora al gobierno y sólo abrió la puerta para el regreso del PRI en 2012.

El PAN, por lo demás, se encuentra en una alianza que quisiera ser de centro político-ideológico-económico y no de radicalismos anticomunistas, aunque en esa coalición participe la Coparmex, un sindicato patronal de activismo político.

Y como corolario, el Grupo Puebla o Internacional Populista no tuvo efectos políticos en las alineaciones políticas, ideológicas y partidistas y, como se dice por aquí, “pasó de noche”.

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