La persecución a los científicos no es una recta aplicación de la ley

(Segunda y última parte)

La persecución a los científicos no es una recta aplicación de la ley

Olvidan que precisamente la dura situación que quiere remediar López Obrador es fruto de esa libertad absoluta de la mencionada ley. Por tanto, lo sepa o no, esa crítica busca restablecer lo que había, dejar las cosas tal como estaban; es oponerse al cambio, como los acusa AMLO.

Los antorchistas, en cambio, siempre hemos creído que lo que hace falta no es el control de precios de uno o dos productos básicos, sino una reforma completa, profunda y racional de toda la economía, de todo el aparato productivo del país.

Pensamos que solo eso puede mejorar en serio la capacidad adquisitiva de la población menos favorecida.

Queremos una economía con inversión creciente, con PIB a la altura de las necesidades de empleo y de bienestar; con innovación tecnológica de vanguardia (aquí se ve, de paso, la urgencia de contar con científicos e investigadores bien pagados, en vez de regatearles recursos inventándoles delitos) para elevar la productividad del trabajo, bajar los precios y mejorar los salarios; con una reforma fiscal que dote al gobierno del dinero suficiente para impulsar la economía y para atender necesidades sociales básicas como salud y educación de calidad.

Queremos un Estado actuante en la economía, pero sin rebasar su función de regulador y propulsor de la inversión; sin convertirse en un mal competidor de la empresa privada. No le apostamos a un Estado pasivo, un simple gendarme del interés privado. He aquí la diferencia entre crítica de derecha y crítica de izquierda.

Volvamos, para terminar, al caso de los 31 investigadores perseguidos.

Lo que yo califico de correcto en las palabras del presidente, lo es en efecto, incondicionalmente incluso, mientras se mueva en el terreno de lo general y abstracto; pero tan pronto se intente aplicarla a un caso concreto, su validez, como la de cualquier verdad general, queda sujeta a las circunstancias de lugar y tiempo. En el caso que nos ocupa, el absurdo resulta obvio porque parte de dar por cierto lo que el juez debe investigar y demostrar.

Eso se llama petición de principio o círculo vicioso y su falsedad es automática.

Y esto es cierto independientemente de que los acusados sean culpables o no.

Adelantar la conclusión del juicio y hacerlo además sin ser fiscal ni juez, es violar el derecho al debido proceso y la presunción de inocencia; es una grosera usurpación de funciones y un inaceptable abuso de poder.

Es un error prejuzgar aunque sea para defender a los acusados, es caer en el mismo vicio que el presidente.

Yo no tengo elementos ni capacidad jurídica para decidir si los 31 acusados e infamados públicamente son inocentes o no; tendría que apoyarme solo en su carácter de científicos e investigadores, que es justamente el error de quienes los defienden desde la derecha.

Y ya vemos qué tan sólida ha resultado esta defensa ante los embates presidenciales y quizá ante buena parte de la opinión pública que ve las mañaneras.

Coincido en que los acusados son víctimas de la manipulación de la ley y del abuso del poder presidencial, pero veo de modo distinto la cuestión de en qué radican exactamente esa injusticia y abuso de poder. La línea de la derecha conduce indefectiblemente al error implícito de que la jerarquía social, mientras más alta, mejor garantiza la recta conducta y la honradez sin fisuras de las personas. Y, por el contrario, que la pobreza es sinónimo de delincuencia.
No comparto este punto de vista.

Rechazo el abuso de poder presidencial, la arbitrariedad brutal en la aplicación de la ley y la sevicia persecutoria y vengativa con que se está tratando a 31 ciudadanos mexicanos, independientemente de su profesión. Me solidarizo incondicionalmente con ellos porque creo que si ahora los dejamos solos, mañana nadie levantará la voz por nosotros.

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio porque yo no era comunista.

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata.

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista.

Cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté, porque yo no era judío.

Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar.

(Poema del pastor alemán Martin Niemöller, erróneamente atribuido a Bertolt Brecht)

¡Por esto me uno a la protesta nacional en favor de los 31 científicos e investigadores, declarados culpables al margen de la ley y sin respetar su derecho al debido proceso! ¡Que el presidente cumpla sus palabras y se abstenga de intervenir y de seguir viciando el proceso, como lo exige la verdadera justicia! Hablo por el antorchismo nacional.