Los niños emparedados de la presa de San José

Por: Joel De Alba

  • La construcción de la presa y la devastadora tragedia de 1933 alimentaron una leyenda de dolor, superstición y memoria colectiva en San Luis Potosí
  • La presa de San José, ubicada en San Luis Potosí, es mucho más que una estructura hidráulica; es el escenario de una de las leyendas más inquietantes del estado

 Construida entre 1863 y 1907 para sustituir a la presa «La Constancia», este ambicioso proyecto de ingeniería no sólo representó progreso, sino que, según la tradición oral, cobró un precio macabro: la vida de varios niños pequeños que habrían sido emparedados vivos para asegurar la solidez de la construcción.

Según la leyenda, los responsables de la obra, movidos por creencias esotéricas que aseguraban que los sacrificios humanos fortalecían las edificaciones, engañaban a niños ofreciéndoles dulces para atraerlos hasta el lugar donde serían encerrados en las columnas de la presa.

Otra versión de la historia sostiene que no fueron niños vivos, sino cadáveres de pequeños comprados en pueblos lejanos, los que fueron utilizados para este oscuro ritual. Ambas versiones, aunque distintas en sus detalles, coinciden en su finalidad: garantizar que la presa resistiera el paso del tiempo.

La creencia popular se ha mantenido viva a lo largo de generaciones. Se dice que si en las inmediaciones de la presa se escuchan llantos infantiles, es señal de que un desastre inminente se avecina. Y fue precisamente un evento trágico el que sembró aún más el terror en torno a esta historia: el colapso de la presa La Constancia en 1933.

El 14 de septiembre de 1933, San Luis Potosí fue golpeado por una tormenta de dimensiones extraordinarias. Habitantes de la zona juraron escuchar gemidos y llantos de niños flotando en el viento esa noche, pero los presagios fueron ignorados. Al día siguiente, mientras los potosinos se preparaban para celebrar el Grito de Independencia, la tragedia se materializó. A las 11 de la noche, un grito desesperado cortó la celebración: «¡SE REVENTÓ LA PRESA, SE REVENTÓ LA PRESA!».

No fue la presa de San José la que colapsó, sino La Constancia, la antigua presa que aún existía en el sistema hidráulico de la ciudad. La fuerza del agua liberada fue devastadora: calles enteras fueron arrasadas, el Centro Histórico se convirtió en un mar embravecido, y cientos de vidas se perdieron en cuestión de minutos. La magnitud del desastre dejó una herida imborrable en la memoria de San Luis Potosí.

Al amanecer del 16 de septiembre, el escenario era apocalíptico. Cientos de cadáveres flotaban en el agua lodosa, casas destruidas bloqueaban las calles y la ciudad estaba sumida en un doloroso silencio. Pero también surgió un poderoso espíritu de solidaridad: potosinos de todas clases sociales se unieron para rescatar a sobrevivientes, recuperar cuerpos y reconstruir su ciudad. La tragedia mostró lo peor y lo mejor de la condición humana.

Aunque históricamente no hay evidencia que confirme los emparedamientos humanos en la presa de San José, la leyenda persiste como un recordatorio de las supersticiones que solían acompañar a grandes obras y, sobre todo, como una metáfora del sacrificio y la tragedia que muchas veces acompañan al progreso. La presa sigue en pie, y junto con ella, los susurros del pasado continúan resonando en el imaginario potosino.

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