III DOMINGO DE PASCUA – Ciclo C (Juan 21,1-19) – mayo 4, 2025Hechos 5, 27-32. 40-41; Salmo 29; Apocalipsis 5, 11-14

Reflexiones Buena Nueva

Al contemplar el encuentro de Jesús Resucitado con los apóstoles que describe el Evangelio de este domingo, nos lleva a reflexionar cual nuestra misión en este tiempo de Pascua (y cada día): ¡seguir a Jesús!
Evangelio según san Juan 21,1-19

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: ‘También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.
Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?”. Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”.

Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres?, porque ya sabían que era el Señor.

Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

Después de almorzar le preguntó Jesús a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Él le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis corderos”.

Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Pastorea mis ovejas”.

Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?”. Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería y le contestó: “Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero”. Jesús le dijo: “Apacienta mis ovejas.

Yo te aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías la ropa e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás los brazos y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras”. Esto se lo dijo para indicarle con qué género de muerte habría de glorificar a Dios. Después le dijo: “Sígueme”.

Reflexión:

¿Cómo seguir a Jesús Resucitado?

Una manera de orar, es la Contemplación de la Palabra: esto es, mirar lo que nos dice, con los ojos de la imaginación, como si estuviera presente en la escena, escuchando los diálogos entre las personas, observando lo que hacen, sus reacciones… y las nuestras, para que al reflexionar en la mente y pasándolas por el corazón, tomemos conciencia de que nos nueve y hacia dónde, para luego sacar provecho para la vida.

Jesús Resucitado, en el evangelio:

  • observa pescar a los apóstoles, y hoy, a cada uno de nosotros también, ve lo que hacemos en nuestra vida y …
  • nos indica hacia dónde dirigir nuestro esfuerzo, para tener éxito en nuestro quehacer…
  • también nos espera, con la mesa puesta (en la eucaristía), para alimentaros y recuperar fuerza espiritual, escuchando su palabra y compartiendo lo que tiene preparado para nosotros…
  • al igual que a Pedro, nos pregunta si lo amamos; y sin esperar respuesta, nos da él mismo la respuesta, pidiendo que la respuesta sea, más que en palabras, con hechos (acciones), cuidando a sus creaturas, a las demás personas…
  • y al hacerlo así, es aceptar la invitación a seguirlo…
    Seguirlo, es reconocer al Resucitado, es dejarme iluminar y fortalecerme por su Espíritu, y como Pedro y los apóstoles poder decir con valor: “Nosotros somos testigos de todo esto y también lo es el Espíritu Santo, que Dios ha dado a los que lo obedecen” (Hech 5, 27-32)
    ¿Cómo enfrentar las adversidades por dar testimonio del Resucitado?… ¿Cómo puedo “cuidar” de los demás? … ¿Cómo seguir, en mi vida, a Jesús Resucitado?

Alfredo Aguilar Pelayo
alfredo@ccrrsj.org

RecursosParaVivirMejor

www.ccrrsj.org

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