Ernesto Zedillo responde a los señalamientos de la presidenta Claudia Sheinbaum y reitera: “la democracia en México ha sido destruida por MORENA”.

Mi artículo en la revista Letras Libres, actualmente en circulación, ratifica públicamente la denuncia que presenté el pasado 15 de septiembre de 2024 durante el Congreso Mundial de la Asociación Internacional de Barras de Abogados celebrado en la Ciudad de México. En aquella ocasión, advertí que la llamada “reforma judicial” —aprobada mediante violaciones graves a la Constitución y promulgada ese mismo día por el presidente Andrés Manuel López Obrador— significaba el inicio de la demolición de nuestra joven democracia. Desafortunadamente, el tiempo me ha dado la razón: desde entonces, los acontecimientos han confirmado que el régimen instaurado por MORENA ha desmantelado los pilares democráticos que tanto costó construir a generaciones de mexicanos.
En el mismo evento anticipé cómo reaccionaría el presidente López Obrador a mi denuncia: no con argumentos, sino con descalificaciones personales. Y de forma previsible, la presidenta Claudia Sheinbaum ha replicado ese mismo patrón tras la publicación de mi artículo en Letras Libres. En lugar de debatir con razones, ha optado por repetir los insultos y falsedades que su antecesor utilizó sistemáticamente para manipular a la opinión pública. Su respuesta no fue una refutación argumentada, sino una calca ideológica de la retórica demagógica que hoy guía al régimen.
Invito a los lectores a examinar el contenido de mi artículo y comprobar por sí mismos que lo expuesto allí se basa en hechos verificables, argumentos jurídicos y fundamentos históricos. La presidenta ha optado por ignorar el fondo del asunto: la erosión institucional, el sometimiento del Poder Judicial, la captura de los órganos autónomos y el desprecio sistemático por el Estado de Derecho. En lugar de presentar una defensa de la reforma judicial, ha preferido recurrir al agravio personal como instrumento de evasión.
Uno de los ataques recurrentes en mi contra ha sido el manejo que realizó mi gobierno frente a la crisis financiera de 1994. López Obrador y sus seguidores han utilizado ese episodio como eje central de su narrativa de desprestigio, omitiendo deliberadamente la gravedad de la situación que enfrentaba el país y las decisiones que se tomaron para evitar el colapso total. En mi artículo detallo que se trató de una acción responsable, orientada a evitar la quiebra del sistema bancario y preservar los depósitos de los ahorradores, tal como lo establecía una ley aprobada en 1992.
Gracias a esas medidas, la economía mexicana no solo evitó una recesión prolongada, sino que logró una recuperación notable: durante los siguientes cinco años, el país registró una de las tasas de crecimiento económico más altas de su historia reciente, una cifra que, cabe decir, no se ha vuelto a alcanzar. Pese a ello, los críticos del llamado “rescate bancario” nunca mencionan que este fue objeto de una auditoría internacional, independiente y ordenada por el Congreso de la Unión, cuyos resultados fueron publicados de forma transparente.
Este precedente debería inspirar la evaluación objetiva de las decisiones y megaproyectos impulsados por el actual gobierno. Propongo que se conforme un mecanismo similar, con auditoría externa e independiente, para examinar con rigor el impacto económico y social de tres acciones emblemáticas del sexenio de López Obrador: la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la construcción de la refinería de Dos Bocas y el desarrollo del Tren Maya. En cada caso, es indispensable conocer no solo los costos directos, sino también los beneficios perdidos, los daños ecológicos y la justificación técnica que, hasta ahora, sigue sin conocerse.
Aparte dejo el análisis del manejo de la pandemia por parte del actual gobierno, ya que ha sido evaluado ampliamente por organismos nacionales e internacionales, los cuales coinciden en calificarlo como un desastre sanitario gestionado con negligencia e ineptitud. La letalidad, la falta de planeación y el ocultamiento de cifras fueron constantes que marcaron una etapa trágica de la historia reciente del país.
Los hechos que he expuesto no son parte de una disputa personal ni de una estrategia política; son la expresión de una preocupación legítima por el rumbo que ha tomado la nación. La democracia mexicana, construida con esfuerzo, participación y sacrificio ciudadano, está siendo desmontada de forma deliberada. No es momento de guardar silencio. Es tiempo de exigir rendición de cuentas, defender la verdad y recuperar la dignidad de las instituciones.